Maurizio Bagatin
Murakami sigue persiguiendo el Nobel. Las mañanas de domingo parecen ser placidas y firme en olvidar el finimondo de la noche. Hoy tal vez, a esta hora madrugadora, describa así su maratón el escritor japonés: “El silencio pétreo de rocas aplastadas en lo más profundo de un glaciar durante cincuenta mil años”, así puedo ver este paisaje desde el caleidoscopio que se construyó el poeta voyant que fue Rimbaud. Miro a través de estas figuras, ingenuas enamoraditas y vocales coloreadas en este 10 de noviembre, “tout fou”.
Hoy podemos hacer turismo entre las ruinas de este primer cuarto de siglo: las interminables colas en los surtidores de combustible reflejan nuestra aguerrida entropía. A partir de hoy cada banana cuesta 1 Bs. en cualquier mercado, la marraqueta anda por ahí, en fin, también la dieta de la clase obrera terminará cambiando.
Abro un cajón del escritorio y sale la piedra negra que en África llevábamos siempre en nuestro bolsillo. Habría succionado el veneno de una víbora del Gabón, siempre presente en la brousse africana; era importante esta piedra negra. Nos enseñaron hacerla con huesos de ganado y era la primera receta de aquel libro fantástico que fue Donde no hay doctor. Pierre noire la han llamado los bantúes francófono de la región del Centroáfrica y del Gabón. La piedra negra es un hueso de vaca, seco, cocido con algunas hierbas, que aplicado sobre la mordedura de la serpiente absorbe todo el veneno.
La piedra katankura adorna un espacio frente el cual estoy escribiendo. En el idioma mapudungún significa piedra con agujero. Muchas leyendas y muchas historias acompañan esta piedra que encontré hace casi treinta años atrás en un campo abandonado de una comunidad de Tarata. Para obtener este agujero el nombre de entonces debe haber trabajado bastante, levigando y levigando con el agua la materia hasta lograr agujerearla y obtener una katankura. Cuentan algunos arqueólogos que hace 3.000 años, nativos de la pre cordillera de los Andes elaboraron por motivos aun desconocidos, piedras horadadas. Las generaciones mapuche posteriores las encontraron en distintas partes y asi la bautizaron.