«…Al pensar en filosofía, escucho el eco de un equilibrio precario, puesto que su hallazgo se cifró quizá en un marco de composición narrativa fragmentada. Esa modulación me permite afinar los sentidos en perspectiva, generando una grieta que crea un nuevo tipo de sensibilidad, una sutileza de la elegancia o quizá una especie de iniciación en la maestría de la sospecha…»
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Dentro de los ecos del Coloquio Internacional de Poesía & Filosofía, compartimos esta entrevista realizada por el escritor mexicano Ulises Paniagua a la filósofa y escritora colombiana Janneth Rico Preciado, acerca de la ciencia y el oficio de la Filosofía.
Y recuerda, como dijo María Zambrano, que «“La acción de preguntar supone la aparición de la conciencia.»
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Lo primero que quiero preguntar es: ¿tienes un concepto definido de lo que es la filosofía?, ¿has logrado hacerte de una definición propia a través de su estudio?
Al pensar en filosofía, escucho el eco de un equilibrio precario, puesto que su hallazgo se cifró quizá en un marco de composición narrativa fragmentada. Esa modulación me permite afinar los sentidos en perspectiva, generando una grieta que crea un nuevo tipo de sensibilidad, una sutileza de la elegancia o quizá una especie de iniciación en la maestría de la sospecha.
¿Esa concepción fue diferente en algún momento? Es decir, ¿tuviste algún criterio distinto al respecto de la filosofía en otra época de tu vida?
Para interpretar un instrumento, es necesario —a mi modo de ver— una especie de introspección orgánica, una tan delicada que permita escuchar de manera extracotidiana; por lo tanto, en el caso de la filosofía, los sentidos se afinan de acuerdo a una propiocepción única, donde se es partícipe de un cambio tonal que analiza la transformación del entorno y el microcosmos interno. Es una danza dual, que se inaugura en la capacidad de observación.
¿Qué filósofas o filósofos clásicos han marcado tu vida o tu perspectiva académica?
En esos ecos de lo denominado clásico, podría nombrar a Heráclito el Oscuro, quien, desde mi punto de vista, posee una voz enigmática y profunda, puesto que sus postulados se contienen en una gravedad necesaria. La música interna de sus textos me ha requerido una sensibilidad que camina —desde mi punto de vista— sobre el afilado hálito de la poesía.
¿Crees que exista una relación cercana, profunda, entre poesía y filosofía, o consideras que no tienen liga alguna?
La relación entre filosofía y poesía es una especie de estuario, ya que existe una correspondencia de intensidades y fugas, donde acude no solo la aguda percepción, sino también el cuerpo de la sensibilidad, entendida esta última como herida y caudal. La filosofía posee una intensidad que permite interpretar desde la agudeza; por otro lado, la poesía se expande en la multiplicidad de lo sutil e inacabado; quizá podría invocar el caudal de otro tipo de comprensión que se nombra en una afinación oculta, que alberga un canto iniciático. El cruce entre filosofía y poesía es violento y en acorde menor; podría nombrarse transitoriamente como un encuentro de profundidades.
¿Piensas que exista filosofía más allá de la palabra, o es un asunto exclusivamente oral o escrito? Quiero decir, en el sonido, en lo visual, ¿puede hallarse a la filosofía?
El cuerpo, asistido en la capacidad de interpretar, genera –desde mi punto de vista– un canon de observación portátil. En ese sentido, la filosofía está en la palabra, sea escrita o hablada, y también transita fuera de esa singularidad, puesto que el arte, en sus diferentes lenguajes y en el más afortunado de los casos, interpela, atropella, genera crisis, no aplausos condescendientes. La fuerza de Sankai Juku, Sainkho Namtchylak, Anna-María Hefele o Natascha Nikeprelevic, el palpitante universo de Wiliam Turner o el arte del Shodō japonés, invita a un encuentro único, donde la carne del cuerpo se permite vibrante. Asombro y sospecha, interpelación y duda. Una danza posible para invocar al pensamiento, desde la rareza o el extrañamiento.
¿Existe la filosofía más allá de la academia?
Existe, afortunadamente. La academia podría sentirse en estado de pesadez, a la cual se asiste para comprender un vértigo calculado y, sin embargo, necesario. Por otro lado, el camino del funambulista que habita en la cotidianidad, donde no se requieren normas de citación o estructuras textuales, podría ser una voz para acudir al desamparo de la caída libre; en este caso, recuerdo a Paul B. Preciado, con su excepcional proceso de apertura conceptual desde el campo real de la vivencia, donde el cuerpo cobra un sentido vibrátil.
¿Crees que la Filosofía clásica se ha construido sobre el marco de la “verdad”, o existe un sesgo de occidentalización y misoginia en lo clásico?
Occidente ha generado una narrativa, con bemoles e interpretaciones, muy convenientes. Si se pone en crisis lo que asiste como verdad, los sesgos se ven como lo que podrían invocar: una suerte de manifestación de lo igual; por lo tanto, leer más allá de ese canon es quizá la manera más atenta de salir de la trampa que se impone el proyectarse en ese espejo, sin caer en el filtro de la romantización.
Considero que la necesidad de pensar desde el territorio se emancipa de las líneas temporales y la historia oficial. Por lo tanto, las voces singulares de Gayatri Spivak, Marie Bardet, Chantal Maillard o Rodolfo Kusch desbordan límites e inauguran una posibilidad, no solo desde la mirada de lo que se ha llamado “subalterno”, sino también desde los cimientos de la realidad circundante. Pensar desde la Tierra pareciera un mantra más del hipismo posmoderno y, sin embargo, se plantea como una posibilidad viable, ya que es fundamental generar conceptos con dos presupuestos claros: Pensamiento crítico y perspectiva histórica, cimientos que, desde mi punto de vista, asumen la valorización de las comunidades ancestrales y su sistema de análisis de la realidad objetiva. Así, desde ese lugar, leer a Kant, a Hegel o a Nietzsche no se convierte en la única posibilidad, más bien en una alternativa, para generar una mirada diversa, que permita construir un pensamiento propio en relación al cambiante terreno de lo humano.
¿Qué tipo de filosofía podría o debería hacerse hoy, en el siglo XXI?
Una filosofía de la hibridez que analice la justa cicatriz de la grieta de la humanidad, quizá. Un modelo para desarmar, una filosofía, portátil y cotidiana, donde se asuma el cuerpo como potencia, para ahondar en una experiencia sensible.
¿Qué filósofas o filósofos actuales, o al menos cercanos al siglo XXI, ¿te han parecido relevantes?
La voz de Chantal Maillard, Jean-Luc Nancy y Rodolfo Kusch ha sido una compañía fundante, ya que existen resonancias y vasos comunicantes que me permiten pensar en el concepto de lo sagrado en la carne propia. Nancy, desde su observación del cuerpo como terreno propicio de acontecimientos; Kusch, desde la mirada intensa de la piel de la tierra; y Maillard, con la pregunta por la razón estética, tema que de manera personal me interpela con profundidad. Este canon ha suscitado un extrañamiento necesario, que me ha permitido indagar con una honestidad atravesada por la inauguración de un universo de pensamiento propio.
¿Cómo contemplas el estado del mundo actual y cómo pinta el futuro, según tus ojos?
«Todo lo que le pase a la tierra les pasará a los hijos de la tierra». Este fragmento que aparece en la carta del gran jefe Seattle, de la tribu de los Swamish, a Franklin Pierce, presidente de los Estados Unidos de América en 1854, define para mí el estado actual del mundo. Siento que quizá, si nos detenemos a pensar con todo el cuerpo, habrá una segunda oportunidad para definirnos como seres orgánicos y finitos en relación a la naturaleza.
¿Crees que la filosofía pueda contribuir a la construcción de un futuro mejor, de algún modo?
Pienso que la filosofía contribuye al análisis del presente y la lectura profunda del pasado, puesto que el futuro podría no construirse en línea recta.
¿Quieres compartir un mensaje para el futuro próximo?
Comparto un fragmento de El refugio de los dioses, mi más reciente poemario.
PEQUEÑA ESPINA EN EL DEDO ÍNDICE DE DIOS
I
Pulverizar la roca del nacimiento
sin el milagro del pan
enferma el espíritu.
Sin la palabra del origen
el rito que danza es espejo,
armonía oculta,
cuchillo que se aferra a la herida,
silencio inaugural.
II
Entregada al rito
arrullo al tiempo como a un niño recién nacido,
lo alimento, evitando la muerte súbita
giro sobre el vacío.
El tiempo en la roca es lenguaje transparente,
respira, esqueleto de luz,
un dios no tiene comienzo ni final.
Referencia biográfica de Janneth Rico Preciado. (Sogamoso, 1979)
Artista interdisciplinar, poeta y filósofa (F). Egresada del Taller de Escritores de la Universidad Central de Bogotá (TEUC) y del Taller de Narrativa R.H. Moreno Durán de RENATA. Su trabajo como narradora y actriz ha sido presentado en festivales internacionales en Ecuador, Perú, Paraguay, Chile, Uruguay, Argentina y Colombia. Fue jurado del Premio Nacional de Poesía Eduardo Carranza. Textos suyos aparecen en diversas publicaciones sobre poesía y filosofía, al igual que en la antología: El libro del polen (Abisinia Ed., Bogotá, 2022). Morir es un país que amabas, Poesía y Memoria por nuestros Líderes y Lideresas Sociales (Abisinia Ed., Bogotá, 2024). Su trabajo narrativo apareció por primera vez en el libro: Pisadas en la niebla: Antología de nuevos cuentistas boyacenses (Común Presencia, Bogotá, 2010). Publicó el poemario: El refugio de los dioses (Abisinia Ed; Buenos Aires, 2023) y, con su poema Cartografía secreta de Sísifo, obtuvo el Premio Centenario de Albert Camus, organizado por la Alianza Francesa de Olavarría, Argentina.