Márcia Batista Ramos
Lo cierto, es que no se puede entender muy bien. Yo, como casi todos, estoy atónita ante los hechos, pero sin entender qué les pasa a esos tipos. Parecen salidos de una narrativa bufa. Lo malo es que pretenden ser serios. ¿Quién los cree? El punto, es que me desanima y me asusta percatarme de lo que son capaces. A ellos no les importa nada. No les importa nadie. ¿Cómo es posible que ambas cosas sean ciertas, que no les interese nada ni nadie?
Sabemos que, a cualquier momento, los aprendidos empezaran a suicidarse tirándose del vigésimo piso de la prisión, uno a uno. Claro, primero se arrancarán los propios testículos y quizás, un ojo después de firmar la carta póstuma como en un recetario ya conocido. Parece burla, pero otros ya corrieron la misma suerte. Es sabido, por todos los que andamos por estos parajes. La pluma de Vargas Llosa se adelantó escribiendo: “(…) El muchacho estaba a la vez ahorcado y ensartado en el viejo algarrobo, en una postura tan absurda que más parecía un espantapájaros o un Carnavalón despatarrado que un cadáver. Antes o después de matarlo lo habían hecho trizas, con un ensañamiento sin límites: tenía la nariz y la boca rajadas, coágulos de sangre reseca; moretones y desgarrones, quemaduras de cigarrillo, y, como si no fuera bastante (…) habían tratado de caparlo, porque los huevos le colgaban hasta la entrepierna”, en su obra: “¿Quién Mató a Palomino Molero?”
Si Vargas Llosa se adelantó a los hechos o si Varguitas les dio ideas, no lo sé. Creo que se adelantó a la narrativa ingrata que tendremos que ver en los noticieros, porque también creo que esos tipos no leen.
Las aguas bajaron, los ríos volvieron a su cauce después de las tragedias. Ahora el frío castiga a las personas sin casas. El precio actual de los tomates es inviable. No existen nubes perdidas en el azul. Sólo el silencio revoloteando por la tarde. Mientras identifico mi pequeño equipaje: un bolso cargado de esperanza, justo allí, donde la palabra acaba y me recuerda que ya escribí este relato a unos trece meses atrás, con otros dolores de tras fondo. El caso es que el frío espantoso envuelve las piedras, la paja y el horizonte y sé que todos se preguntan: ¿Qué les pasa? Intento procesar los hechos y advierto que es todo casi criminal, para decirlo de la mejor manera.