Maurizio Bagatin
A momentos parece un niño, lleno de inocencia y el juego que es todo en la vida. ¿Qué más pediría el aventurero de los siete mares, el viajero de los abismos, el soñador ilustrado y la enamorada más ingenua?
El sol del invierno sigue quemando la tierra, después del ocaso todo se transforma, la tierra se apaga, los arboles cambian de color, el cielo abre un nuevo libro. Solo el adobe conserva el calor que acumuló durante el día. Las materias obedecen a una orden científica, nuestro respaldo es empírico.
El Tata Julio es feliz. Envuelto en el silencio del valle, acompaña los días que lo acompañan, como dos cómplices persuadidos del tiempo y de su transcurrir. Cómplices del horizonte de sus inmutables finales.
En este espacio concilia la labor con el vuelo de las golondrinas, las pausas con el curso del rio. Observa las mínimas transformaciones y calla el recuerdo. Mira al gato y sonríe. Por un instante esta complicidad es toda su vida. El gato mira al Tata Julio y se va. Cómplices, el gato y el Tata Julio, en la libertad y cómplices en la inocente felicidad.