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Formas de ver en el cine latinoamericano, la visión de Keith John Richards

Homero Carvalho Oliva

El encantamiento poético e infinito del cine solo es comparable a la figura del Aleph, creada por Jorge Luis Borges, “ese punto en el espacio que contiene todos los puntos”, ese punto perdido en un oscuro sótano donde uno de los autores más prodigiosos de la lengua española vio “millones de actos deleitables o atroces”. ¿Acaso eso no es el cine?

Sin embargo, no podemos relegar su esencia poética con la falsa excusa del entretenimiento o la diversión, olvidando cínicamente que con ambas también se puede hacer poesía. Nunca debemos perder de vista que solamente la realidad tiene derecho a ser mediocre, el arte no puede correr ese riesgo porque pierde su esencia artística, por eso nuestro cine tiene que esforzarse más de lo que lo hacen las fábricas de Hollywood, sin negar las grandes excepciones, por supuesto. Creo que ese es postulado del libro Formas de ver en el cine latinoamericano, de Keith John Richards, un volumen de más de 400 páginas publicado por Editorial Plural, de La Paz, Bolivia.

En el prólogo, Alfonso Gumucio Dagron, escritor, periodista y experto en cine afirma: “Revisar y recorrer el cine latinoamericano actual mediante 23 películas es, de hecho, un reto –un reto que Keith Richards ha abordado con regocijo cinematográfico. Ha tomado la opción inusual de analizar la cinematografía de una región entera mediante el prisma de las películas seleccionadas (“mirar el cine por derecho propio”), colocando las películas en el centro de su análisis, aunque muy lejos de olvidar otras consideraciones”.

Para Gumucio la selección de películas que hizo Richards “es interesante porque es inesperada, ya que ha evitado las “usuales”, enfocándose en obras recientes (la más antigua es de 1985) y abordando cineastas que son mayormente mejor conocidos en sus propios países que internacionalmente. Ha logrado un equilibrio geográfico natural, permitiendo que el/la lector(a) descubra algunos países de otras formas inexistentes para el resto del mundo en cuanto a su producción cinematográfica. Muchas de estas películas suelen permanecer desconocidas en circuitos comerciales en América Latina, aunque sean fácilmente disponibles en DVD en los EEUU, lo cual representa otra paradoja más al considerar esta selección. De cualquier manera, Richards tiene el mérito de revelarlas”.

“Una figura tan políticamente consciente como el director colombiano Sergio Cabrera se expresa en el presente libro sobre los fracasos del cine militante de los 1960 y 70 en llegar a su público meta y en persuadirlo. Como Cabrera ha dicho alguna vez, “La gente va al cine a que le cuenten una historia, no a que le den una lección”.
El libro está divido en siete partes: Sección primera: La imagen indígena. De la caricatura al autorretrato. Sección segunda: Género e identidad. La sexualidad y sus dimensiones sociales. Sección tercera: El niño sabio. La infancia en la pantalla latinoamericana. Sección cuarta: Roles y estereotipos femeninos. Las mujeres, protagonistas en el cine latinoamericano. Sección quinta: Crimen y corrupción. Un espectro de la criminalidad: gánsteres, políticos y militares. Sección sexta: Guerras fratricidas e imperialismo. Los conflictos filmados. Sección séptima: el poeta en la ciudad. El escritor como personaje. En cada una de ellas Richards analiza películas realizadas en Latinoamérica, deteniéndose en cada una de las partes en varias películas bolivianas, lo que da un plus a los lectores y seguidores del cine nacional del cual es un experto, ha escrito libros, artículos en la prensa y brindado muchas conferencias al respecto.

El propósito de este libro como lo declara el propio autor es: “El uso pedagógico del cine se ha hecho cada vez más difundido a todo nivel durante la última década; aplicarlo en los estudios españoles y latinoamericanos es hacer más accesible aquella realidad ‘extraña’ o ‘exótica’ que se está presentando (aunque su extrañeza es disminuida por sucesos demográficos, políticos y mediáticos como la inmigración y la globalización). Las diferencias culturales se pueden entender más plenamente con evidencia audiovisual, particularmente cuando una película está ambientada en países geográficamente remotos”. El prologuista reafirma lo señalado por el autor: “Richards resalta el potencial educativo de los largometrajes de ficción. Se une a los que valoran las historias por encima de las fuentes documentales y piensa en la película de ficción de la misma manera de los que creen que las novelas dicen más sobre la sociedad que los libros de historia o los ensayos académicos”. Los análisis que realiza de cada una de las películas vienen acompañados de entrevistas a los directores y de preguntas para guiar la discusión de loe estudiantes. Algo que, en lo particular, me es de gran utilidad, porque yo refuerzo las materias que brindo en varias universidades con películas nacionales e internacionales, ya sean basadas en hechos históricos o completamente de ficción.

Citando nuevamente a Richards: “El libro ofrece breves ensayos críticos sobre temas en los que las películas individuales están agrupadas. Esto, sin embargo, no busca limitar la discusión de estas películas en términos de una sola temática; más bien se anima al estudiante a mirar las películas según otras perspectivas, mientras los ensayos de tema examinan sus relaciones con la evolución general en el cine latinoamericano además de los recientes cambios en él. (…) Además la misma accesibilidad del cine es lo que lo hace un medio tan atractivo y universal. El cine se dirige a nuestros sentidos más prominentes simultáneamente, y lo hace además con narración, creando una realidad ilusoria que, si es abusada, puede distorsionar y tergiversar. Hoy es más crucial que nunca que estemos armados con una consciencia del poder de los medios audiovisuales, que ahora están omnipresentes y consecuentemente tomados por sentado en nuestras vidas. Deberíamos ser conscientes de su arsenal de técnicas, no sólo capaces de apreciarlas sino también precavidos contra la posibilidad de su mal uso”.

Leyendo la Sección séptima: el poeta en la ciudad. El escritor como personaje, y como conclusión general me atrevería a decir que la poesía le dio al cine el milagro de la vida y la muerte, lo volvió mágico, le dotó de ese carácter misterioso que se presenta a nosotros cuando se apagan las luces y empieza la función. En el cine está la metáfora de la oscuridad y el sueño: el espectador, acompañado o solo, queda solitario en la oscura sala de cine, al igual que en la oscura sala de su dormitorio dispuesto a dormir y a esperar a los sueños. Esa es la fascinación que ejerce sobre nosotros el cine, de los buenos sueños no queremos despertar y de los malos no queremos ni acordarnos.

Keith John Richards nació en Londres, Gran Bretaña. Recibió su doctorado en 1994 de King’s College, University of London con una tesis sobre el novelista boliviano Néstor Taboada Terán, que fue publicada en español como Lo imaginario mestizo por la editorial Plural en La Paz, 1999. Su segundo libro, Narrativa de Bolivia tropical, fue publicado en 2004 por La Hoguera en Santa Cruz. Ha enseñado cine y literatura latinoamericanos en varias instituciones, entre ellas la University of Leeds (uk) y la University of Richmond, Virginia, donde coorganizó el festival / simposio sobre cine latinoamericano “2001 –Truth in the Lens”. Ahora vive en La Paz, Bolivia, donde es docente invitado en la Universidad Mayor de San Andrés.

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