María Zambrano
Solo Olga Amaris Duarte podría imaginar un encuentro ficticio entre Virginia Woolf y Carl G. Jung, estas dos míticas figuras del siglo XX, saliendo airosa frente al envite. Y sólo una compañía como “Al galope” lo podría encarnar y llevar a escena con ese inteligente sentido del humor tan de agradecer.
Es una obra teatral que se contempla con gusto, en la que se aprende y se viaja a hombros de esos dos gigantes: emocionándose, riendo, educándose emocionalmente…Virginia y Jung representan dos de las cumbres del pensamiento filosófico del siglo XX, ella en la literatura, él en la psicología.
Pero el tiempo de ellos es también nuestro tiempo del siglo XXI, todavía estamos en un momento en que la enfermedad mental y la estrechez de miras respecto al tema del género vuelven a ser tratados con excesiva frivolidad, sin la hondura de la mirada imprescindible.
Olga Amarís Duarte, doctora en Filosofía y traductora, ha estrenado una obra teatral juguetona, para acercarse a ambas figuras a través de la sufriente, pero también estimulante, vivencia de dos interioridades cargadas de humanidad.
Tanto la escritora británica como Jung padecieron, de primera mano, la angustia de la enfermedad mental, alienadora como pocas pero también fuente profunda de una creatividad.
Una experiencia a la que se acerca Olga Amaris, con delicadeza y profundo conocimiento del pensamiento de sendos genios. El discurso engarzado en el proceso de transformación de los actores a través del diálogo se encarna en una dramatización ágil, chispeante, que nos arrastra por los senderos existenciales de ambos.
La obra comienza en escena con dos butacas vacías de la ópera, que iluminadas, se vuelven azules. Los protagonistas de la obra entran a un espectáculo y nosotros, como en un juego de espejos, desde las butacas somos su distracción. Virginia y Jung, se muestran asfixiados por una sociedad que les encorseta pero será a través de una escucha atenta, recíproca, que podrán salir del laberinto que los aprisiona.
En el espacio reservado del palco se atreven a quitarse sus máscaras, a desnudarse parcialmente en su cuerpo pero sobre todo en su alma. Mientras Virginia, en todo su esplendor, se desprende de sus atuendos burgueses y se coloca el antifaz de la araña, un Jung fascinante se desplaza por el escenario transformado en búho. El psicólogo en su empeño por desentrañar los traumas de Virginia terminará enfrentándose a su propia sombra.
A lo largo de la obra nos vamos preguntando en un juego de resonancias ¿quién le hace terapia a quien?, ¿quienes son los espectadores realmente, ellos o nosotros?… y en el fondo ¿qué más da, cuando se da un encuentro tan extraordinariamente humano?
Las palabras y las ideas se hacen cuerpo resonante en dos magníficos actores que nos hacen partícipes de una confesión catártica, divertida y sanadora. A través de un pugilato intelectual y emocional deslumbrante expresan su anhelo de ser en totalidad como seres andróginos, integrados en sus polaridades masculina y femenina.
Es prioritario pensar y sentir la identidad como lo hicieron Virginia y Jung, más allá de los principios limitantes y roles de género, para comprendernos integrando acción y pasión, iniciativa y receptividad, capacidad de mostrarnos en el ámbito público y en el privado.
Hay una Virginia Woolf desconocida para el público: la que no es solo su obra y su “sombra”, sino también la pacifista, la luchadora, la exquisita analista del alma, tal vez una de las mejores psicólogas del siglo XX.
En palabras de Virginia: “¿No le parece que es más interesante cuando no somos lo que parecemos ser? Serafito-Serafita, el andrógino, no necesita ponerse una máscara para ser y no ser al mismo tiempo. ¡Yo quiero eso!…”
“Y yo también” tal vez sueñe el espectador agazapado en la penumbra de la butaca, desde una experiencia de reconocimiento. ¿Quién no anhela ser andrógino, una persona realizada, al completo?
La hora es un regalo de aventura gozosa, por el corazón y las entrañas de dos grandes exploradores del alma humana, que se permitieron construir sus propios patrones de vida. Virginia concediéndose la libertad última de liberarse del último sufrimiento abandonando la vida y Jung permitiéndose atravesar el delirio hasta el final, poniendo conciencia, encauzándolo a través de la escritura.
Un obra necesaria, vital y trascendente, y sin lugar a duda una de las dramatizaciones más inteligentes llevados al escenario que ofrece una alternativa a la tan manida cuestión del género, integrándolo desde la raíz.
El escenario semivacío permite que la imaginación del público complete lo que falta y el derrumbe de la cuarta pared nos introduce en una danza inquietante y sugerente en que somos interpeladas a romper nuestro pensamiento limitante, para integrarnos más allá de las trabas que la sociedad nos impone.
Todo suma en esta gran obra: La autenticidad de las actuaciones, el simbolismo de la escenografía de ensueño, una dirección cuidadosa e inteligente, un equipo técnico impecable y un texto brillante en que cada palabra pesa y deja huella en el animus y en el ánima del agradecido espectador.
Cuando salí del teatro pensé que había pasado una tarde magnífica de sábado y que quería volver a ese placer de leer y releer la obra de Jung, Virginia y por supuesto de Olga.
La doble vida de Virginia Woolf
Autora: Olga Amaris Duarte
Directora: Áurea Martínez Fresno
Actores: Roser Pujol, Valbino Lacosta,
Dirección técnica: Jaime Miñarro
Compañía: Al galope
Sala El umbral de la primavera en Lavapies.
23 de noviembre 2024
Categorizado en: Teatro