Santos Domínguez Ramos
“En verdad os digo que hay algunos de los que están aquí que no gustarán la muerte antes que vean el reino de Dios”, se lee en el Evangelio de san Lucas. De esas palabras, dirigidas por un Cristo camino del Calvario al zapatero judío que le negó acogida y reposo, surge, transformada a lo largo de los siglos, la leyenda popular del Judío Errante que Gustave Doré ilustró en 1856 con los magníficos dibujos que sirvieron de base a los grabados de Jahyer, Rouget y Gauchard que recupera Reino de Cordelia en una espléndida edición.
Esos grabados ilustraban el poema de Pierre Dupont que traduce Asunción García Iglesias, aunque la fuente de la obra gráfica, como señala en el Prefacio de esta edición el bibliófilo decimonónico Paul Lacroix, arranca también de la tradición centenaria de una antigua canción popular:
“Para representar esta tradición, esta canción, esta leyenda, parece que Gustave Doré ha consultado los recuerdos de los buenos vecinos de Bruselas en Brabante, que vieron con sus propios ojos a aquel hombre tan barbudo a su paso por esa ciudad en 1774, y escucharon con sus propios oídos el relato de su lamentable historia, mientras intentaban obligarle a beber de «una jarra de cerveza fresca». Pero, además, Gustave Doré, para llevar a cabo su obra extraña y gigantesca, ha debido de beber en la copiosa fuente de las inspiraciones de Cranach y de Alberto Durero. La ejecución de los dibujos originales resultaba una empresa bien difícil; pero los tres grabadores no la encontraron superior a sus fuerzas pues, por medio del grabado en madera, consiguieron tonos y efectos que sólo creíamos que se podían obtener con el grabado en metal.
Lo repetimos, la obra de Gustave Doré y de sus hábiles intérpretes constituye toda una revolución en las estampas populares.”
Dejo aquí estas tres muestras:
En su estupenda ‘Noticia bibliográfica acerca de la leyenda” y sus variantes, añade Lacroix: “Pero como los judíos redoblaran sus gritos, Pilatos liberó al ladrón Barrabás y les entregó a Jesús para que lo crucificaran. Los judíos entonces sacaron a Jesús fuera de la sala del pretorio y, cuando cayó en el umbral de la puerta, Cartafilo, que era portero del pretorio, lo empujó con insolencia, golpeándole en la espalda con el puño, mientras le decía con una sonrisa burlona: “¡Camina más deprisa, Jesús! ¿Por qué te detienes?”. Y Jesús, mirándolo con semblante severo, repuso: “Yo seguiré, pero tú esperarás hasta que regrese. Así que cumpliendo el mandato del Señor, Cartafilo sigue esperando el regreso de Jesucristo. Tenía unos treinta años en el momento de la Pasión y, cada vez que llega a los cien años, contrae una extraña enfermedad que parece incurable y que le provoca un estado de letargo, tras el cual vuelve a estar tan joven como en tiempo de la Pasión. Después de la muerte de Cristo, Cartafilo se hizo cristiano, fue bautizado por el apóstol Ananías y tomó el nombre de José. En la actualidad, este José suele vivir en una u otra Armenia y en alguna de las comarcas de Oriente.”