Composiciones, traducidas al italiano por Marcela Filippi
La poesía de Jesús Enrique Barrios
Por su insobornable amor a la poesía, Jesús Enrique Barrios fue gratamente retribuido por ella. Solía presentársele desnuda para recibir de su alma alguna vestidura de ave o de rosa, de pez o de nube, siempre mediante una palabra inesperada y encendida. Desde hace un año están juntos para siempre o tal vez esperando nuevas migraciones. Dios sabrá, “aunque no tanto”, como diría el propio Poeta.
Las breves líneas precedentes no son más que un intento (probablemente fallido) de acercarme a uno de los inconfundibles tonos del Jesús Enrique, en cuyo discurso, hablado o escrito, las palabras danzan e inventan nuevos pasos, como lo demuestra su hija Isabel cada vez que sale a un escenario para bailar la poesía de su padre. Bien. No voy a irme ahora por la imitación de tonos, ni tampoco por la reseña de los principales rasgos que aprecio en su escritura. Simplemente, voy a recordar algunos rasgos de su persona y de su obra que estimo ineludibles.
El poeta Barrios, sin aires de maestro, fue, en verdad, sutil y amablemente un hombre que repartía conocimientos. Varias generaciones de estudiantes universitarios lo recuerdan con admiración y gratitud. Pero no sólo ellos. También, sus amigos, a quienes en amenas charlas fue prodigándoles el universo de sus muchas lecturas, pueden –podemos- evocar la fortuna de haberlo tenido como guía generoso y oportuno. Nunca dejaba de responder una pregunta. Si no tenía en el momento el dato preciso para la respuesta, siempre nos regalaba una sabia reflexión que resultaba suficiente.
Literatura y filosofía fueron un solo cuerpo en sus búsquedas intelectuales, de allí que su poesía discurre a medio camino entre la lira y el pensamiento. Si algún tema teológico lo ocupaba, apelaba a una sentencia irreverente para resolverlo, sin perder nunca la lógica impecable de su razón poética. Sin embargo, a veces nos sorprendía con una metáfora que huía de su referente original y nos llevaba hacia nuevas zonas del misterio. Porque, precisamente, el poeta Barrios quería preservar misterios, no ensayar conclusiones que sabía provisorias. Procuraba añadir nuevas preguntas y enriquecer las viejas, como había aprendido de Borges y de Kafka, cuyas obras nunca dejó de frecuentar.
Sus poemas en prosa y en verso, sus aforismos, sus relatos y sus ensayos, son el testimonio de una vida entregada sin pausa a la palabra. Esta selección proviene de diversos libros publicados del poeta. Incluye también algunos textos inéditos. Esperamos que sea una muestra representativa de las constantes expresivas del autor.
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POEMAS DE JESÚS ENRIQUE BARRIOS
El silencio vindica mis presagios. Las salidas están controladas. No he sentido ganas de triunfar. No he sentido ganas de quedarme. Cuando la luz me decretó la guerra, ya sabía de la suficiencia de mis tinieblas. No he aspirado a otras traiciones: me basta con las mías. De todas partes sacan el castigo y me lo hacen leer en el menú diario. Casi me lo estrujan en el rostro. En tales casos el pan pasa de largo hacia el carbón y la tierra exhala su letal venganza.
(Cualquier itinerario, 1992)
Lo vieron cuando enamoraba los reflejos de la luna. Lo vieron en la tormenta mientras conversaba con un ángel.
A cada golpe volvía a enamorarse. Dejó de pensar para seguir el vuelo de las aves. Se entregó a la condena como quien alimenta a las abejas. En él se amontonaban los misterios y la nostalgia de las nieblas. Andaba solo, espiga enamorada en las locuras de la noche y en las tretas del camino, sin alterar la jornada. Solo, en el origen de las distancias prohibidas.
Hasta el final de los idiomas invitaba a resolver las diferencias. Llevaba el dolor de un árbol derribado y sin embargo lo vieron resucitando hazañas en el convite de los magos. Llevaba la sustancia de los momentos más tristes. Despegaba verbos de las rocas y con una lágrima escarbaba en las profundidades de la vida. Almacenaba encantos prohibidos. Andaba solo y llegó a reírse en los ojos del pájaro.
En su lenguaje de mediodía decía de la vida siempre más vida… también decía de un nido al lado de las piedras y de una nube preñada de sus cantos.
Era pan y guitarra enamorado del vientre de las mujeres.
Era el ritmo de los deseos en los oleajes del mar.
Y al término del encuentro encendía el farol y despertaba los contenidos de la mañana.
(Usada poesía, 1994. Este poema fue escrito en 1964)
Casi nada:
el universo y tú.
Casi siempre:
tu ausencia y yo.
(Por rastros y raudales. 1995)
Tus zapatos, a las huellas del camino,
tus prendas, al fondo de los mares,
tus vestidos, al viento del desierto.
En tus senos un aguacero inmenso
y en la flor de tu universo
un vértigo de abismos imposibles
para que la música de Dios
me devuelva los originales
de este sueño.
(Por rastros y raudales, 1995)
Dentro de mí existen árboles. Dentro del árbol hay vida de metales. En el metal hay vida de animales. Dentro del animal convive el semejante. Y semejante al hombre son los ángeles. Dentro del ángel hay dioses: vuelo azul del éxtasis humano. Dentro de Dios están las ilusiones. En la ilusión también hay una bestia y cuando todos se ponen a jugar sus destinos aparece este mal y este bien con que vivo apostando a la nada y su universo.
(Ahogo y desahogo. 1997)
Se murió de prisa, como si desde siempre conociera la eternidad. Entonó un himno antiguo y desapareció entre el fuego de un volcán y las aguas del mar. Resumió su vida en el aleteo de un efímero vuelo alrededor del amor y en el tono mágico de un color que no tenía cabida ni en la realidad ni en las posibilidades del más allá. Por eso su vocación por el silencio, las hojas caídas y las alturas nevadas permitieron que se robara una ola y más allá de las nubes se sentara a escribir todos sus lamentos. De ahí esa lejanía en sus ojos, ese rumor remoto en sus oídos y ese adiós con la risa de una rosa en su voz… Y así la eternidad en sus huellas.
(Otras contradicciones, 2000)
Desconozco la definición de la poesía. Pero esta tarde, frente al mar una gaviota me da una forma, que a cada rato completa su armonía y salta por encima de los vaticinios, se encarama en una ola y profundiza en las arenas de la playa. Llena de alegría dibuja un aplauso y anida en su propio vuelo, para despertar los encantos de un concierto de J. S. Bach en los oídos del silencio. Esta sutil orfebrería de la sensibilidad se hunde en mi respiración. Con delicado ensañamiento copia del ritual del nacimiento, desabrocha mi pecho y lo llena de amor… Entonces corrobora mi adhesión al verso. Y con el peso de su vuelo en mi conciencia caigo hacia siempre…, donde, precisamente, la poesía funda su propia eternidad.
(Con mis errores, 2005)
Armonía es el pájaro
en su vuelo y en su canto,
pero su silencio no es menor
que cuando canta y vuela,
porque la máxima armonía
es el pájaro en silencio.
(Choque de versos, 2010)
Quiero un puerto errante con una ola sin orillas. Quiero el dátil del encuentro. Quiero el regocijo de tu boca. Quiero tu morada de asombros, donde pastoreas a mis recuerdos. Quiero voltear el viento para cosechar tu voz en mis ancestrales emociones. Quiero que me guíes en este laberinto. Quiero una larga despedida de tu juventud en mi vejez y la maravilla de no saber mi muerte ahora y tu vida siempre.
(La insaciable fantasía. Inédito)
La muerte es un instante y nada más. Carece de rumbo y duración. Cae en la nada y no la mueve nadie. No conoce límite y está letalmente enamorada de todo lo que nace y vive. Por eso, cuando me doy cuenta de su presencia, la celebro y le pongo a la orden cualquiera de mis mañanas, tardes y noches. Definitivamente la muerte nos consiente a todos.
(Inédito)
En la calle Whitman No. 33, queda la Biblioteca “Dios”. Entro y me entrevisto con su director, Sr. Arpur; lo interrogo y él, afablemente, me dice: “En este sector de la izquierda hay más de 390.000 libros que niegan la existencia de Dios. Y en el sector de la derecha, hay 510.000 libros que afirman la existencia de Dios”
-Muy bien –le respondo. Humana y estadísticamente, Dios existe. A esto he venido de tan lejos, calcule usted, de Urica, un pueblito de Venezuela. Muchas gracias.
(Inédito)
Le parole danzano
Nei testi poetici
Di Jesús Enrique Barrios
Per il suo incorruttibile amore per la poesia, Jesús Enrique Barrios fu da questa felicemente retribuito. Sovente gli si presentava senza veli per ricevere dal suo spirito una veste di uccello o di rosa, di pesce o di nuvola, sempre per mezzo di una parola inaspettata e accesa. Da un anno stanno insieme per sempre o, forse, aspettano nuove migrazioni. Dio saprà, «anche se non tanto», come direbbe lo stesso Poeta.
Le brevi linee precedenti non sono altro che un tentativo (probabilmente fallito) di avvicinarmi a uno degli inconfondibili toni di Jesús Enrique, nel cui discorso, pronunciato o scritto, le parole danzano e inventano nuovi passi, come dimostrato dalla figlia Isabel ogni volta che si presenta su uno scenario per ballare la poesia di suo padre. Non vado ora a imitare i toni, né la rassegna delle caratteristiche principali che apprezzo nella sua scrittura. Voglio semplicemente ricordare alcuni tratti della sua persona e del suo lavoro che considero ineludibili.
Il poeta Barrios, senza arie da maestro, fu, in verità, sottilmente e gentilmente un uomo che distribuiva conoscenza. Diverse generazioni di studenti universitari lo ricordano con ammirazione e gratitudine. Ma non solo loro. Anche i suoi amici, ai quali in piacevoli conversazioni elargiva l’universo di numerose letture, possono – possiamo – evocare la fortuna di averlo avuto come guida generosa e opportuna. Non smise mai di rispondere a una domanda, se al momento non disponeva delle informazioni precise per la risposta; ci regalava sempre una saggia riflessione che risultava sufficiente.
Letteratura e filosofia furono un corpo unico nelle sue ricerche intellettuali, è da lì che la sua poesia corre a metà strada tra la lira e il pensiero. Se qualche tema teologico lo occupava, si appellava a una sentenza irriverente per risolverlo, senza mai perdere la logica impeccabile della sua ragione poetica. Tuttavia, a volte ci sorprendeva con una metafora che fuggiva dal suo riferimento originale e ci conduceva a nuove zone del mistero. Perché, appunto, il poeta Barrios voleva preservare misteri, non provare conclusioni che sapeva essere provvisorie. Cercava di aggiungere nuove domande e arricchire quelle vecchie, come aveva imparato da Borges e da Kafka, le cui opere non smise mai di frequentare.
Le sue poesie in prosa e in versi, i suoi aforismi, i suoi racconti e i suoi saggi, sono la testimonianza di una vita consegnata senza sosta alla parola. Questa selezione proviene da vari libri pubblicati del poeta. Comprende anche alcuni testi inediti. Ci auguriamo che sia una cernita rappresentativa delle costanti espressive dell’autore.
Il silenzio rivendica i miei presagi. Le uscite sono controllate. Non ho avuto voglia di trionfare. Non ho avuto voglia di restare. Quando la luce mi ha decretato guerra, conosceva già la sufficienza delle mie tenebre. Non ho aspirato ad altri tradimenti: mi bastano i miei. Da ogni dove estraggono il castigo e me lo fanno leggere sul menù del giorno. Me lo strizzano quasi sul volto. In questi casi il pane va verso il carbone e la terra esala la sua letale vendetta.
(Cualquier itinerario, 1992)
Lo hanno visto quando faceva innamorare i riflessi della luna. Lo hanno visto nella tempesta mentre parlava con un angelo.
Ad ogni caduta si innamorava di nuovo. Smise di pensare per seguire il volo degli uccelli. Si arrese alla condanna come chi nutre le api. In lui si accumulavano i misteri e la nostalgia delle nebbie. Camminava da solo, spiga innamorata tra le follie della notte e in mezzo alle trappole del cammino, senza alterare la giornata. Da solo, all’origine delle distanze proibite.
Fino al limite delle lingue invitava a risolvere le differenze. Portava il dolore di un albero abbattuto e tuttavia lo videro resuscitare gesta al ricevimento dei maghi. Portava la sostanza dei momenti più tristi. Staccava verbi dalla roccia e con una lacrima scavava nella profondità della vita. Immagazzinava incanti proibiti. Girava da solo e rideva persino negli occhi dell’uccello.
Nella sua lingua di metà giornata diceva della vita sempre più vita … parlava anche di un nido accanto ai sassi e di una nuvola gravida dei loro canti.
Era pane e chitarra innamorato del ventre delle donne.
Era il ritmo dei desideri tra le onde del mare.
E alla fine dell’incontro, accendeva una lanterna e svegliava i contenuti del mattino.
(Usada poesía, 1994. Questa poesia è stata scritta nel 1964)
Quasi niente:
l’universo e te.
Quasi sempre:
la tua assenza e me.
(Por rastros y raudales. 1995)
Le tue scarpe, sulle impronte della strada,
i tuoi indumenti, nel fondo dei mari,
i tuoi vestiti, al vento del deserto.
Nei tuoi seni un acquazzone immenso
e nel fiore del tuo universo
un vortice di abissi impossibili
affinché la musica di Dio
mi restituisca gli originali
di questo sogno.
(Por rastros y raudales, 1995)
Dentro di me esistono alberi. Dentro l’albero c’è vita di metalli. Nel metallo c’è vita di animali. Dentro l’animale convive l’affine. E simile all’uomo sono gli angeli. Dentro l’angelo ci sono degli dei: volo azzurro di estasi umano. Dentro Dio ci sono le illusioni. Nell’illusione c’è anche una bestia e quando tutti si mettono in gioco i propri destini, appare questo male e questo bene con cui vivo scommettendo sul nulla e il suo universo.
(Ahogo y desahogo.1997)
Morì in fretta, come se da sempre avesse conosciuto l’eternità. Intonò un inno antico e sparì tra il fuoco di un vulcano e le acque del mare. Sintetizzò la sua vita in un battito d’ali di un effimero volo intorno all’amore e nel tono magico di un colore che non aveva spazio nella realtà e neanche nelle possibilità dell’aldilà. Per questo la sua vocazione al silenzio. Le foglie cadute e le cime innevate permisero che rubasse un’onda e oltre le nuvole si sedesse a scrivere tutti i suoi lamenti. Da ciò quella distanza nei suoi occhi, quel rumore nelle sue orecchie e quell’addio col sorriso di una rosa nella sua voce … E così l’eternità delle sue orme.
(Otras contradicciones, 2000)
Non conosco la definizione della poesia. Ma questa sera, di fronte al mare, un gabbiano mi dà una forma, che di volta in volta completa la sua armonia e va oltre i vaticini, si arrampica su un’onda e si addentra nella sabbia della spiaggia. Piena di gioia disegna un applauso e annida nel suo proprio volo, per risvegliare il fascino di un concerto di J. S. Bach nelle orecchie del silenzio. Questa sottile oreficeria di sensibilità sprofonda nel mio respiro. Con delicata crudeltà, copia del rituale della nascita, slaccia il mio petto e lo riempie d’amore … Quindi corrobora la mia adesione al verso. E con il peso del suo volo nella mia coscienza cado sempre verso …, dove, precisamente, la poesia fonda la propria eternità.
(Con mis errores, 2005)
L’armonia è l’uccello
nel suo volo e nel suo canto,
ma il suo silenzio non è inferiore
di quando canta e vola,
perché la massima armonia
è l’uccello in silenzio.
(Choque de versos, 2010)
Voglio un porto errante con un’onda senza sponde. Voglio il dattero dell’incontro. Voglio la gioia della tua bocca. Voglio la tua dimora di stupori, dove pascoli i miei ricordi. Voglio girare il vento per raccogliere la tua voce nelle mie ancestrali emozioni. Voglio che mi guidi in questo labirinto. Voglio un lungo addio della tua giovinezza nella mia vecchiaia e la meraviglia di non conoscere la mia morte ora e la tua vita sempre.
(La insaciable fantasía. Inedito)
La morte è un istante e niente di più. E’ carente di rotta e durata. Cade nel nulla e non la muove nessuno. Non conosce limiti ed è letalmente innamorata di tutto ciò che nasce e vive. Per ciò, quando mi rendo conto della sua presenza, la celebro e metto a sua disposizione ognuna delle mie mattine, sere e notti. Sicuramente la morte ci vizia tutti.
(inedito)
Al nro 33 della strada Whitman, c’è la Biblioteca «Dio». Entro e mi incontro col suo direttore, il signor Arpur; Lo interrogo e lui, gentilmente, mi dice: “In questo settore di sinistra ci sono più di 390.000 libri che negano l’esistenza di Dio. E nel settore a destra ci sono 510.000 libri che affermano l’esistenza di Dio «
-Molto bene- rispondo. Umanamente e statisticamente, Dio esiste. Per questo sono venuto da così lontano , calcoli lei, da Urica, un piccolo paesino del Venezuela. Molte grazie.
(Inedito)