Hace dos años, en septiembre de 2019, poco tiempo antes de las elecciones generales y del fraude electoral organizado por el MAS, Carlos Miranda Pacheco publicó uno de sus lapidarios artículos sobre las mentiras que propagaba a voz en cuello el gobierno de Evo Morales.
En el artículo “Del gigantismo al masismo” desnuda (como en muchas ocasiones anteriores) la falsedad de una “nacionalización” de hidrocarburos que nunca existió, y al mismo tiempo pone el dedo en la llaga sobre las exploraciones fallidas a lo largo de los tres periodos presidenciales de Evo Morales, que no arrojaron ningún resultado positivo.
Además de declarar a Bolivia como “futuro centro energético de América Latina”, el régimen del MAS ventilaba anuncios grandilocuentes sobre los también “futuros” grandes hallazgos de “gigantescas reservas”, pero a pesar de entregar los contratos de exploración a multinacionales y en áreas protegidas, no encontró absolutamente nada.
Sobre el cacareado pozo Boyuy X2, escribió Carlos Miranda: “El mencionado pozo llegó a 8.000 metros de profundidad. Para las autoridades actuales la espectacularidad que sea el pozo más profundo de América Latina fue más importante que el hecho de no haber descubierto ni un solo pie cúbico de gas adicional”.
Con precisión y conocimiento de causa Carlos ponía en su lugar a los vendedores de ilusiones, siempre dispuestos a seguir mintiendo con tal de ganar una próxima elección con los votos de los ingenuos y de los obsecuentes.
Recomiendo su capítulo “Los hidrocarburos bolivianos. Primeros 20 años del siglo XXI”, publicado en el libro “Bolivia Siglo XXI: De la república al Estado plurinacional” del Club de Harvard, coordinado por Eduardo Quintanilla Ballivián. Allí, con profusión de cuadros, mapas y datos duros que no dejan lugar a dudas, hace pedazos los discursos triunfalistas sobre reservas de gas inexistentes, nuevas perforaciones fracasadas, poca capacidad de almacenamiento para hidrocarburos que no se pueden exportar porque el mercado exterior se cierra, bajo rendimiento de las refinerías obsoletas por falta de inversión, además del fiasco de la planta de urea, sobre la que señala que fue instalada “en el lugar menos indicado, en el Chapare, zona de altas temperaturas y una constante humedad por encima de 80%; por tanto, la producción de urea que se hidrata muy fácilmente, se ha vuelto un problema porque toneladas de producción se solidifican y tienen que ser pulverizadas perdiendo valor en el mercado”.
Así escribe alguien que conoce su tema, dejando en ridículo a un barón de la coca que no piensa en términos técnicos cuando improvisa decisiones que sobrepasan su capacidad de entendimiento. Pero como el cocalero se rodea de lambiscones y oportunistas, difícilmente le van a decir que es un desacierto crear empresas del Estado condenadas a la quiebra y a la malversación. Peor aún, se benefician de ello.
El mejor homenaje que podemos hacerle ahora a Carlos Miranda Pacheco es releer sus columnas en Página Siete. Desde el 22 de abril de 2016, publicó 107 notas editoriales sobre temas energéticos (alojadas en el portal digital del diario), que es imprescindible leer para estar bien informado sobre las barbaridades cometidas en el campo energético durante los gobiernos del MAS.
Me sumo de esta manera al pesar de los amigos de Carlos, fallecido este 11 de octubre a los 89 años de edad. Era una excelente persona, además de comprometida con el país. No dejó de participar en la vida pública ni siquiera en los últimos años en que lo veíamos cansado y con la salud disminuida. A pesar de su sordera, de su dificultad para caminar y de sus problemas de la vista, seguía lúcido como se puede constatar en sus artículos, y no perdía la oportunidad de participar en algún acto público, la presentación de un libro o algún homenaje.
Conservo un grato recuerdo de ocasionales charlas, que también tuve con su hermano Mario, el “Mono” Miranda, con quien coincidí en nuestro exilio en México. Ambos eran intelectuales de mucho peso, valía y valor ciudadano.
AlfonsoGumucio es escritor y cineasta.