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Indagaciones sobre la monstruosidad y su relación con lo humano

Márcia Batista Ramos

Hablar del monstruo es hablar del miedo y, al mismo tiempo, de la fascinación que nos inmoviliza frente a lo desconocido. La monstruosidad no pertenece únicamente al reino de la imaginación ni se reduce a los relatos de la infancia. Es un dispositivo cultural que acompaña a la humanidad desde sus orígenes. Allí donde el hombre traza límites, el monstruo aparece para desbordarlos; allí donde la norma establece un orden, el monstruo se alza como su reverso insumiso.

El monstruo no existe fuera de lo humano, pues se alimenta de nuestros temores, respira nuestras culpas y se nutre de lo que arrojamos al exilio de lo innombrable. No es una criatura externa ni aberración ajena, sino carne viva de nuestras contradicciones. Comprenderlo es mirarnos en el espejo oscuro de nuestros excesos y silencios.

El miedo constituye la matriz primera de toda monstruosidad. Siempre hay un temblor inicial, una piel erizada que se transforma en figura. Pero su rostro cambia con los tiempos ya que, lo que ayer fue demonio, hoy puede ser extranjero; lo que fue herejía, mañana será diferencia. Como advirtió Michel Foucault, lo monstruoso señala el límite de lo normativo, la línea donde se cruzan lo imposible y lo prohibido (Los anormales, 1975).

Cada época fabrica los monstruos que necesita. En la Edad Media, el miedo a lo femenino ardió en las hogueras inquisitoriales; en la modernidad, la sospecha cayó sobre cuerpos considerados “degenerados”, como si la desviación pudiera leerse en los huesos y en los rostros. Mary Shelley, en Frankenstein (1818), anticipó la paradoja de lo moderno, ya que, para ella, el monstruo ya no era castigo divino ni anomalía natural, sino criatura de la propia hybris humana. En nuestro presente, los monstruos se vuelven invisibles y globales, al presentarse como virus que paralizan sociedades, personas convertidas en amenaza por los discursos de odio y las tecnologías que desbordan toda ética.

Lo monstruoso cumple una función en el imaginario colectivo como: marcar la frontera de lo normal, preservar un orden por medio de la exclusión, convertir el miedo en política. Como recuerda Julia Kristeva, lo abyecto es aquello que nos repele y nos constituye al mismo tiempo (Poderes de la perversión, 1980). El monstruo es esa figura abyecta que expulso para definirme, pero que nunca deja de habitarme.

Sin embargo, lo monstruoso no se agota en la amenaza, porque también abre un espacio de resistencia, por ejemplo: lo que ayer fue llamado deformidad, hoy puede pensarse como diferencia; lo que se persiguió como anomalía, hoy puede reivindicarse como identidad. El monstruo nos recuerda que la humanidad no está concluida. Cada intento de definirla encierra violencia y exclusión. En su exceso palpita la posibilidad de otra humanidad más amplia, más compleja, menos complaciente con sus propios límites.

En la contemporaneidad, los monstruos ya no son únicamente criaturas literarias o mitológicas; son en muchos casos, sistemas que devoran vidas, poderes que engullen comunidades, violencias que desgarran territorios. Del mismo modo son cuerpos y voces que se reapropian de esa etiqueta, transformando la monstruosidad en potencia emancipadora.

Hablar del monstruo es hablar, en última instancia, de nosotros mismos. Los monstruos son espejos, en sus rostros deformados late siempre nuestra carne temblorosa, atravesada por culpas y deseos. No son lo opuesto a lo humano, sino su revelación más cruda.

Lo que más aterra no es la monstruosidad en sí, sino la certeza de que habita en nuestras entrañas. Por eso seguimos inventándolos, temiéndolos, expulsándolos y, a veces, también abrazándolos. El monstruo no desaparece porque no es ajeno, vive en la misma grieta que nos constituye. Hablar de él es hablar de lo humano en su límite, en su abismo, en su potencia de reinvención.

Foucault, Michel. Los anormales. Curso en el Collège de France (1974-1975). Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2001.

Kristeva, Julia. Poderes de la perversión: ensayo sobre la abyección. Madrid: Siglo XXI, 1988.

Shelley, Mary. Frankenstein, o el moderno Prometeo. Londres, 1818.

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