Christian Jimémez Kanahuaty
El Estado hace mucho que ha dejado de ser una abstracción. Tampoco es algo que se encuentra totalmente alejado de la ciudadanía, ni está del todo ausente. Incluso en la geografía más remota se desliza al viento una bandera. O en la ladera más olvidada hay una escuela que tiene en una de sus paredes colgado un escudo nacional. Y dentro de algún gremio en una provincia al sur del país, aún se encuentras cuadros de cartulina a color representando las conocidas pinturas que muestran a Bolívar y Sucre mirando de frente.
El Estado, entonces no es sólo la burocracia o la Constitución Política del Estado. Tampoco el Estado es aquella serie de normas que construyen políticas públicas públicas, generan representación política y dotan de soberanía al territorio.
El Estado contiene todos esos elementos, pero es mucho más. Y por ello, pensar realmente el Estado es identificar sus facetas con las que actúa en todo momento y a lo largo del tiempo.
Las facetas del Estado son: a) la burocrático-administrativa, b) la simbólica, c) la social y finalmente -de aparición muy reciente-: d) la tecnológica. De estas cada una actúa de distinto según el modelo económico que impere. Pero además, estás facetas están definidas según el grado de modernidad de la sociedad y modernización del andamiaje estatal.
Su modernización atiende a todas aquellas instituciones y reglas de juego con las que la democracia se fortalece o empobrece. La cultura política, los valores y las perspectivas de cambio, junto con los modos de resolución de conflictos hacen a la modernización del Estado en su lado social y cotidiano.
Sin embargo, dentro de lo social también se encuentra todas las relaciones que el Estado genera para generar comunidad, sentido de pertenencia, una comunidad de origen y un destino compartido. Y es que todas estas posiciones del Estado frente a su capacidad de imaginación no son sino el resultado de un agregado de propuestas ideológicas y de sentidos económicos. Por lo cual, cada Estado dentro de su complejidad y profundidad normativa, social, cultural, simbólica y económica, no posee solamente una ideología a o una forma económica. Los Estados son compuestos económicos e ideológicos. He ahí el núcleo de por qué son tan difíciles de gobernar y proyectarlos en el tiempo.
- La faceta burocrático-administrativa. Es la más visible. Es el imperio de las oficinas, de los documentos y de los trámites. Es la forma en que el Estado aprende a tener memoria sobre la base de aquello que impreso, se presupone que no desaparecerá. Pero al mismo tiempo, son todos los sistemas que componen desde la administración de justicia hasta el Sistema de Administración de Bienes y Servicios o el Sistema de Contrataciones Públicas. Para la ciudadanía este es el lado más engorroso y perjudicial del Estado. Desgasta por la demora que toman los trámites y la formalidad con la que se debe -un ciudadano-dirigirse al Estado. Y aquí, finalmente, se presenta un gran debate sobre el secreto que guarda el Estado y que por ello hace imposible que se lo desmonte. El secreto es el lenguaje con el que hay que comunicarse o referirse con los operadores burocráticos. Por ejemplo, cuando hay que dirigirse a un juez o representante legal, hay un lenguaje jurídico que no dominan todos los ciudadanos. Los formalismo, tecnicismos, son una parte de ése lenguaje. La otra es la retorica, el modo de plantear el tema y la forma de argumentar, incluso de lejos parece ilegible y poco entendible, pero de cerca, se asimila como un lenguaje que es sólo para iniciados en el derecho. Ellos poseen la palabra y en ese sentido, la justicia es restrictiva, porque quien decide pedir información o responder, debe contratar un abogado para que sea su intermediario frente al Estado. El derecho como disciplina es la más funcional al Estado en el sentido que organiza su espíritu desde una visión fundada en reglas, sanciones y querellas. Y con esa dinámica la forma en que el secreto sobre seguridad, justicia y su aplicación y la manera de administrar y resguardar los intereses del gobierno queda cifrado. Así, por ejemplo, resultan muy pocas las personas que saben con exactitud que hace un Ministerio de gobierno. Pero sin este Ministerio, buena parte del funcionamiento del Estado no sólo no tendría sentido, sino que se caería a pedazos.
- La faceta social del Estado es quizá la más reconocible, porque es la que demuestra que el Estado está vivo y es próximo. Tejer el tejido social no es una solución momentánea, es al contrario, una labor que toma décadas, siglos, quizá. Y por ello, lo social, como la cultura, puede interpretarse como una totalidad. Sin embargo, lo social tiene su especificidad en cuanto a las formas en que se presenta, desde la organización barrial y sus estatutos de funcionamiento y la directiva elegida por un lapso de tiempo, hasta el modo en que una sociedad dedica tiempo al ocio, y pasando por cómo resuelve sus conflictos y establece pilares como la familia, la religión, la libertad, la justicia y la educación, que según cada coyuntura son cuestionadas desde diversos ámbitos. En ocasiones el cuestionamiento quiere la ampliación del estatuto de funcionamiento: por ejemplo ampliar la noción de familia nuclear y debatir las formas en que entendemos el parentesco y el matrimonio; en otros momentos, demanda la disolución de estos pilares que son invocados cuando se habla de aquello que cohesiona la sociedad y estratifica y posiciona a los ciudadanos. A pesar de su desenvolvimiento y contradicciones inherentes, el mundo social es una faceta del Estado que responde también a su identidad cultural y a las formas en que la economía se despliega. Pero, lo social, con los procesos de globalización e innovaciones tecnológicas y nuevas formas de socialización a través de las redes sociales, está cambiando y es importante hacer el seguimiento de este cambio desde investigaciones situadas, porque mucha de la información que se dispone sobre lo social, responde más bien a viejos esquemas y practicas sociales, que cada año que pasa van siendo reemplazadas por otras. Y no es que unas hayan estado bien y las nuevas sean negativas, porque al Estado en cuanto a su faceta social, ha superado la dicotomía de bueno-malo: lo que le interesa es qué sucede y por qué. Y en ese sentido, tener información actualizada sobre formas de interacción social, más que nutrir una base de datos, fortalecería y focalizaría mejor las políticas públicas del nuevo gobierno.
- La faceta simbólica del Estado es la más visible, la que mejor juega con las emociones y la sensibilidad y en cierto modo está asociada a un concepto tan problemático como el de patriotismo. La patria está llanada de una subjetividad que va desde el sacrificio -dar la vida por la patria y su libertad-, hasta el fervor -como cuando juega la selección o lleva el 23 de marzo-: son momentos en que la unidad de los bolivianos parece imposible de quebrar. Y aunque estos momentos también con los años estén cada vez más cuestionados, hay algo ineludible en el sentido de patria. Porque ahonda en lo simbólico, como el himno, la bandera, la escarapela, los hitos históricos de importancia, los próceres de independencia y las fechas cívicas y en menor medida los museos, el arte y lo educativo, factores estos tres últimos que más bien, forman el sostén de la nación. La patria sin embargo, es una correlación de fuerzas que está enlazada con el civismo, con el carácter general del Estado. Por ello lo simbólico se relaciona con los rituales, con los mitos, con la literatura, en tanto poesía, épica, novela, cuento y teatro. Lo simbólico también está ligado a lo imaginario, que aunque no son lo mismo permite una cristalización más profunda del valor del Estado y su argumento patriótico. Así, por ejemplo, se imagina un destino como la Loma Santa. O el Dorado. Entonces simbólicamente se analiza que mitos, canciones, rituales, escenarios y geografías dan sustento a la Loma Santa y por qué su importancia para las comunidades y naciones del oriente boliviano. Y lo mismo sucede con lo simbólico de la arquitectura y los símbolos que se plasman en los billetes según cada gobierno y cada proyección que quieren darle a la nación desde esas figuras en el papel moneda. Sucede como con el muralismo, de verlos todo el tiempo, algo queda en la mente y en la imaginación de los ciudadanos. Algo resuena, y eso puede ser para ser negado o asimilado, pero el juego es que ya se dispuso a la sociedad frente a un imaginario simbólico altamente político. El Estado piensa en estas acciones, porque sobre ellas también genera cohesión social y construye de forma problemática hegemonía y procesos hegemónicos.
- La faceta tecnología. Esta faceta está dividida en dos partes. La primera de ellas es relativamente antigua y está en activo desde la propia fundación del país e instauración de la república. Es sobre todo aquella rama de la vida social que relacionada con la tecnología desempeña un papel crucial en la construcción de la comunidad política y de un escenario de debate a través de la imprenta y la publicación de pasquines, libelos y periódicos, luego el ferrocarril que vertebra el país y comunica regiones y agiliza el comercio y la migración interna. Instaura la electricidad, genera plantas de acumulación y recicladoras de agua. Y empieza de ese modo la dotación de servicios básicos. Pasado un tiempo, la tecnología aparece con el telégrafo, el teléfono y la comunicación adquiere otras dimensiones. Hay también dentro de lo tecnológico el surgimiento y la llegada de la televisión a Bolivia. Estos medios de comunicación amplían la esfera pública, la comunicación sobre los problemas del país, se hacen más cercanos a la población y empieza a formarse ya no una esfera pública, sino un modo de interacción social diferente al generarse nuevas profesiones dentro del periodismo y sobre todo dentro de las clases medias. La faceta tecnológica del Estado corresponde a su modernización en su dimensión ya no institucional, sino acorde a los desarrollos, nacen entonces distintos tipo de industria, desde las panificadoras hasta las que desarrollan medicamentos. Junto a estas están las dedicadas a los granos y su acopio y transformación. La metalurgía, la minería pesada y el sistema de búsqueda, extracción y comercialización del petroleo, además la goma, la castaña y cacao tienen cada uno de ellos, relativo triunfo en el oriente boliviano y pasan a ser bienes que se exportan al resto del país. El problema es cuando lo tecnológico hace convivir en el interior del Estado formas precapitalistas con formas capitalistas de producción. La legislación acompaña estas reformas arrastrando los pies y siempre a destiempo. Tampoco en este caso la legislación contempla sus acciones desde la complejidad, sino que ha visto el problema del desarrollo de la economía en Bolivia, como un solo bloque, compacto y uniforme. Cuando la realidad ha demostrado sistemáticamente que es compleja, asimétrica, diferente en cuanto a sus expectativas, modo de organización social y responden productivamente también al piso ecológico que con anterioridad vivía la producción y reproducción de la vida y sus bienes necesarios para la subsistencia desde una matriz cultural que no coincidía con el Estado como estructura gubernamental. En ese trayecto lo que empieza a surgir pasadas las décadas y ya puestos en el presente es una tecnología que ahora interviene en la vida cotidiana de los sujetos de otro modo, no se trata de la enajenación a través de los medios de producción de los cuales el obrero, el dependiente y el asalariado terminan siendo parte en distintos niveles de participación, regulación y explotación. Y si bien la fábrica, la minería y la tierra como escenario ejemplares del trabajo generaron una objetiva subjetividad política y cultural, hoy la tecnología, genera otra subjetividad cuyos límites, verdaderas características y fisonomía hacia el futuro recién se empieza a revelar. La primera de ellas tiene que ver con el Internet y el subsecuente escenario de la globalización. Bolivia se integra a la cadena comercial mundial desde su posición de país exportador de materias. No logrando generar un escenario de sustitución de importaciones que sea antecedido por un salto industrial, que sería a su vez precedido por un cambio y ampliación del tipo de carreras universitarias ofertadas y los profesionales que emergiendo de las universidades, se apropiarán de la tecnología desde careras entre técnicas y diversas de la ingeniería (desde electromecánica, aeronática y la que hizo mucho ruido en su momento: ingeniería en gas y petroleo) que se vislumbraban como carreras con una gran proyección y capaces de llevar al país a otro nivel de competitividad internacional. Sin embargo, el sueño se quebró porque el mercado laboral en el país no sólo era restringido, sino que como en el caso de las ciencias políticas, mucho de la población no supo entender de qué se trataban o para qué servirían esas carreras en un país, tan dedicado a la agricultura y gremial y atravesado por el sindicato y las organizaciones sociales y asambleas como Bolivia. Ahora, una nueva forma de tecnología aparece, ligada al Internet nace la televisión por cable, nacen las aplicaciones y luego las redes sociales. Tras eso, surge la Inteligencia Artificial. Estas dos etapas son extrañamente diferentes en cuanto al tiempo que demoraron en nacer. Todas las formas tecnologías e industriales previas al Internet demoran desde su nacimiento en Europa hasta su llegada e implementación, al rededor de siglo y medio. Mientras que desde que el Internet se hizo popular y llegó a los domicilios como un servicio público, hasta la materialización de la telefonía inalámbrica, los teléfonos inteligente y la Inteligencia Artificial, no hay más de 30 años. La aceleración de este nuevo salto tecnológico nos hace pensar que por un lado, la Inteligencia Artificial de aquí en más sólo aprenderá mejor a leer los deseos y comandos de los humanos, será cada vez más empática, predictiva y asertiva en su comunicación. Pero también podrá personalizarse, tomar generadores nuevos y procesadores para hacer su relación con los humanos más practica realizando tareas mecánicas y ayudando en casa a través de robots antropomorfos que ya están en circulación en algunos países del Asía. Pero antes de los robots están las computadoras y aunque el Estado Plurinacional de Bolivia haya invertido millones de dólares en ciencia y tecnología a través de las laptos de Quipus, este proceso no ha generado el impacto necesario, aunque hay que matizar porque a nadie se le debe olvidar los resultados en ferias científicas nacionales e internacionales que estudiantes de la ciudad de El Alto han ganado justamente diseñando, armando y creando robots y aplicaciones tecnológicas. Este dato más allá de la anécdota y la noticia debería prender alarmas en las universidades y centros de investigación para entender qué está pasando con la relación que en El Alto tienen los jóvenes con la tecnología, la imaginación y la creación científica que va desde lo intuitivo hasta el nivel técnico, es probable que se esté desperdiciando un potencial creativo e intelectual muy fuerte y renovador sólo por no ver a una ciudad que se ha imaginado desde siempre lejos de todo proceso de toma de decisiones y además, conflictiva y racialmente distinta. Y es que dentro de todo proceso político por más lucha contra la discriminación y el racismo, pervive la noción de que dentro de la democracia como forma de gobierno, unos son más iguales que otros. Pero también cabe la posibilidad de que el Estado no tenga herramientas ni conceptos ni la experiencia necesaria como para leer fenómenos tecnológicos como los que suceden en El Alto. Ahora, este último nivel de lo tecnológico pasa a través del Estado, pero el Estado no tiene ni capacidad de apropiarse de él, ni ser partícipe en las decisiones que se tomaron sobre los usos, aplicaciones y futuro de la innovación y el nacimiento, surgimiento e implementación de la Inteligencia Artificial, y por lo tanto, consecuentemente su legislación tampoco contempla todas las especificidades sobre el uso y regulación de la Inteligencia Artificial, porque el debate parece haberse reducido a la creación de contenidos y cómo ello afecta a la propiedad intelectual. Y aunque es parte del problema, hoy, en la región, la discusión pasa por otros lados. A pesar de esa dinámica, Bolivia todavía no está muy lejos de ingresar en ella. Se deben establecer organizaciones intersectoriales e interministeriales para primero obtener información sobre el impacto de las tecnologías en la vida de los ciudadanos. Pero no tomar la ciudadanía como única ni sólida ni en bloque.hay que estratificar por edades, por género, grado de instrucción, acceso, y regiones. Los usos son diferentes para cada generación y cada segmento de la población. Y esos datos, luego habrá que procesarlos sociológicamente para entender la dinámica social, que no sólo tiene que ver con los consumos culturales como cine, música y YouTubers, sino con el acceso a la violencia, la información falsa, canales evangélicos, noticias sobre peligros ambientales o un podcast sobre chismes de la farándula televisiva boliviana. Se puede sembrar, miedo, odio, reconciliación e información por igual desde un canal de YouTube o desde una página de información, así que ese no es un dato menor, porque todo lo que se consume repercute en el tipo de sujeto social que se está formando y desarrollando lejos de las aulas, lejos de las oficinas y en el tiempo de ocio que tienen las personas. Sin una contextualización clara, mucha de esa información llega de manera directa al consumidor y afecta sus percepciones de la realidad. Aunque es claramente difícil contextualizar todo lo que existe como información o dato, en el Internet, es la labor del Estado pensar cómo entender esa información, procesarla, quizá limitarla o entenderla como algo que hay que pensar y sobreexplicar a la población. Así, la faceta tecnológica del Estado es cada vez más ágil y escapa del Estado por distintos lugares, estableciendo una fuga de información e intereses. Pero, esta faceta también, en países como China y otros, sirve también para monitorear a la ciudadanía. Es un control que en nada tiene que ver con el Gran Hermano del que tanto se habló a inicios del milenio retomando la consigna esgrimida en la novela 1984 de George Orwell. El Gran Hermano ya fue superado, ahora es otro tipo de control, mucho más sutil, constante y que se lleva con uno todo el tiempo, a través de un reloj inteligente, un teléfono, un televisor, y otros aparatos que primero, verifican y sistematizan los deseos, las búsquedas y necesidades y luego empieza a entregarte sólo aquello que te hará feliz. Por ejemplo, el hilo de conversación en Facebook cuando nació era mucho más saturada, porque interactuabas realmente con todos los contactos y veías en la plantilla de inicio, todo lo que los contactos habían publicado. En la actualidad, en ella sólo se registra a aquellos que se ha dado un like en su publicación o con los que se interactúa en el chat -que es cada vez menos-, y aquellas páginas que se compartes y se buscan. Con el tiempo, el procesador de Facebook aprende y te entrega solo aquello que sabe que buscas, entonces del recorte de la realidad que ya significa Facebook, nace otro recorte, el recorte de lo que quieres ver. Entonces es un sistema que se alimenta sólo de un tipo de alimento. Y como un cuerpo, pasa lo mismo que si la dieta se sostuviera en base a dos o tres tipos de alimentos, pasado un tiempo, el cuerpo se atrofia y pierde ciertas capacidades. Este s un ejemplo, concreto y vitrificable sobre cómo el algoritmo genera un tipo de Inteligencia Artificial que es capaz de organizar la realidad externa según el apetito y el deseo de realidad interna. Ahora, es difícil decir que esas aplicaciones son “malas”, porque no es todo blanco o negro, y menos en un mundo tecnológico. La discusión no pasa por que sea “bueno” o “malo”, esa discusión conduce a un callejón sin salida. La discusión es ver que esa dimensión de la comunicación e interacción no tiene sino más que seguir evolucionando, y que el algoritmo, la Inteligencia Artificial, cada vez será más sofisticada, y no es la discusión de apocalípticos e integrados, porque las condiciones sociales, de producción, de generación de nuevas subjetividades y problemas sociales, son otros que los de hace cuarenta años. Ahora primero hay que entender cómo son estas nuevas tecnologías, porque no son lo mismo una Chat GPT creado y desarrollado en Europa que otro creado, desarrollado y gestionado desde Asia. Y en segundo lugar, porque no es sólo estar en contra de una tecnología porque no la entendemos o parece difícil de regular o parece que todavía no es masiva. Sin embargo, pensar el mundo desde esas perspectivas es de nuevo colocarse al final de la fila de la discusión que marca el presente. El tema es cómo integrarse en ella y de qué modo. Qué tiene Bolivia para ofrecer en ese rubro. Y cómo afectarán las relaciones sociales, familiares, educativas y profesionales esas tecnologías.
Las nuevas tecnologías y la Inteligencia Artificial se parecen mucho a cómo funcionan los colegios en la actualidad. Los colegios están amparados bajo un techo institucional, hay reglas y contenidos que deben aplicarse, pero depende de los propietarios y del personal administrativo cómo se gestionará el colegio. La directiva y los inversores -sean estos públicos o privados-, dan la identidad al colegio y sus antecedentes históricos y socioculturales también marcan el estilo de educación que se impartirá, el código religioso, ético y de seguridad al interior del colegio y su posterior sistema de castigos y recompensas. Lo mismo sucede, pero de manera más compleja, con las aplicaciones y sobre todo con la Inteligencia Artificial, responden a parámetros sociales, porque han sido creados, pensados y desarrollados por seres humanos. Y éstos también vienen de países con ciertas regulaciones, empresas con ciertas metas y principios y financiadores con distintas metas y esquemas temporales.
Y por tanto todo este conglomerado de datos y de regulaciones tienen que ver con cómo se porta un determinado Estado frente a su población y frente al mundo que lo rodea. Estas facetas por tanto, requieren ver la dimensión humana tanto como la tecnológica, porque como se podrá imaginar, todas las facetas descritas ahora están atravesados por esta segunda secuencia de lo tecnológico.
Pensar sólo el Estado como una estructura de dominación como se pensó desde la instauración de los Estados modernos, no tiene mucho sentido histórico ni político, y mucho menos social. El Estado se precia de ser la suma de instituciones. Por lo tanto ellas también deben aproximarse a la complejidad reconociendo que el tejido social se ha complejizado en los últimos 25 años.
Porque para nadie es un secreto que mucha de la opinión pública sobre políticos, partidos y planes de gobierno se crítica, cuestiona, difunde, comercializa y transforma desde las redes sociales y las plataformas multimediáticas. Por ello, no se trata de anularlas, o negarlas. Sino de ver cómo funcionan, qué impacto tienen y dónde obtienen su mayor impacto. De nuevo es un tema de audiencias, de segmentos poblacionales y de estratificación.
Sin embargo, el común denominador tiene que ver con la información real sobre Bolivia que tienen las instituciones y por lo tanto, el Estado. Tener información no significa sólo generar reglas impositivas y sanciones económicas. Significa saber y entender cuál es el verdadero cambio en la población. Las expectativas y los deseos sociales, culturales y económicos han cambiado de una generación a otra, y eso define un nuevo carácter del Estado y sus funciones. Habrá por tanto, que ver desde el Estado cómo satisfacer tontos deseos, expectativas y demandas que se diferencian entre sí.
Y si hay deseo, demanda y expectativas, estamos hablando directamente de la composición simbólica y técnica del mercado laboral y del mercado de bienes y servicios. Sabemos que la industria pesada y de mediano alcance en el país no puede ir más allá porque lo que produce podría saturar el mercado. Dado que no hay tantos compradores para comprar lo que produce, lo cual reduciría los costes de producción. Pero al ser un sociedad todavía pequeña, el mercado es limitado y conservador. Línea blanca y telefonía móvil siguen siendo los objetos tecnológicos más vendidos. Le siguen los aparatos de entretenimiento y seguridad.
Este también es un síntoma de lo que significa un Estado y sus facetas. Porque es cuando aparece el mercado que todo se nota con mayor claridad y profundidad. Le mercado no es que lo decida todo, y menos ahora, porque no existe un solo mercado. También el mercado se ha diversificado, y está compuesto y conformado según el acceso y poder adquisitivo de los consumidores.
Esto es algo que hay que entender. También los mercados son complejos y en muchos casos interconectados, regional y provincialmente, pero también según las necesidades y flujo de capital que tienen los compradores. Las redes comerciales, son en buena parte familiares, pero también dentro de la familia extendida construida por padrinazgos, compadrerios y presterios. Así la fiesta cobra un nuevo rol, al aglutinar personas distintos a través de un mismo rubro comercial. Se entienden los grandes acontecimientos como el Gran Poder u aquellas festividades y aniversarios de distritos que se realizan en la ciudad de El Alto o en Cochabamba y las que se despliegan a lo largo del año en cada barrio de la ciudad de La Paz, o las relaciones económicas y simbólicas que sostienen a las comparsas, fraternidades y conjuntos musicales y bandas de música que bailan y se presentan durante el Carnaval en Santa Cruz, Oruro y Cochabamba; pero también el flujo y concentración de capital que no entra precisamente en las estadísticas oficiales, porque corresponden tanto al mercado no oficial como informal. Y es aquí cuando la faceta cultural del Estado, aparece y organiza lo cotidiano y la acumulación de riqueza.
El problema es pensar que sólo unos son los que tienen acceso, los otros también, pero su forma de acceso es distinta. Y claro, entre unos y otros, quedan los que trabajan para ambas esferas, son ellos los que de verdad no tienen acceso. Esta dimensión de lo administrativo de la sociedad transforma el Estado desde otra perspectiva. Si bien no es lo mismo ser propietario de un comercio en un Mall que en la Uyustus o Max Paredes o en el Mercado 25 de mayo o en San Antonio y en el Miamicito, tampoco significa lo mismo trabajar como dependiente en alguno de estos comercios. O en sí, no se puede pensar lo económico como una estructura sólo de dos niveles cuando la propiedad es tan diversa, el capital tan fluctuante y el trabajo tan dinámico, porque en muchos casos, los dependientes de estos comercios están ligados al pluriempleo.
Finalmente, el Estado como forma institucional que debe entender la sociedad, no sólo es Estado porque está separado de la sociedad civil, sino que sus estructuras en otro momento de la historia se entendieron como una representación de la élite económica y con capacidad de poder político. En otros el Estado, es una estructura que posibilita la representación cultural e identitaria del país. Entre ambas concepciones, no se dejó de pensar que el Estado es una estructura de dominación política a nivel simbólico y concreto a través de leyes y normativas.
En la actualidad esas formas de entender el Estado deben cambiar, sin dejar de lado las anteriores, pero relativizando su actualidad, porque necesita el Estado ser mucho más complejo a la hora de analizarlo. La faceta tecnológica marca un nuevo modo de entender la economía, y por ello redefine la estructura laboral y el acceso al mercado de trabajo y pone nuevas condiciones a las relaciones capital-trabajo-salario.
Se podrá decir que en esencia las relaciones siguen siendo las mismas. Un capitalista dueño de los medios de producción que saca ventaja de las relaciones sociales de producción al proponer un salario desventajoso al empleado, obrero o maestro.
Pero se podrá decir que el Internet es básicamente un medio de comunicación. Pero sabemos que no es sólo eso. Y que ha transformado mucho de nuestra identidad, muchas de nuestras necesidades sociales y nuestra perspectiva sobre el mundo, y aunque está claro que muchos intelectuales, activistas, operadores políticos e investigadores, no se dejan convencer a nuevas interpretaciones por más datos que se les presente, no por ello, el mundo se detendrá y complejizará. Y no por ello, cada día más, los jóvenes buscarán nuevas opciones políticas, culturales, laborales y familiares.
Entender y apropiarse de los cambios es virtud de quienes pueden abrir su mente a nueva información, complejizando la que ya se tenían y viendo si los conceptos, metodologías con las que veían y entendían la realidad para sintetizarlas siguen siendo actuales o necesitan más datos para entender mejor el panorama en su completa dimensión.
El cómo funcionan cada una de estas facetas en Bolivia, responde también a lo que se desea y necesita del Estado, porque también cabe la posibilidad de que el Estado sólo sea funcional y resuelva lo inmediato y cada facción política imagina el Estado como un gran empleador y pasará sus días apagando incendios, sin proyección ni proyecto de vida. Será como una familia donde cada una de sus partes busca distintas opciones y es incapaz de dialogar entre sí.
Puede ser que los políticos sí necesiten solamente que el Estado represente sus intereses, y que agilice el ascenso de una nueva clase social, al poder político, que como en otros contextos, aquí también significa poder económico y mejora en la calidad de vida de los participantes del Estado, pero esto habla más de un Estado para nada moderno, y altamente burocrático, vigilante, normalizador y unidireccional.
Pero, también existe la posibilidad de que los siguientes representantes políticos, entiendan la pluralidad y complejidad, primero de la sociedad boliviana, y luego de la traducción posible de esa complejidad a la institucionalidad. Y aunque hubieron intentos de hacer aquel tránsito posible, también sabemos que formas culturales y económicas imposibles de soslayar estuvieron en tensión. El punto de la plurinacionalidad no fue generar que unos sean más iguales que otros, estableciendo interlocutores válidos según su capacidad de movilización o poder de intervención en lo público y capacidad de dotar estabilidad al proceso, sino que la plurinacionalidad significaba en los hechos también reconocer y gestionar la complejidad social, económica y cultural de Bolivia, desde una institucionalidad que se gestionaba de abajo hacia arriba tal y como se propuso.
Sin embargo, con los límites, alcances y contradicciones de ese proceso, hay resultados que ahora se pueden gestionar como lecciones aprendidas. Sobre ellas emprender la gestión del Estado. Dar una nueva identidad, según el partido ganador, lo cual es inevitable no va en contra de trabajar sobre las lecciones aprendidas y las buenas prácticas que sí se tuvieron.
Por lo tanto, la formación del Estado en Bolivia, está en su momento de ampliación, reclama que se acepte su complejidad y espera que se encuentren los mecanismos para asumir esa complejidad. Mientras tanto, lo que ocurra por fuera del Estado, es altamente complejo también por el periodo de gobierno que concluye y las expectativas de la izquierda que han quedado en pausa y reorganizándose; pero, el funcionamiento de las facetas del Estado, también son herramientas para aproximarse a las sociedades que componen Bolivia en el presente y leerlas desde esos factores. Los resultados que se obtengan, serán en definitiva, buenos insumos para empezar el trabajo de complejización del Estado y por tanto, darán valores concretos a los cambios y datos reales a las opciones de transformación en rubros como educación, salud, vivienda y comercio.
jimenezkdorian@gmail.com
 
         
 
                         
	 
                  
                




