De: Carlos Crespo Flores / Inmediaciones
Para Laurita
A fines de la década del 90’, Marc Gavaldá, entonces investigador asociado en el CESU, me introdujo a la permacultura, y me contaba sus experiencias de agricultura ecológica en el centro social okupado de Kan Pascual en Barcelona, de donde venía. De esa manera empezé a navegar en el paisaje de la Agricultura Urbana y Periurbana (AUP); ese momento, para Cochabamba, las ideas de Marc parecían un exotismo ecologista. Años después, acompañando la ECOFERIA de la ciudad de Cochabamba conocí prácticas concretas de AUP, algunas de ellas parte del libro presente.
El texto LA AGRICULTURA URBANA Y PERIURBANA EN BOLIVIA (2017) es una herramienta de trabajo muy útil para quienes deseen planificar e implementar iniciativas de AUP en el país, desde la sociedad civil principalmente, aunque las instancias de gobierno relacionadas con la problemática también pueden tomar como referencia sus análisis y lineamientos. Como CESU hemos apoyado el evento regional de Cochabamba y nos sentimos complacidos con el resultado final. En el presente texto se trazan algunos aspectos relevantes del libro.
La Agricultura Urbana y Periurbana como alternativa a la Desagrarización
Una vertiente de la crisis actual, de acuerdo a los autores, es la existencia de un proceso de desagrarización productiva y cultural, tanto a nivel urbano como rural, traducida en la hegemonía de imaginarios del desarrollo y el progreso. (pp. 3). Efectivamente, en el caso del valle cochabambino, paulatinamente la población desconoce el origen y forma de cocción de los alimentos, particularmente tradicionales. Dos ejemplos ilustrativos al respecto: el ajo local hoy está siendo sustituido por el importado de China, la nueva potencia mundial productora y consumidora de nuestra producción alimentaria. Por otro lado, asistimos al debilitamiento de la memoria alimentaria bioregional valluna; comidas como el ají de chuño o la sopa de llulluch’a, están desapareciendo de la mesa gastronómica local. Como señalan los autores, actualmente la agricultora es más un negocio que una forma de vida. El valle de Cochabamba, históricamente asociado a una cultura agropecuaria, ha sido desplazado por otras actividades “no materiales”, como el comercio o servicios.
En ese contexto, la Agricultura Urbana y Periurbana (AUP) constituye una alternativa a la desagrarización, nos recuerdan los autores del texto. La AUP está vinculada con la Agroecología, como una forma de acción colectiva para la seguridad y soberanía alimentaria, que conecta a productores y a estos con los consumidores, dando soluciones al tema alimenticio local. Al mismo tiempo, la AUP está invisibilizada de los análisis y valoraciones sobre la Seguridad y Soberanía Alimentaria; de ahí que el documento evidencie el desconocimiento de los aportes económicos y productivos de la AUP, a pesar de la existencia de numerosos emprendimientos y experiencias en las ciudades del país (pp. 12).
Algunos rasgos de la AUP
A diferencia de lo que propone la agricultura convencional y la llamada «revolución verde», que impulsan la homogeneización de los sistemas de producción, la AUP tiene una orientación local, bioregional, en función al piso ecológico en el que se implementa la experiencia, pero también el tamaño de la unidad productiva y la forma de gestión -sea esta asociativa, familiar/individual- (pp. 14).
Otra faceta es su enfasis en la cooperación. El apoyo mutuo es fundamental en la AUP. Los autores hablan de la interdependencia para crear soluciones diversas y respetar acuerdos (pp. 46). Como ha demostrado Richard Sennett, el capitalismo, hoy, está debilitando la capacidad del ser humano para cooperar. En Bolivia este proceso lo estamos viviendo los últimos años, por ello la AUP es parte de una apuesta por cohesionar la sociedad desde la cooperación.
Lo anterior supone matizar el rol del Estado. En una corriente académica dominante hoy, de orientar la investigación hacia la incidencia en las políticas públicas, en las decisiones estatales, este libro, por el contrario, busca fortalcer las redes y prácticas de AUP en la sociedad civil. Sobre la institucionalidad estatal de la AUP, el documento hace referencia al Programa Nacional de AUP, dependiente del ministerio de desarrollo productivo y economía plural, e impulsado por la FAO. De hecho, este organismo de NNUU ha apoyado la expansión de la AUP en Sucre (pp. 14). Leyendo el objetivo del programa, se observa el enfoque «pro-poor» antes que una alternativa de vida y desarrollo autónomo: Promover “procesos integrales para promover y fortalecer la Agricultura Urbana y Periurbana como medio que facilite el acceso a alimentos sanos y nutritivos, y cree alternativas de generación de empleo e ingresos para familias en condición de pobreza presentes en las Entidades Territoriales Autónomas’’. (Citado en pp. 14 del documento).
Acá debo recordar el Sistema Participativo de Garantía (SPG), que actualmente solo alimenta un enfoque estado céentrico. Creado como dispositivo de certificación agroecológica, alternativo al convencional, basado en la relación de confianza entre productores y consumidores, ha sido cooptado por la razón de Estado, a través de su institucionalización vía decreto supremo. Hoy, es un mecanismo formal, instrumentalizado políticamente o para dar un «barniz verde» a actividades económicas agropecuarias que desean ingresar al «mercado verde». Indudablemente el SPG no fortalece la autonomía de los sujetos involucrados en la AUP, particularmente la relación productores-consumidores.
De hecho, las iniciativas autónomas, tienen como obstáculo la dependencia del Estado. Fue Isabel Vara, co-autora e impulsora del trabajo, quien evidenció las dificultades existentes en Bolivia para organizar emprendimientos cooperativos y autónomos de AUP, debido fundamentalmente a una cultura de la dependencia estatal. Estamos entrenados para la política de demanda, esperar que las soluciones vengan del Estado u otra entidad externa, normalmente ONG, Iglesia o un padrino. Por ello, aplaudo el hecho que el documento no busca fortalecer el Estado o sus politicas públicas del sector, via incidencia, por lo menos no es una prioridad.
Sobre las líneas de investigación y temas.
El escrito sintetiza las líneas de investigación y temas que una estrategia de promoción de la AUP en el país debe promover. Veamos las principales.
– Agua, referido a cosecha y uso eficiente. Acá deseo recordar la experiencia de la Fundación Abril que está adapatando tecnologías de cosecha de agua creadas en el Brasil. Respecto al uso eficiente del líquido elemento, recordar la existencia, hoy, de prácticas de ahorro de agua a nivel familiar en Cochabamba, en un contexto de escasez crónica.
– Planificación territorial y gestión del espacio, donde sobresale la asistencia técnica, abonos y riego.
– Innovación tecnológica. El manejo apropiado del agua y suelo, particularmente el riego tecnificado aparece como prioridad.
– Concientización, información, educación e investigación. Se habla de técnicos capacitados que capacitan a otros, particularmente profesores en el marco de la ley Avelino Siñani. En Cochabamba la ONG Alerta Verde está experimentando con agricultura biointensiva en unidades educativas, por ejemplo. Asimiso, mejorar la difusión de experiencias es tarea importante desatacada por el documento
Alianzas, redes y articulación entre productores y consumidores. Fortalecer redes de cooperación, «conocernos y unirnos», nos dicen los autores.
– Abonos, bioinsumos y semillas, incluyendo espacios de asistencia técnica y capacitación. Destaco en este campo el intercambio de semillas, experiencia que en Cochabamba, colectivos como Llajta Cultiva han estado experimentando con buenos augurios.
– Comercialización y estrategias alternativas al mercado. No solo fortalecer mercados de productos agroecológicos, producidos en el marco de la AUP, sino también redes de productores y consumidores.
– Políticas públicas y Rol del Estado. Considero que se debe demandar que el Estado acompañe, facilite, pero no intervenga ni constituya el eje de los acuerdos.
– Saberes locales, espiritualidad. Se habla de revalorizar saberes ancestrales y apoyarlos con conocimiento científico. Este último es importante para evitar caer en el sesgo «AGRUCO»: mitificar el saber campesino, cuando este se halla en crisis.
– Alimentación, nutrición y patrones de consumo. De donde vienen los alimentos que consumimos, las millas alimento que recorren? como se cultivan estos productos tradicionales, locales? Debemos preguntarnos, por ejemplo.
Metodología de trabajo
Es preciso visibilizar el enfoque participativo del trabajo. Ha sido un ejercicio de construcción colectiva, inicialmente en 4 ciudades y luego en un evento internacional de síntesis (pp. 18). La aplicación del Open Space, los Grupos de Aprendizaje Colectivo y la devolución continua para la construcción del conocimiento colectivo, son instrumentos metodológicos señalados como los principales. Todos ellos orientados a recuperar discursos ocultos o el «arte de la resistencia de los dominados», en el sentido desarrollado por James C. Scott.
La llamada «ciencia posnormal», desarrollada por Jerry Ravetz y Silvio O. Funtowicz es una fuente de inspiración epistemológica reivindicada por los autores. Esta perspectiva interdisciplinaria que recupera el conocimiento local así como la experiencia social y política de la gente, en el CESU la hemos conocido a través de Joan Martínez Alier, teórico fundamental de la economía ecológica.
Asimismo, en el CESU hemos tenido a Isabel Vara como investigadora visitante, quien ha compartido solidariamente, particularmente en la maestría de Gobernanza y Políticas Públicas, su experiencia en metodologías participativas en el marco de un enfoque de investigación-acción. El libro que nos convoca es parte de esta huella. Finalmente, conozco los esfuerzos de ECOTAMBO, del cual Katyussa y Fabrizio eran parte, para interactuar con los productores de base y cooperar con consumidores de la ciudad de El Alto.
El paisaje de la AUP en el valle de Cochabamba
Para terminar, la AUP en nuestro departamento se expande en el contexto de la desaparición de las tierras agrícolas en el valle en favor de asentamientos humanos no planificados y una crisis ecológica extrema. Para entender esta transformación recurro a la literatura regional cochabambina; han sido artistas vallunos quienes han celebrado poéticamente el paisaje bioregional, hoy prácticamente inexistente.
En su novela Intimas, escrita a principios del S XX, Adela Zamudio retrató el paisaje del valle de Cochabamba en el periodo otoñal. Dos personajes cabalgan por las faldas del Tunari, cerca de la ciudad:
«Bajábamos un pequeño collado, desde la cual se divisaba un gran paisaje. ¡Qué hermosa mañana de sol sobre el inmenso valle, mojado aun por los aguaceros de los días pasados! Los campos inundados por raudales luminosos, ostentaban los ricos matices del otoño. No obstante la humedad del terreno, hacía calor, pero en el aire, en la luz, en el aspecto del paisaje, había un no sé qué anunciador de un cambio de estación…» (pp. 96-97)[1].
Por su parte, el poeta Mario Lara López, en el poema «Carta en tiempo de canto a Cochabamba«, el año 1961 celebra:
«Ciudad, cuando mis manos
recorren tu existencia,
tu longitud, tu luz de valle pródigo
-dos mil quinientos metros de dulzura
sobre el nivel del mar y la esperanza-,
y acarician tu piel de vid silvestre,
tu silencio formado en azul prístino,
en actitud de verde simetría,
la primavera se alza en lontananza
en chorros de maizales, de claveles,
se estremece en el viento su bandera
enmarañada de jilgueros,
y alegría de besos vegetales
palpita en remolinos de amankayas«. (pp. 108)[2]