Cada 16 de septiembre, el mundo celebra una fecha que busca transformar el mapa del conocimiento: el Día Internacional de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación para el Sur. Proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2024, este día nace como resultado de la Cumbre sobre Ciencia e Innovación del G77 + China, celebrada en La Habana en 2023. Su propósito es claro: visibilizar el papel estratégico de la ciencia en los países en desarrollo y fortalecer la cooperación Sur-Sur como vía para construir un futuro más equitativo.
La ciencia, lejos de ser un privilegio de las economías avanzadas, debe ser una herramienta de justicia. En un mundo marcado por desigualdades estructurales, donde el acceso al conocimiento sigue siendo profundamente asimétrico, este día representa una oportunidad para repensar cómo se produce, se comparte y se aplica la innovación. No se trata solo de cerrar brechas tecnológicas entre el Norte y el Sur global, sino de reconocer que las soluciones más efectivas muchas veces nacen desde los márgenes, desde contextos donde la creatividad compensa la escasez de recursos.
Los desafíos son múltiples y persistentes. América Latina, por ejemplo, invierte en promedio apenas el 0,7% de su PIB en investigación y desarrollo, mientras que África permanece por debajo del 0,5%. En contraste, economías emergentes como Corea del Sur o China superan el 2%, lo que evidencia una brecha que no es solo económica, sino también política y estructural. La falta de infraestructura científica, la escasa conectividad, la fuga de cerebros y la débil articulación entre ciencia y políticas públicas son obstáculos que limitan el potencial transformador del conocimiento en el Sur global.
Sin embargo, este día también celebra los logros que demuestran que la innovación no depende exclusivamente del capital. En África austral, el centro de transferencia tecnológica de la OMS ha integrado a socios de América Latina y Asia para desarrollar capacidades regionales en la producción de vacunas de ARNm. En Brasil, la Fundación Fiocruz ha colaborado con el Institut Pasteur de Dakar y centros asiáticos para mejorar el diagnóstico genómico de enfermedades como el dengue y la COVID-19. En India, el ICRISAT ha trabajado junto a Embrapa y entidades africanas para desarrollar cultivos resistentes a sequías, combinando saberes ancestrales con ciencia de vanguardia.
Bolivia también ha sido parte activa de esta cooperación. En el ámbito de la agroecología, ha compartido experiencias con Perú, Ecuador y Brasil en producción sostenible y seguridad alimentaria. En salud comunitaria, ha trabajado junto a Cuba y otros países andinos para fortalecer la atención primaria en zonas rurales. En educación intercultural, ha impulsado modelos que integran saberes indígenas con tecnologías apropiadas, generando una pedagogía situada que responde a las realidades locales.
La cooperación Sur-Sur no se limita a intercambios técnicos. Es una forma de construir soberanía científica, de generar conocimiento desde y para los territorios. Países como Senegal, Bangladesh, México, Indonesia y Sudáfrica han demostrado que es posible innovar desde el Sur, creando redes de investigación, laboratorios móviles, plataformas de bioinformática colaborativa y sistemas de energía comunitaria que responden a las necesidades reales de sus poblaciones.
Las universidades juegan un rol central en este proceso. Son espacios donde se forma el talento joven, se produce investigación aplicada y se construyen redes académicas que trascienden fronteras. En muchos casos, son los estudiantes quienes lideran proyectos de innovación social, emprendimiento científico y divulgación del conocimiento. Este día pone el foco en ellos, en las nuevas generaciones que entienden la ciencia no como un lujo, sino como una herramienta de transformación.
La ciencia, la tecnología y la innovación son fundamentales para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Desde la salud hasta la energía, pasando por la educación, el agua y el medio ambiente, las soluciones adaptadas al contexto local son esenciales para construir un mundo más justo, resiliente e inclusivo. Pero para que esto sea posible, es necesario democratizar el acceso al conocimiento, fortalecer las capacidades nacionales y regionales, y promover una cooperación basada en la solidaridad, la horizontalidad y el respeto mutuo.
Este 16 de septiembre no es solo una fecha en el calendario. Es una declaración de principios. Una afirmación de que el Sur global no solo tiene desafíos, también tiene respuestas. Que la innovación también nace donde hay menos recursos, pero mucha creatividad. Que el conocimiento puede y debe ser un motor de desarrollo inclusivo. Y que la ciencia, cuando se pone al servicio de la vida, puede ser el hilo que teje un futuro más digno para todos.