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La generación del cannabis

Creo que era 2010 cuando, en el patio del cole, durante el recreo, un condiscípulo mío propuso al grupo de muchachos que rondábamos los 15 abriles: “Oigan: ¿y si probamos droga…?”. Fue la primera vez que escuché a alguien de mi entorno considerar la idea de consumirla, pues hasta entonces los jóvenes compañeros de mi curso habían consumido solo bebidas alcohólicas (algo, por lo demás, nada raro en jóvenes de esa edad).

Días después, el grupo se reunió en la casa de una amiga del curso, una casa grande, bonita y hasta lujosa, en la cual los padres comúnmente estaban ausentes. Ahí se produciría la “hazaña”. Yo asistí entre presionado y curioso, pero sobre todo presionado por los amigos, que siempre imponen ciertas pautas de comportamiento a las cuales, si no se quiere ser un nerd o un “raleado”, es difícil escapar.

“¡Aquí está!”, dijo quien había sido el de la idea, y sacó de una lata de mentitas un poco de algo que me pareció orégano; el color era entre verde y guindo… (¿o café?). El caso es que luego sacaron de la cocina una manzana, la perforaron con no me acuerdo qué instrumento y acto seguido vi que los jovenzuelos sacaban bocanadas de humo que se dispersaban con la brisa del jardín. Obviamente, fumaban como novatos, sin la pericia de los fumadores profesionales.

No sabía muy bien lo que aquella sustancia haría en nosotros, pero el asunto es que cuando llegó mi turno hice como que fumaba, saqué una gran bocanada de humo y fingí —seguramente muy mal— una especie de borrachera; ojalá aquello fuera a hacerles creer que estaba drogado… E inventé, como siempre, un pretexto para marcharme.

Traigo a este artículo aquel recuerdo de hace quince años a propósito de una noticia que leí en Deutsche Welle y que daba cuenta de que la marihuana está hoy viviendo su “época dorada”, pues entre los jóvenes la moda parece ya no ser fumar tabaco o beber, sino drogarse. El asunto es preocupante, al menos para mí, que soy de esos defensores de las ideas de la libertad que no llegan al extremo de pretender legalizar las drogas, las cuales, por lo que nos muestran los hechos, solamente le destruyen la vida a quienes tienen la desventura de consumirlas. Simplemente no pienso que la verdadera libertad combine con vivir drogado (y, por tanto, destruido).

La nota del medio alemán señalaba que 2022 marcó un hito en EEUU porque fue cuando las personas comenzaron a consumir más marihuana que alcohol. Y podría asegurar que las mismas pautas de incremento pueden verse en muchos otros países del mundo.

Hay una posición, como leitmotiv repetido tanto por liberales (que podríamos llamar radicales) como por izquierdistas jipis, que señala que la hierba es menos dañina que el tabaco, el alcohol u otros vicios relativamente comunes, vicios que ciertamente no son nada positivos. Tal posición trata de reforzarse sobre la base de que, sobre todo si se la consume en bajas cantidades, el daño que produce la marihuana sería casi imperceptible…

No obstante, la ciencia dice otra cosa, a saber, que su consumo puede a largo plazo ocasionar daños en la inteligencia de sus consumidores. Justamente la nota de Deutsche Welle decía que el consumo de hierba puede dañar las funciones cognitivas, como la memoria, la atención o la velocidad de procesamiento mental, lo cual, claramente, puede terminar perjudicando directamente en los estudios, la creatividad o la eficiencia en las labores del trabajo, para no hablar del daño que, igual que el alcohol o el cigarrillo, puede ocasionar en los núcleos familiares a nivel emocional o psicológico. ¿O acaso se necesita ser un “conservador” para aseverar que la droga ha sido la causante de la desintegración de miles de familias?

Deutsche Welle informa que un análisis de siete estudios con base en más de 6 mil jóvenes demostró que quienes consumen cannabis en la adolescencia pierden hasta 2 puntos de coeficiente intelectual y pueden experimentar la aparición de brotes psicóticos, sobre todo si poseen predisposición genética, como la esquizofrenia… Así, habría que preguntarse: ¿Vale la pena consumirla recreativamente?

Hoy se está fumando hierba más que nunca antes. Y creo que este es otro de los problemas de la humanidad que deberíamos enfrentar con todo aplomo y seriedad. Un problema que, desde mi punto de vista, es también espiritual, y que se suma a los muchos que ya tenemos a lo largo y ancho de este mundo, como el del medioambiente o el de una eventual Tercera Guerra Mundial.

Ignacio Vera de Rada es politólogo y comunicador social

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