Los referendos que aprobaron los estatutos autonómicos y el conjunto de conflictos políticos que se desarrollan en los espacios territoriales de la denominada “media luna” de Bolivia marcaron la necesidad de reabrir otro tipo de pactos de gobernabilidad, esta vez entre el gobierno central y las tendencias a conformar gobiernos descentralizados en Santa Cruz, Tarija, Beni, Pando y Chuquisaca. Así se abrió paso un nuevo campo de poder que ahora estimula la discusión sobre federalismo en el país. La Constitución y el conjunto de provisiones sobre las autonomías municipales, departamentales, indígenas o regionales abren paso para la materialización de una estructura federal.
El antiguo esquema del sistema político donde existía una influencia categórica de los pactos de gobernabilidad en el sistema de partidos políticos se desplazó hacia otra estructura donde la relación entre el gobierno y diferentes bloques de oposición está sujeta a la dinámica de las gobernaciones, comités cívicos y organizaciones corporativas regionales que defienden la descentralización política y territorial como un nuevo eje de poder. Esto está desatando un conjunto de problemas de ingobernabilidad desde el año 2009 y ahora, con las propuestas de federalismo, se da inicio a una serie de incertidumbres sobre el futuro de la estabilidad democrática.
La acción de los partidos políticos no sólo fue víctima de un profundo desprestigio ante la opinión pública, sino que también perdió capacidad de movilización, propuesta y negociación de espacios de poder. Los partidos han sido rebasados, tanto por organizaciones civiles, movimientos sociales y grupos corporativistas con fuertes intereses territorial-regionales. Por lo tanto, el sistema político boliviano dejó de ser una estructura de mediación afincada en el monopolio de los partidos, para dar paso a las mediaciones descentralizadas y el nacimiento de una estructura y campos de poder federal.
En toda América Latina, los partidos políticos perdieron aceleradamente el monopolio de la representación y canalización de las demandas sociales y políticas, apareciendo nuevos espacios que privilegian más lo regional y local en lugar del Estado nacional. Esto significa que en Bolivia han irrumpido un conjunto de microsociedades y microespacios para el ejercicio del poder que buscan conformar un nuevo armazón mediante las autonomías departamentales, municipales y nuevas visiones en torno al federalismo con descentralización política, económica y soberanías locales.
Posiblemente, las demandas hacia el sistema político y la democracia en Bolivia siempre reivindicaron espacios regionales donde la ciudadanía pueda tomar decisiones que afectan su vida cotidiana. De aquí nace la importancia de la comunidad local y los barrios marginales, destacándose la institucionalidad de los gobiernos municipales, las gobernaciones y las autonomías indígenas.
Las demandas de federalismo ahora nos hacen ver que, en la Bolivia del siglo XXI, las nuevas mediaciones del sistema político se asientan en las pugnas de poder de caudillos locales en la renacida estructura territorial de la media luna, que son esferas de intereses políticos identificados con reivindicaciones de carácter focalizado en territorios específicos y donde se van disolviendo las visiones más abarcadoras concentradas en lo nacional. Es por esto que el Movimiento Al Socialismo (MAS) y sectores nacionalistas rechazan los planteamientos autonómicos-federalistas acusados de responder a algunas oligarquías.
Entre 1985 y el año 2005, las mediaciones entre el Estado y la sociedad fueron partidarias y las estrategias de gobernabilidad se llevaban a cabo mediante pactos entre los partidos políticos. Las estrategias de acción de los partidos estaban concentradas en su posicionamiento dentro del Parlamento y junto al trabajo de las bancadas regionales, mientras que la sociedad civil era el recipiente de demandas hacia el Estado y el sistema político que debían considerar necesariamente a los “partidos nacionales” como instrumentos dominantes de mediación.
Ahora, las estrategias de movilización están fuertemente unidas a las organizaciones sociales y sindicales que desconocen la institucionalidad del Parlamento y el equilibrio de poderes en la democracia representativa, lo cual impulsa al mismo tiempo a los gobiernos regional-departamentales y las demandas de una mayor autonomía que se caracterizan por ser los nuevos escenarios e instrumentos de poder federalizado.
Las estrategias departamentales nacen de los grupos cívicos y corporativos que no responden a los partidos. Los intereses regionales obedecen a orientaciones más restringidas, pues la acción de múltiples gobiernos subnacionales definitivamente convirtieron a la autonomía regional en otra estructura de poder en Bolivia. La gran pregunta es si este campo de poder terminará destruyendo las bases de la gobernabilidad o abrirá nuevos espacios de equilibrios políticos y pactos descentralizados.
Franco Gamboa Rocabado es sociólogo