Blog Post

News > Etcétera > Habitada, de Cristina Sánchez-Andrade

Habitada, de Cristina Sánchez-Andrade

Santos Domínguez Ramos

“oigo una voz

levántate, me ordena. tienes que ir.

así que me levanto y salgo de casa.

me interno en las entrañas del bosque.

llevo un año en la cama, atada de manos y pies con correas la mayor parte del día. me alimento de los recortes de ostias que trae el señor abad. de mi cuerpo no sale ni una sola excreción: ni orina, ni bilis, ni heces. solo gruñidos y ruidos. y rechinar de dientes.

un grito me habita. a veces, es mugido que sube por la escalera de la columna vertebral. entonces, si no estoy atada, me arrojo sobre la gente: araño o muerdo. me contorsiono, río, me arranco la cabellera a puñados, me paso el pie izquierdo por encima del hombro derecho. de un brinco salto al suelo y corro por el cuarto a cuatro patas, como un can.

la «Iluminada», me dicen. mi padre ha oído que eso dicen. yo no lo oí.”

Así comienza Habitada, la última novela de Cristina Sánchez-Andrade que acaba de publicar Anagrama.

Ambientada en la Galicia rural, profunda y supersticiosa, de comienzos del siglo XX, dominada por señores casi feudales, meigas y clérigos, Habitada se sostiene narrativamente en la voz fantasmal y perturbada de Manuela Fernández Fraga, “joven labriega de San Xurxo de Moeche”, una aldea cercana a Ferrol, al noroeste de la provincia de La Coruña. Una labriega de 22 años que lleva un año recluida y atada a una cama por su agresividad y porque sufre una rara dolencia: o corpo aberto, la posesión de su cuerpo por la voz y la mente del alma errante de un clérigo de Ortigueira que había muerto desterrado en Cuba y debía purgar algunas faltas pendientes por su vida disipada..

Así cuenta la narradora protagonista el momento de la posesión en un misterioso y ritual bosque de vagalumes:

“penetro en la niebla. leve rumor de animales que huyen entre el follaje. graznidos de pájaros. chillidos de alimañas. cerca hay un crucero recubierto de musgo. allí deja la gente amuletos, tejas con ajos, pedazos de ropa, velas, rosarios y cruces, sapos resecos o cabezas de gallina para curar el mal de ojo. allí se hacen rituales, se entierra a las criaturas que fallecen sin ser bautizadas, para que no vayan al infierno.

hoy hay una sotana de cura: alguien la debió dejar para enmeigar al señor abad. me la pongo. sigo caminando.”

[…]

me palpo. tengo vello en la cara y bajo la garganta. el vientre está viscoso, cubierto de gelatina y cáscaras de un mundo lejano.

algo tropieza y palpita entre mis piernas.

un pene cuelga como el badajo de una campana. tolón.

¿quién soy?

emerge de mí misma un hombre como un enorme insecto con las patas dobladas.

deja en la orilla el molde vacío de mi anterior vida.”

Esa posesión explica que a partir de entonces la muchacha hable con grave voz de hombre y acento habanero y que manifieste en su analfabetismo conocimientos propios de los altos estudios eclesiásticos de latín, dogmática o filosofía del clérigo que había hecho una tesis doctoral sobre una frase de Hobbes, lo que provoca una ola incontrolable de peregrinos que acuden a oír sus misas y sus sermones.

La historia está inspirada en una leyenda galaica, la de la Iluminada o Espiritada de Moeche, que han utilizado literariamente también Méndez Ferrín y Manuel Rivas: un episodio de posesión ocurrido en enero de 1925 que se apresuraron a reflejar los periódicos de la época y que probablemente estuviese provocado por una psicopatología de carácter histérico.

Pero Habitada es una prodigiosa construcción narrativa que va mucho más allá de sus fuentes de inspiración temática para convertirse en un portentoso y arriesgado ejercicio de escritura, en una potente reconstrucción de la memoria desordenada a través de la voz caótica y primaria de la narradora, que atrapa al lector y lo mantiene hipnotizado desde la primera página hasta la última con su torrencial sucesión de palabras, de personas y sucesos, de visiones y recuerdos, de rezos y conjuros, de gusanos de luz y fantasmales viejas desdentadas, de hierbas curativas, males de ojo y sanaciones, de ánimas errantes y alucinaciones en medio de una naturaleza mágica y animada que acaban difuminando los límites entre la realidad y la fantasía:

“la historia empieza así:

esta es mi casa

este mi padre

esta soy yo

al otro lado de la ventana, respira el mundo.

esta es mi aldea, húmeda y amodorrada

este es el castillo con piel de lagarto

esta la plaza con iglesia

mujeres y niños

pájaros y nubes

hasta los quince años no recuerdo gran cosa. vivo con mi padre: acarrear agua, desconfiar del cielo, comer sopa de castañas. en el invierno, frío. nieves y lobos. sabañones.”

Una construcción levantada con la prosa entrecortada de un largo e hipnótico monólogo en el que suenan otras voces y se evocan otros tiempos, otros lugares y otras personas a lo largo de sus tres partes: muda, huésped y desalojo, que termina con estas líneas que rematan la novela y la cierran con una estructura circular que retoma la frase inicial:

“Bajo al arroyo. Durante horas busco algo por la orilla. Entonces siento que un viento de tormenta me despeina. Una voz, un alarido, que debe hacer muchos años que llevo dentro, me sale de la boca. Y con él una bola húmeda y peluda, un murciélago o un pájaro se abre paso a través de la garganta. La juventud, ese animal que ha vivido tanto tiempo dormido, ahora se escapa con un grito.

levántate, me dice. te tienes que ir.”

Y es el lector el que se siente habitado de principio a fin por esta voz poderosa y este grito turbador que suenan en Habitada, posiblemente la obra más brillante y más arriesgada de Cristina Sánchez-Andrade.

error

Te gusta lo que ves?, suscribete a nuestras redes para mantenerte siempre informado

YouTube
Instagram
WhatsApp
Verificado por MonsterInsights