Carlos A. Scolari
En un cementerio jardín ubicado en pleno centro de Ginebra, en medio de una paz solo alterada por las visitas de los niños de una guardería cercana y los ocasionales lectores, descansa Jorge Luis Borges. Es sugerente que su cuerpo repose a pocos kilómetros del mayor acelerador de partículas creado por la humanidad. Los científicos del CERN hacen lo mismo que Borges: investigar el universo. Ellos lo intentan disparando protones, hadrones y otras partículas por un túnel de 26 kilómetros a velocidades inimaginables. A Borges le bastaban las palabras: «Si viéramos realmente el Universo, tal vez lo entenderíamos».
El CERN (siglas de la Organización Europea para la Investigación Nuclear) es uno de los pocos proyectos de respiro global que unen a la comunidad científica y nos dan cierta esperanza sobre el futuro de la humanidad. Como la Wikipedia, la estación espacial o la World Wide Web, son lugares donde el interés social y la colaboración interdisciplinaria desplazan a las lógicas competitivas de las corporaciones o las mezquindades políticas. No es casual que la web haya nacido en el CERN. Como nos dijo Robert Cailliau durante el Communication History Workshop organizado precisamente en el CERN hace un par de semanas, «el 50% fue casualidad, pero el otro 50% fue el entorno».
La figura de Tim Berners-Lee eclipsó a otros investigadores que participaron en el lanzamiento de la World Wide Web. Si bien la idea inicial fue de Berners-Lee, este físico británico no se caracterizaba por sus dotes oratorias ni por su capacidad explicativa. Fueron algunos de sus colegas, como Cailliau, los que le ayudaron a pulir la propuesta y convertirla en una iniciativa fácil de implementar y difundir. De estas y otras cosas nos enteramos durante workshop organizado en Ginebra por Gabriele Balbi y su dream team de la Università della Svizzera Italiana (Lugano).
Convocado bajo el título Communication Networks Before and After the Web: Historical and Long-term Perspective, el workshop que se realizó a principios de febrero generó un sin fin de conversaciones de altísimo vuelo, todas enmarcadas por el clima científico y las austeras infraestructuras del CERN. Sí, austeras. El CERN es lo más parecido a un parque industrial de pymes, sin extravagantes edificios firmados por famosos arquitectos ni ampulosas instalaciones a excepción del modernísimo y didáctico visitor center. Pasillos interminables, barracas modernizadas y la tecnología más avanzada del planeta conviven junto a interminables viñedos. La frontera entre Suiza y Francia pasa por el centro de este campus donde se cruzan a toda hora los futuros premios Nobel. Cien metros más abajo, las partículas también pasan de un país a otro sin enterarse.

Communication History Workshop
Más que un workshop, el encuentro fue una conferencia en toda regla con papers y keynotes en la cual participamos unos 70 investigadores e investigadoras que analizamos la comunicación digital desde una perspectiva histórica, arqueológica o evolutiva. Durante tres días no salimos del CERN. El programa se convocó alrededor de tres grandes ejes temáticos:
- Communication and networks before the digital age: Potential topics for exploration include, but are not limited to letters, press, telegraph and telephone networks, radio, and TV networks, but also other forms of communication networks, through for example learned societies or rumor. The legacy of these models, their physical or symbolic persistence, their stakeholders, and their structure are topics of interest as well as issues of regulation and governance.
- Imaginaries, representations, and narratives related to networks: This may include cultural imaginaries and narratives surrounding networks in a long-term perspective, their representations in media, the controversies that may have arisen through time, utopia, and mythologies related to networks and networked societies. A reflection on the word per se, its emergence and eventual disappearance, and its metaphorical history is also welcomed.
- Digital communication networks: from socio-technical origins to platformization: Genesis and evolution of digital networks, communication dynamics and changes through digital networks, online communities and their modalities of communication, and past discourses and approaches surrounding the development of networked communication are only a few topics that may be diachronically addressed. The history of social network sites, even the disappeared ones or the failed European attempt to create alternatives to US platforms, can be considered. The digital dimension of networks should be always considered from a historical perspective, in line with the focus of the section.

Resulta imposible resumir todas las ideas, conceptos y apuntes que tomé en tres días de inmersión total en la historia de las redes. En el workshop participaron colegas -no sólo de Europa- que están marcando el pulso a la investigación histórica de la comunicación digital. Las ponencias iban desde estudios de las infraestructuras materiales de la telegrafía en el siglo XIX hasta investigaciones sobre las revistas de informática de los años 1970-80, pasando por análisis de la primera generación de redes sociales (BBS, Fidonet, etc.) o detalladas incursiones en los archivos del CERN -a cargo de Gabriele Balbi y su grupo- que desmontan varios de los mitos sobre el origen de la World Wide Web. Si bien no se publicarán las ponencias (seguramente las leeremos en los mejores journals de historia o comunicación en los próximos meses), los organizadores del workshop difundirán los resúmenes en breve. Cuando estén disponibles, los incluiré en un enlace al final de este post.
HyperCard
Mi ponencia propuso un primer acercamiento a la historia de HyperCard desde una mirada evolutiva. Si en mi libro Sobre la evolución de los medios presenté un modelo teórico-analítico integrado para comprender la evolución de los medios, en esta ocasión decidí aplicar el mismo modelo a la evolución de HyperCard. Pero, ¿qué era HyperCard? HyperCard fue un software desarrollado por Bill Atkinson en 1987 que combinaba bases de datos, gráficos y programación en una interfaz visual basada en tarjetas (cards) y pilas (stacks). Su enfoque hipertextual permitía a los usuarios enlazar información de manera no lineal, anticipándose a la lógica de navegación de la web. Además, incorporaba HyperTalk, un lenguaje de scripting intuitivo que facilitaba la creación de aplicaciones interactivas sin necesidad de poseer conocimientos avanzados en programación.
A pedido de Atkinson, HyperCard se distribuyó gratuitamente en cada Macintosh, lo que impulsó su popularidad en ámbitos educativos, creativos y empresariales. Por entonces emergió a nivel mundial una comunidad de usuarios que creaba e intercambiaba contenidos hipertextuales de todo tipo. Yo también fui parte de esa comunidad: en 1995 apareció en Italia HyperBook, un ipertesto per sapere cosa sono gli ipertesti, un hipertexto realizado con HyperCard donde se describía la historia del concepto, su significado y trasfondo teórico-filosófico. Este iperlibro digital organizado en forma de red textual fue el primer libro que publiqué.

A pesar de su éxito inicial, HyperCard comenzó a declinar en la década de 1990 debido a la falta de actualizaciones significativas y al desinterés de Apple en seguir desarrollándolo. La llegada de la World Wide Web y tecnologías más abiertas y dinámicas como HTML y JavaScript decretaron su obsolescencia. HyperCard sirvió de referencia para infinidad de programas de creación multimedia (como TookBook o Director) e inspiró conceptos posteriores como los wikis y las aplicaciones de desarrollo sin código. Pero HyperCard también tuvo un rol fundamental en la ideación de la web: el software de Apple estaba muy presente en el proyecto inicial diseñado por Tim Berners-Lee en el CERN, ya que aparece mencionado en el mítico documento fundacional de la web (1989):
“In 1980, I wrote a program for keeping track of software with which I was involved in the PS control system. Called Enquire, it allowed one to store snippets of information, and to link related pieces together in any way. To find information, one progressed via the links from one sheet to another, rather like in the old computer game ‘adventure’. I used this for my personal record of people and modules. It was similar to the application Hypercard produced more recently by Apple for the Macintosh. A difference was that Enquire, although lacking the fancy graphics, ran on a multiuser system, and allowed many people to access the same data» (Tim Berners-Lee).
Al analizar el ciclo vital de HyperCard desde una perspectiva evolutiva, durante mi presentación hice hincapié en las relaciones intermediáticas (o, si prefieren, intersoftware) que marcaron su desarrollo. Si, como decía Marshall McLuhan, no podemos entender a un medio aislado de los demás, lo mismo sucede con el software: resulta imposible comprender su evolución si lo separamos de su propio ecosistema.
Choque de partículas
Como las aceleradas partículas que circulan bajo los viñedos del CERN, dos vectores se enfrentan con fuerza en estos días. Por un lado, las fuerzas que impulsan el imperialismo, el nacionalismo, la exclusión de los más débiles y el ejercicio brutal del poder tecnológico, económico y militar; por otro, las fuerzas globales inspiradas en la democracia, la colaboración, el intercambio y la inclusión. El CERN es uno de los mejores ejemplos de esta dinámica. Nacido en la década 1950, sus instalaciones están abiertas a científicos de todo el mundo, lo que genera ahí es de acceso abierto y no tiene fines militares. Solo en un entorno así podía nacer la World Wide Web, quizás uno de las más grandes logros tecnoculturales de la humanidad.
La web está en peligro. Si bien la explotación y monetización de datos personales se centra en las grandes plataformas, las megacorporaciones han llevado por otros cauces el proyecto original de Tim Berners-Lee. Solo una de las 50 webs más visitadas no tiene fines de lucro: Wikipedia. Por otra parte, la introducción de las inteligencias artificiales en los buscadores está desvirtuando la idea de navegación hipertextual, poniendo en jaque la misma existencia de la World Wide Web.
¿Quedará Europa entrampada en el barro del conflicto en los términos que se lo plantea el neoimperialismo estadounidense? ¿O será capaz de recrear propuestas abiertas, transparentes y democráticas como el CERN o la World Wide Web? Propuestas como EuroStack van en esa línea. Quizás en ese nombre -seguramente inspirado en The Stack de Benjamin Bratton– también haya algo del viejo y querido HyperCard, un software de distribución libre y gratuita que anticipó algunas de las mejores experiencias participativas de la World Wide Web.