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Eso que la poesía hace posible

En México se hablan 68 lenguas, es uno de los países con más lenguas indígenas, sin embargo, tristemente, la mayoría están en riesgo de extinción, por ejemplo, el chocholteco (de Oaxaca) actualmente es hablado por 729 habitantes; o el pápago (en Sonora) hablado únicamente por 112 personas.

Un maravilloso poema náhuatl titulado “Cuando muere una lengua”, escrito por Miguel-León Portilla explica lo terrible que es para todos que una lengua desaparezca: cuando muere una lengua todo lo que hay en el mundo, mares y ríos, animales y plantas, ni se piensan, ni se pronuncian con atisbos y sonidos que no existen ya.

Dirá mas adelante León-Portilla que al morir una lengua se cierran puertas y ventanas por las cuales los demás podemos acercarnos a ver el mundo desde otra perspectiva porque la lengua es, inevitablemente, una forma de entender la vida, una cosmovisión.

Poco podemos hacer los no hablantes de lenguas indígenas para evitar que éstas dejen de existir, sin embargo, podríamos, por ejemplo, interesarnos en ellas, buscar poesías en ellas, escuchar canciones, al final, hemos escuchado canciones en inglés, francés o cualquier otro idioma sin entender muchas veces qué cosas repetíamos.

Durante este tiempo he intentado escuchar, mientras camino, si alguien habla alguna lengua indígena y tristemente debo decir que no.  Quizás alguna alguna niña que vende dulces con su madre y hermanos entre ellos hablan, creo yo, náhuatl, pero es casi un lenguaje privado, secreto (que nadie escuche), sin embargo, en estas mismas calles sí reconozco el inglés o el francés de los extranjeros. Algo malo se ha tenido que hacer como Estado, como pueblo para que en las calles de la ciudad de México se escuche el inglés con total naturalidad y el mazahua, otomí o tlahuica nunca sean pronunciados.

En México, tristemente, ser indígena es no existir. Los indígenas son silenciados de muchas maneras, una, la más terrible (creo yo) es no permitirles hablar sus lenguas mientras transitan sus tierras. La Constitución mexicana reconoce a este país como una nación pluricultural y la educación, “dicen”, debe ser en la lengua materna, los hechos, sin embargo, son diferentes, la mayoría de los niños indígenas son educados en el español y casi obligados a olvidar sus lenguas. Aquí en la ciudad no he encontrado una escuela en la que aprendan algo de náhuatl, por ejemplo.

Hay algo que nos impide acercarnos al mundo indígena, algo que lleva a creer, erróneamente, que lo indígena pertenece únicamente al campo y que no debe salir de allí.

Lo triste de todo esto es que si bien estamos negando, como siempre, a los indígenas su derecho de existir también nos estamos negando a nosotros nuestro derecho de ver el mundo.

Dejo ahora un poema en totonaco titulado “Muere mi rostro” de Manuel Espinosa Sainos, dejen que la poesía sola haga su efecto, que su música se adentre. Que la poesía abra puertas.

Mueren los ríos,

mueren las estrellas,

mueren mis ojos,

mueren mis manos,

muere mi rostro,

muere mi oído,

muere mi olfato,

muere mi sombra,

muere mi silencio,

muere mi ruido,

muere la luna,

muere el dolor,

muere mi muerte

y mi canto,

mi canto,

mi canto no morirá jamás.

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