Desde que se oficializó la inscripción de binomios, candidatos a senaturías y diputaciones, el pasado 3 de febrero, ya se siente el ambiente tenso en el país. Hay quienes ya se identificaron con algún partido y hay quienes aún reclaman ante una posible dispersión del voto. Lo cierto es que la incapacidad de los políticos siempre deja mucho que desear y son los bolivianos los que terminan decidiendo por lo menos peor.
La muestra más clara de esta situación es el “desprendimiento” del candidato a primer senador por la alianza Creemos por Tarija, Mario Cossío, quien mediante una carta abierta al Tribunal Supremo Electoral (TSE), dijo que declinaría a su aspiración con el propósito de evitar el retorno del expresidente Evo Morales al Estado.
La pregunta es ¿Por qué recién? Acaso cayó en cuenta del error que estaba cometiendo. Si hay algo en lo que coincido plenamente con Shirley Franco, candidata a primera diputada plurinominal por Juntos (otro partido duramente criticado), es en que “hemos llegado a elogiar y agradecer la coherencia política” y que “eso muestra la decadencia de valores y de lo poco que los bolivianos esperan de sus políticos”.
El panorama electoral, de acá al 3 de mayo, se torna complejo y parece que las sorpresas serán el denominador común. Sin embargo, las denuncias de corrupción vienen a matizar esta realidad.
El escándalo en boga es lo que ocurrió en Entel. Se presume que en 82 días gestión, el exgerente de la empresa estatal, Elio Montes, hizo despilfarros con publicidades cuantiosas y finiquitos a 13 funcionarios, la mayoría de ellos gerentes, por casi 869.000 bolivianos por menos de tres meses de trabajo.
Con estas muestras, parece que a los políticos del país aún no les ha quedado claro la repulsión que sienten los bolivianos por la vulneración de normas, la insensatez y la corrupción. Tres elementos que fueron duramente criticados al gobierno anterior y que, pese al cambio de administración, siguen arraigados en el aparato estatal.