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La estructura política

Christian Jiménez Kanahuaty

No se puede establecer un gobierno sobre los restos de un funcionamiento gubernamental qué se criticó todo el tiempo. Desde su base económica y desde su perfil racial. La defensa de un modelo no responde solo a una ideología, sino a la certeza de que toda democracia más que perfectible es un ideal, y como tal tiene algo de ilusión. Sin embargo, la ilusión se concreta por medio de las instituciones del estado. Ellas hacen visible al estado y la acercan al ciudadano. Convierten las ilusiones y esperanzas en indicadores surgidos de un diagnóstico social y econométrico; pero finalmente, los indicadores sumados a los recursos y la ayuda y cooperación de los operadores políticos, se convierten en políticas públicas. Ellas son las que califican y caracterizan un gobierno y vuelven sólido un estado.

Cada gobierno se inviste de una serie de políticas públicas como si fueran su vestiduras, porque ellas le dan identidad.

Las políticas públicas hacen diferente un gobierno de otro. A pesar de ellas debe existir continuidad en su ejecución y por eso, es cuestión sabida la diferencia entre política gubernamental y política estatal. La primera es eventual, la segunda de largo aliento. Y sobre todo sobre la segunda, el pueblo, los sectores sociales, maestros, campesinos, obreros y académicos deben cerrar filas ya que apuntan a los derechos sociales, culturales y económicos. Son estos derechos los que facilitan la vida en comunidad. Sin ellos no solo el mercado regulariza la vida a discreción, sino que el andamiaje jurídico se desmoronaría.

Las elecciones es el momento político donde el cálculo conservador de los contendientes puede lograr retrocesos en los avances sobre los derechos. Dado que su formulación y ejecución es reciente, su disolución se ve necesaria y justificada en el ahorro del gasto público, pero lo que se ve como gasto es inversión, dado que es un igualador social.

Entonces la lectura del intento de borrar, reducir o eliminar derechos es volver a las desigualdades. Romper lo común. Para instaurar otra jerarquía y otra restricción en las desviaciones y oportunidades. Ver que la verdadera lucha no es electoral sino sobre los derechos coloca a los actores políticos y sociales en su justo lugar y hace visible la batalla futura, toda vez que inicie el recorte que unos y otros proponen como plan de gobierno. La diferencia está en el tiempo. Uno lo hará de forma inmediata, el otro tomará un tiempo porque maquillará su accionar sobre la base de acuerdos o planes que fracasaran premeditadamente.

No se podrá ver el efecto de lo electoral, sino hasta que empiecen los recortes y el mercado de trabajo se haga más pequeño y competitivo. Y eso genere aparte de desempleo, delincuencia, migración, quiebra, hipotecas y movilización callejera. Pero para entonces ya será demasiado tarde y la política no se podrá resolver sino en las calles y el ciclo de las protestas volverá. Y, sin embargo, tampoco serán como las de inicio de siglo. Tendrán en su interior otros rasgos producto tanto de los medios de comunicación y redes sociales, como de la despolitización de organización y su subsecuente división causada por el mismo proceso de cambio. Y a pesar de ello, la sociedad seguirá enfrentada al Estado y el Estado seguirá peleando por su sobrevivencia sin saber que en su interior está el cáncer que la condena.

Las elecciones son un momento que repercute en el tiempo. Las propuestas más que hojas de ruta sobre un futuro accionar son formulas de organizar la vida social desde arriba. El poder no se dispersa ni se desdobla ni se comparte. Se organiza y se acumula. Ésa es la pretensión de los candidatos y ésa es la motivación del estado al momento de consolidarse como organización administrativa y territorial que impone un poder.

El poder desde ese lado de la administración pública tiene el carácter de un partido político, pero también el rasgo de personalidad del jefe de gobierno. Y el rasgo hace que el estado se piense como una propiedad del gobernante y los rasgos patológicos se profundizan en lugar de eliminarse. Entonces, tal como el candidato se presenta en las elecciones, se presentará como ganador, sólo que con matices aún más profundos, porque ya nada podrá arrebatarle el poder, nada excepto la movilización y el conflicto. Pero hay líderes que se alimentan del conflicto y hacen de él su escenario de juego, porque adoran poner en peligro a la sociedad para luego presentarse como su salvador. Entonces es una cadena de desencuentros y peligrosamente se acerca al fracaso social porque el futuro está en definitiva clausurado. No votar tampoco es una opción. Porque se delega en otros una responsabilidad cívica y política. No votar significa que no se entiende cómo funciona el poder y se prefiere que la propia vida sea decidida desde fuera. No votar es renunciar a la autodeterminación y a la autonomía.

En su lugar votar por el menos malo, tampoco es opción. Es resignar una opción, es olvidar la esperanza y desear lo común. Conformarse con lo poco. En ese sentido, lo que queda para adelante no es conformar un bloque de defensa del voto. Aquello es infantil y escaso de perspectivas políticas. Es reducir la política a una acción que en los hechos no tiene efecto. La política se concentra en la propuesta y en la capacidad de construir estado, incluso desde los no lugares de la política. Y por ello, es un contrapoder. Pero el contrapoder se ejercer, no se nombra. Son las calles y asambleas las que generan ese contrapoder. No se puede ir más allá de él si la ciudadanía toda piensa en las elecciones como el único instante de resolución del conflicto social. Las elecciones revelan los aspectos más notables de una contradicción de clase en la sociedad y una contrariedad en el plano de la discriminación racial y una ruptura del lazo social. Pero las elecciones no resuelven nada. Lo que resuelve es la gestión y la administración de lo público, cuando se entiende lo público como lo común y no sólo aquello que representa a uno cuantos. En ese sitio, donde las oportunidades locales se transforman en globales y los intereses se convierten en escenarios de largo aliento, sí hay posibilidades de construir algo sobre las cenizas de lo anterior. Sino es así, lo que se construya morirá antes de nacer.

jimenezkdorian@gmail.com

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