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Huérfanos por la violencia

Por: Nayma Enriquez T./ Para Inmediaciones

El feminicidio de Francisca marcó con dolor la infancia de sus dos hijos, ellos hoy viven en un hogar de La Paz esperando un mejor futuro.

El delgado e inmóvil cuerpo de Juan Pablo yacía sentado sobre una silla de madera del hogar alteño, tenía la mirada perdida, no quería comer ni hablar con nadie, observaba la pared como buscando borrar todo lo que había pasado días antes. Tenía los pies cruzados y las manos en los bolsillos, su peso había disminuido mucho, estás flaco diría su madre, sus labios secos delataban que no había probado líquido en bastantes horas, sin embargo nada lograba borrar su rostro de dolor y rencor.

El luto llega a la  vida de dos niños

El sol se había apagado sobre el cielo alteño y la oscuridad empezaba a reinar cuando se vivió aquella violenta escena, había gritos en la casa de ladrillo de la zona Amig Chaco del distrito 3 de El Alto, pero nadie  de los vecinos se atrevió a tocar la puerta negra para ver que sucedía, los perros ladraban y el televisor de la sala emitía un programa de dibujos animados.

Francisca la esposa cuestionaba a su esposo por el poco dinero que traía a casa y la aparición de esa de mujer que desde hace meses había provocado muchas peleas en este matrimonio.

Al fondo de la casa dos niños estaban ocultos, uno era Juan Pablo y la otra Mariana, ella recientemente había cumplido siete años y él tenia ocho. Ambos estaban debajo la mesa de la sala mirando hacia la cocina, minutos antes sus padres salieron discutiendo y se dirigieron hasta donde estaban ahora, no se lograba ver mucho por la oscuridad, solo siluetas que hacían ademanes de uno y otro lado, hasta ese momento los niños no imaginaron  la gravedad de lo que sucedió allá  y la secuela que dejaría en sus vidas.

De repente el griterío y llanto de la madre de familia se apago en aquella habitación, el silencio se apodero de aquella vivienda.

Tuvieron que pasar varios minutos para que los niños se atrevieran a salir de su escondite, fueron al patio e ingresaron a la cocina, su padre ya no estaba, la puerta de metal se tambaleaba por el viento y los perros tampoco estaban, salieron sin que ellos se dieran cuenta. Ingresaron e inmediatamente vieron aquella escena que quedaría marcada en sus memorias de por vida, Francisca Quispe su madre, aquella mujer de la provincia Pacajes que había llegado hace 10 años a El Alto, estaba tirada en el piso de cemento, de su vientre escurría sangre y ella aún tenia la mano en el cuchillo de cocina incrustado en su estómago, el mandil de cuadros se había machado casi por completo de rojo, la sangre también había manchado el piso que siempre estaba limpio, porque era regla de su madre.

Como adormecidos aún y pensando que todo era mentira se acercaron al cuerpo ya inerte de Francisca, la  pequeña Mariana rozo con su pequeña mano la mejilla  de su madre que todavía estaba tibia y Juan Pablo la tomo del hombro, no sabía qué hacer, ni cómo reaccionar, solo atinaron a decir mami, mami…no hubo respuesta y estuvieron así durante aproximadamente 20 minutos, cuando por fin el hermano mayor reacciono, fue a buscar a la vecina doña Yola, toco desesperadamente la puerta  de la casa contigua y dijo mi mamá está mal, doña Yola, la vecina salió violentamente y dijo que pasa?, Juan Pablo mostraba recién su rostro de dolor y dijo mi mama está mal, doña Yola quien había conocido de la violencia que vivía Francisca corrió rápidamente hacia la casa del crimen para  encontrar aquel horrendo cuadro.

Poco a poco el lugar se lleno de vecinos, convocaron al presidente de la zona y llamaron insistentemente a la policía, al noveno intento una operadora de Radio Patrullas 110 contesto, dijo enviaría a una patrulla.  A la hora de aquel hallazgo llego una camioneta de la Fuerza Especial de Lucha contra  la violencia, dos investigadoras, una miembro de laboratorio  quienes empezaron a tomar las pericias y recolectar evidencias de aquel feminicidio.

Recolectaron un cuchillo de cocina, el mandil lleno de sangre y un celular de la escena del crimen, tras subir a Francisca a la parte posterior de la camioneta policial las uniformadas dejaron el lugar, en medio de la resistencia de vecinos quienes insistían  en que no se llevaran el cuerpo de aquella mujer  a la que calificaron de buena vecina. La policía explico que ese procedimiento debía cumplirse para lograr el certificado médico forense que les permitiría  enterrarla sin problemas más adelante.

La tristeza se apodero de esa zona alteña, los vecinos aún no entendía que había pasado, los más cercanos a la familia Mamani Quispe  sabían acerca de las peleas que tenia  Francisca con su esposo don Juan Mamani, pero nunca imaginaron que todo acabaría así.

Juan Pablo y Mariana esa noche dormirían con doña Yola, quien consternada e incrédula por lo sucedido con palabras  cariñosas daba alimento a los dos  niños.

El plato de fideo, chuño y huevo no fue tocado por Juan Pablo que se quedo como hipnotizado, mientras la hermana menor devoro todo como si no hubiese comido en días, después de ello, los niños fueron enviados a la cama, esto tampoco  apago el rostro gris y triste de Juan Pablo.

Al día siguiente la policía logro ubicar a don Juan Mamani, hombre de 45 años que había escapado a la casa de su madre tras aquel episodio que dejo huérfanos de madre a sus dos hijos, según relato la investigadora asignada al caso, Juancho, como le decían, estaba sentado en un rincón de una cama como esperando que lo fuesen a buscar, no opuso resistencia a la aprehensión, salió de la casa ubicada en la zona Kenko con la cabeza gacha y fue conducido a instancia policiales donde fue llevado a una celda junto a varios otros aprehendidos, no quiso declarar cuando la policía lo convoco, el abogado de  defensa pública dijo mi cliente se acoge al derecho al silencio.

Pasaron 48 horas para que Juan Mamani Cusi oriundo de la provincia Camacho escuchara la determinación del Juez Primero Anticorrupción y  violencia a la mujer, decir que él quedaba con detención preventiva en el penal de máxima seguridad de Chonchocoro.

Víctimas colaterales

Habían pasado  72 horas cuando la Defensoría de la Niñez y Adolescencia de la ciudad de El Alto trasladara  a Juan Pablo y Mariana al hogar 24 horas, él fue asignado a una habitación con otros dos varones, ambos mayores que él y la pequeña fue llevada junto a una adolescente de 13 años que dijeron la  cuidaría. El semblante en el rostro de Juan Pablo no desaparecía, al contrario parecía que día a día se ponía más  agresivo, su diminuto, delgado y frágil cuerpo no comulgaban con su edad, de repente parecía que se hubiese convertido en adulto. Casi no comía y no hablo con nadie más durante los próximos seis días.

El panorama de Mariana en cambio fue diferente, hablaba con otras niñas como si nada hubiese ocurrido, comía y curioseaba en la habitación llena de juguetes del hogar alteño.

Solo algo llamo la atención a las responsables del lugar, Mariana tomó una desgarbada Barbie que había llegado al lugar como parte de los regalos de una campaña navideña, la abrazo y no la volvió a soltar.

Los días pasaron y  un error administrativo hizo que los hermanos Mamani fueran separados, los  llevaron a hogares distintos, la administración municipal hizo esfuerzos vanos para buscar a una familia ampliada que pueda recibirlos, tanto en El Alto como  La Paz no se pudo contactar a nadie.

Han pasado dos años desde aquel horrendo crimen que según la legislación boliviana es un feminicidio, el padre recibió la sentencia de 15 años de reclusión, su abogado alego que fue por emoción  violencia y ahora él está recluido pagando por aquello que también cambio su vida.

Cuando hable con Juan Pablo dos años después por casualidad yo me encontraba haciendo una entrevista sobre  los anhelos de niños  por el 12 de abril, me acerque a él porque me llamo la atención su apariencia, su rostro de adulto en cuerpo de niño, no sonreía como el resto, ni comía su torta con chocolate que habían preparado para niños de hogares de  La Paz y El Alto, me acerque y le dije hola, no respondió  y tampoco lo reconocí, su cabello largo y negro lucían diferentes y su aspecto de niño de colegio de uniforme deportivo había sido cambiado por un canguro café que dijeron las educadoras le gustaba colocarse casi siempre.

Trate de provocarle una sonrisa pero nada cambiaba ese rostro lleno de rencor, le pregunte que quieres ser cuando seas grande? y enseguida respondió, quiero crecer para matar a mi papá, su respuesta me dejo quieta y recién pude percatarme del dolor tan grande que cargaba aquel niño. No dijo nada más y se alejo del grupo de niños, niñas y adolescente que se alegraban en aquel día de abril.

Indague sobre Mariana, ella también estaba en el hogar, tampoco la reconocí, ahora tenía el cabello corto y vestía una calza azul y chompa verde, según la psicólogas el lugar se había convertido en una niña depresiva, aún conservaba esa muñeca con la que se había encariñado y que se había resistido a dejar desde la primera vez que la abrazo.

La Psicóloga  Alejandra Copa  que trabaja con hogares de la ciudad de El Alto, dijo que esos cambios de conducta ocurren cuando una persona vive un evento traumático como ellos, los niños por lo general cobijan mucha violencia y las niñas tienden a la depresión, se trata de hacer trabajos con ambos relato, pero ello tomaría bastante tiempo.

El tiempo sigue pasando y me anoticie que los hermanos Mamani Quispe viven en un hogar, vanos fueron los intentos por buscar familia, pasaron a la situación de adoptables, pero la burocracia en los trámites y el hecho de buscar que no los separen los sigue manteniendo en la misma situación.

Solo algo llama la atención profundamente  en ambos niños, el rencor creciente a la vida de Juan Pablo y la depresión de Mariana, dos niños  huérfanos por la violencia.

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