Hace unos días, Alejandro Santos, ministro de Minería, en un arrebato de sinceramiento, dijo refiriéndose al presente y futuro del país: “Estamos fregados”.
Y la pregunta es por qué estamos así. La respuesta, despojada de fingimientos y subterfugios, es simple: por el perverso socialismo, agravado por la ineptitud de gobernantes corruptos e irresponsables. Atrás quedaron las entusiastas proyecciones que decían que nuestra economía estaba blindada, que la nacionalización nos haría una nueva Suiza o que teníamos los índices de crecimiento económico más altos de la región. La única realidad es que desde el 2006 hasta hace unos cinco o seis años, vivimos un espejismo provocado por una mesa servida que a los Morales, Arce, García Linera, Choquehuanca y una interminable legión de arribistas les tocó degustar para después dilapidar en una vida de lujos y malversaciones desenfrenadas. Hoy todavía transitan un camino paralelo al de la cruda realidad. Y tienen el tupé de decir que “Estamos saliendo adelante”.
Insólito es endilgar al cerco que la Asamblea Legislativa Plurinacional puso a la aprobación de créditos, la desaparición de los dólares, la falta de combustibles, la descontrolada escalada de precios de todos los productos, el inacceso a medicamentos, la falta de fuentes de trabajo, el elevado índice de morbilidad, la inexistencia de inversiones, la inseguridad jurídica, la sumisión al todavía influyente Evo Morales o el contrabando, simplemente porque un país en el que hasta hace no mucho abundó el dinero como nunca antes en su historia, no puede depender de un crédito financiero para su supervivencia.
El gobierno de Luis Arce no tiene el capital político de antes de la diseminación de los militantes del Proceso de Cambio; por tanto, la lectura correcta que hoy tiene el antiguo militante de base masista no permite que las inauguraciones de lo que el gobierno llama “industrias”, en el marco de un programa ridículo de industrializar el país para fingir un crecimiento que en realidad no existe, persista en la ingenuidad a que por años los tuvo adormecidos este remedo de modelo. Y a estas alturas, a pocas semanas de las elecciones, se nota en quien todavía gobierna Bolivia una desesperación por librarse de esta papa caliente, y se nota que no ha tenido ni la capacidad profesional ni la honestidad política de admitir que el modelo económico social, comunitario y productivo, que únicamente tenía sostén en la lluvia de dólares, ha sido un rotundo fracaso. Cortar cintas inaugurales o presidir ritos devocionales a la Pachamama, creyendo que eso tiene alguna importancia en las finanzas del Estado, es como querer curar el cáncer con Mentisan.
Abrir una industria de papas fritas no solo no contribuye a la economía, sino que la agrava, sabiendo las imprevisiones que durante veinte años caracterizaron este malaventurado modelo, al que hay que añadir los sobreprecios que en casi todos los proyectos existen y el agrandamiento desmesurado de la burocracia, que al final del día es la única razón para tan inicuos emprendimientos.
Más antes, el propio Arce Catacora dijo que no se garantizaría la provisión de combustibles. Y eso es muy grave, tratándose de la declaración de la primera autoridad del Estado. Es signo inequívoco de que ha perdido totalmente el rumbo de la conducción que, por esos fenómenos injustificados pero explicados por la ignorancia de un pueblo, le fue confiada.
La borrachera de poder del innombrable caudillo chapareño y su prolongación en gente políticamente cuestionable y moralmente ruin, nos han embarcado en una nave (la del Estado) a la deriva. A partir de la actitud altanera y embaucadora, signo característico de los gobernantes socialistas, y de la cooptación de todos los órganos del Estado, arrogándose mandatos que nos les dieron, empezaron los ajusticiamientos, las persecuciones, el empobrecimiento de la clase media y la indigencia de los que eran pobres, lo que significa que recomponer toda la miseria en que nos dejaron, sea cual fuere el próximo gobierno, será una dura labor y el país sufrirá todavía por muchos años hasta que quienes gobiernen y sean sujetos de confianza, implanten medidas gradualistas, no sin antes cargar con las iniquidades cometidas contra la patria. El tránsito hacia el renacimiento de este maltratado país será todavía de muchos escollos, y bajar las gradas sin barandas siempre es un riesgo. Nos han robado una generación que todavía no ha conocido lo que es la libertad.
Sí: ¡estamos fregados!
Augusto Vera Riveros es jurista y escritor