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¡Excélsior!: un siglo de historia en la ciudad del Illimani – (Parte I)

Es probable que la palabra Excélsior —que no puede ser pronunciada sino con ímpetu ni escrita sin signos de admiración— para el común del lector pueda ser intrascendente, pero no para el lasallista, pues su sola vocalización enciende una hoguera en su espíritu. Si se la dice, se lo hace con la pasión que únicamente la siente quien formó parte de la comunidad de La Salle, aquella familia cuyos grandes protagonistas son quienes recibieron la excelencia de su formación, pero no los únicos, porque el reparto se extiende mucho más allá: docentes, padres de familia, administrativos. Todos ellos han construido una historia tan rica que ha subyugado a todos cuantos han tenido la fortuna de pertenecer a esa comunidad. Por ello, merecía un testimonio escrito y limpio; conmovedor pero objetivo.

Ahora el Colegio La Salle quedó documentado en el soporte más seguro e intelectual que el hombre haya inventado en este campo: el libro. Un libro escrito por Ignacio Vera de Rada, que en 293 páginas de un cuidadoso trabajo historiográfico titulado Cien años del Colegio La Salle en La Paz: Historia de una aventura educativa, con rigurosa metodología que lo hace didáctico aún para el extraño a esa institución, recoge en una primera parte la historia previa al establecimiento de las Escuelas Cristianas en esta ciudad. Continua con la fundación del colegio, parte en la que, con ese motivo, el autor hace una escueta pero substancial historización de los hospitales en La Paz, desde el más remoto nacido de las Cédulas Reales dictadas por el Emperador Carlos V y su hijo Felipe II, precursores de estos establecimientos allá por el año 1550, hasta rememorar el Hospital de Mujeres, que fue demolido para levantar un moderno edificio que albergó a La Salle. Hoy mismo, esa infraestructura —ya de propiedad de la UMSA— es una preciosa obra arquitectónica que adorna el centro paceño. El tercer capítulo narra la erección de la nueva infraestructura en el barrio de La Florida, la cual, si el término no estuviera exclusivamente reservado para las universidades, se diría que es un auténtico campus, el más formidable no solo de la institución en el país, sino de todo el sistema educativo boliviano.

El libro, fiel al estilo y la proclividad del autor a la historia, aprovecha la aventura del colegio, cuya gran parte está ligada a la historia política y los vaivenes sociales del país de finales del siglo XIX y principios del XX. La república ha marcado nítidamente que el centenario colegio de la ciudad haya alcanzado la cúspide.

Leer Cien años del Colegio La Salle en La Paz ha de permitir recorrer el escabroso camino que esta institución ha transitado a través de un siglo de existencia, pues el suceso es parte —como se dijo— de la historia del país que, acápite aparte, parece haber recopilado en lo político los eventos más dramáticos, las traiciones más cobardes y los pasajes más angustiosos de toda la región. Se puede decir que personajes no solo renombrados, sino varios de ellos insignes, estuvieron vinculados al colegio, con una gestión muy preliminar ante el entonces embajador de Bolivia en Francia, Eliodoro Villazón, gestión que, si bien no tuvo mayor eco, fue el primer antecedente del que se tiene conocimiento de acuerdo con la importante bibliografía consultada para la composición final de este documento historiográfico.

Todo lo anterior no es más que una sucinta sinopsis de lo que es el libro presentado hace unas semanas, porque solo la lectura íntegra de sus páginas permitirá comprobar que Vera de Rada perquirió hondamente los prolegómenos de La Salle en La Paz, tratando de no dejar resquicios que mantengan en incertidumbre cuanto ha rodeado a la feliz iniciativa de aquel remoto 1884 y, como resultado anecdótico o simplemente casual, la expulsión de los hermanos de las Escuelas Cristianas de su asiento de origen. Efectivamente, en Francia, por disposición legal, según indican las primeras páginas del libro, no debía quedar ni uno solo de sus miembros, lo que dio inicio a una ardua gestión que tardó casi 40 años en rendir el fruto que hoy conocemos.

Augusto Vera Riveros es jurista y escritor

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