No sería posible explicar el arribo al gobierno de Evo Morales, en enero de 2006, sin traer a colación el quiebre del sistema de partidos políticos vigente por entonces desde la década de los años 80 del siglo pasado. Entre otras prácticas odiosas y censurables, el partido o coalición gobernante le dedicaba grandes esfuerzos y recursos para asegurar la subordinación política del Poder Legislativo con dos objetivos: facilitar la aprobación de los instrumentos jurídicos necesarios para el despliegue de las políticas públicas, lo que, por cierto, era y es entendible; y, en segundo lugar, evitar una eficiente y oportuna fiscalización a la gestión de Gobierno, lo que, en realidad, sólo sirvió para favorecer y fomentar la corrupción pública.
La interpelación en el Órgano Legislativo a los miembros del gabinete ministerial era y es todavía el procedimiento de fiscalización más radical. Consiste en convocar a uno o varios ministros a una sesión parlamentaria, en la que él o los representantes nacionales interpelantes presentan las evidencias, debidamente valoradas, de la existencia de una política pública equivocada o de la presencia de un inequívoco acto de corrupción, dañino para el Estado y el interés general. A todas luces se trata de una herramienta concebida para ser aplicada en genuinos actos de control sobre el Órgano Ejecutivo, por ello, más apta para la oposición que para el partido de gobierno.
¿Cómo evitaban los partidos tradicionales el uso de este eficaz instrumento de fiscalización? Los parlamentarios de la bancada oficialista, controlados desde el Ministerio de la Presidencia y respaldados por la mayoría en la Asamblea Legislativa, se apresuraban a interpelar a los ministros bajo sospecha, para evitar así que los representantes de la oposición lleven adelante un auténtico y legítimo proceso fiscalizador.
Convertían, de ese modo, un saludable mecanismo de corrección de errores y represión de delitos en un fraudulento ceremonial parlamentario, carente de función social y política, que terminaba convirtiendo a los diputados y senadores oficialistas en encubridores, cuando no cómplices, de las malas decisiones gubernamentales y de concretos episodios de corrupción que, pese a la burda maniobra, eran ya de conocimiento público. La población presenciaba atónita y crecientemente enojada la farsa.
Esas y otras repetidas prácticas, igual de odiosas, determinaron, en efecto, el derrumbe del sistema de partidos políticos al inicio del siglo XXI y favorecieron la captura del gobierno por el MAS. Consciente de ese hecho, Evo Morales, en sus discursos de posesión, en enero de 2006, se atrevió a pontificar en los siguientes términos:
“… las prebendas en Bolivia ya no van, acá el instrumento político ha puesto en balanza dos poderes: el poder de la prebenda, el poder económico y el poder de la conciencia” (discurso en Tiwanaku).
“… antes se hablaba de la democracia, se luchaba por la democracia, se hablaba de pacto por la democracia, pacto por la gobernabilidad. El año 1997, cuando llegué a este Parlamento, no he visto personalmente ningún pacto por la democracia ni por la gobernabilidad; sino los pactos de la corrupción, pacto de cómo sacar plata de dónde y cómo, felizmente había tenido límite y se acabó gracias a la consciencia del pueblo boliviano”… “y quiero pedirles a los parlamentarios del MAS: no aprendamos la mala costumbre de bloquear” (discurso en el Congreso Nacional).
Ayer, miércoles 4 de julio, más de 12 años después de la falsa promesa, se llevó a cabo la interpelación a los ministros de Justicia y de Minería por el bullado caso Quiborax – Non Metallic Minerals, cuyo desenlace ocasionó al país en cuantioso daño económico. ¿Quiénes oficiaron de interpelantes? Dos representantes del MAS que, dada la absolución de los ministros enjuiciados, no podrán convencer al país que les animaba un genuino espíritu fiscalizador; del mismo modo que no pudieron hacerlo los partidos tradicionales durante la democracia pactada.
De cara a la censurable conducta de los ministros y de sus interpelantes, en la digitada interpelación del día de ayer, ¡qué lejanas parecen ahora las palabras vertidas por Evo Morales en 2006! ¿Dónde quedaron esas ofertas de transparencia, de rectitud e institucionalidad? No cabe duda, el MAS y su líder son hoy tan tradicionales como los partidos políticos que les allanaron el camino al gobierno.