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Envenenando a Bolivia

“Estos katari van a envenenar a los qaras (…) que van a entrar”, amenazó el dirigente Ever Rojas a los bolivianos, en un nuevo intento de amedrentar a los electores, al mismo tiempo que miles de mujeres/ancianas y niños/bebés de su región mendigan en las urbes.

En casi tres lustros bajo el Movimiento al Socialismo, el norte potosino no mejoró sus indicadores de Desarrollo Humano y sus ciudades no lucen sistemas modernos de agua potable o de saneamiento. En cambio proliferan canchitas, vehículos chutos y nuevas rutas para el circuito coca cocaína.

Reemplazan a los vende patria por los vende droga, los contrabandistas y la delincuencia, incluyendo la trata de niñas que terminan en algún país vecino. ¿Cuál es la tasa de mortalidad materna infantil entre los laimes? ¿Le interesa a Rojas? ¿Ayudó a algún centro para cuidar a infantes juqumaris o para atender enfermos mentales de Chayanta? ¿Qué hicieron él y las otras autoridades masistas por mejorar las condiciones de salud en Macha?

El norte potosino está cada vez más envenenado también en sus ríos y valles. El Estado Plurinacional no hace lo suficiente para revertir la contaminación secular; al contrario, está peor.

Lo más lamentable es que amplía las fronteras mineras de copajira, arsénico, amoniaco y mercurio. En el norte amazónico, las quejas de los antiguos bolivianos que ahí moraban desde sus más lejanos antepasados no han detenido la explotación irracional de oro que se llevan los chinos.

Hace poco, los habitantes de Rurrenabaque y de San Buenaventura denunciaron la llegada de una draga colombiana para explotar minerales sin condiciones de cuidado ambiental y, según parece, sin llenar fichas legales. Retornamos al coloniaje más salvaje, ante el silencio de Evo Morales.

Mucho nos entristece saber que otros bolivianos también serán pronto envenenados con otra concesión para que un minero potosino, Walter Quintanilla (¿con técnicos chilenos y capital chino?) construya una planta a cielo abierto de lixiviación de cobre utilizando ácidos tóxicos.

El alcalde masista Jhonny Ortega ha entregado ese permiso en la zona alta de los cerros colorados de mi amada Villa Abecia, donde nacen los ríos y vertientes que permiten que los últimos ilusos agrarios cultiven vid, membrillos, duraznos, maíz, tubérculos.

Según otras denuncias se trata de crear ilegalmente una planta a cielo abierto de producción de carbonato de calcio usando productos letales. Los habitantes de los Cinti, técnicos lugareños y defensores del medio ambiente están movilizados. ¿Escuchará alguna autoridad esa queja?

Los empresarios del color azul no se interesan por cumplir las normas y el propio Álvaro García Linera asegura que el cuidado de la naturaleza es asunto del imperio. Estos anuncios ilusionan a desocupados o a nuevas tropas de migrantes norteños, muchos pobres, otros muchos, falsos pobres.

Tampoco olvidamos los intentos de hundir la vida sana y alegre entre Roboré y Santiago de Chiquitos con loteadores chapareños, derribando árboles, usurpando áreas protegidas.

El MAS envenena el norte, el sur, el poniente y el oriente. Algunos lo declaran abiertamente como Rojas, otros se esconden en el discurso falso.

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