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El voto informado: lo que no te dicen, pero deberías saber antes de votar

—¿Y si hacemos un live hablando sobre temas interesantes? —me escribió Marcelo por WhatsApp hace unos días.

—Claro pues, hermanoy… ¿qué temita propones? —le respondí.
—La importancia del voto informado, ¿te parece? Cómo enseñar a la gente a votar en democracia. Qué elementos debería considerar.

Me pareció un tema vital, urgente, olvidado. Marcelo prometió escribirme una de esas noches, pero desapareció entre brindis y mensajes. Seguro sigue celebrando su cumpleaños. Así que mientras él festeja, yo escribo.

Y escribo porque el momento lo exige. Porque estamos en medio de un proceso electoral donde no solo se juega quién gobierna, sino cómo decidimos ese futuro. Y ahí es donde el voto informado se convierte en una herramienta poderosa. No un lujo, no una recomendación: una necesidad.

La mayoría de las personas cree que en las elecciones generales solo se elige Presidente y Vicepresidente (en circunscripción nacional única). Pero no es así. También se eligen 36 senadores (por circunscripción departamental, en lista única con el Presidente y Vicepresidente, aplicando el principio de proporcionalidad), 130 diputados —divididos en plurinominales (70 en total. A estos se los elige bajo la misma forma que a los senadores), uninominales (53 en total. A estos se los elige por circunscripción uninominal. El Tribunal Supremo Electoral es el que establece las circunscripciones en base a población, extensión territorial, continuidad geográfica, afinidad y otros. Elegidos por simple mayoría de sufragios) y especiales (7 en total. No trascienden límites departamentales y solo abarcan áreas rurales)—, además de 9 representantes supranacionales (Elegidos en circunscripción nacional, única). ¿Lo sabías? La mayoría no. Y lo grave es que ni siquiera nos lo explican.

Por ejemplo, los diputados de circunscripciones especiales. Son siete escaños asignados para la representación de las naciones y pueblos indígena originario campesinos. Se eligen por normas y procedimientos propios, según lo establece el artículo 11 de la Ley del Régimen Electoral, en las circunscripciones especiales. ¿Dónde? En los departamentos donde existen estas poblaciones y han definido, a través de sus propias formas organizativas, participar del proceso (La Paz, Santa Cruz, Cochabamba, Oruro, Tarija, Beni y Pando). No es lo mismo que votar en la ciudad. No es lo mismo que elegir a un diputado plurinominal.

Y qué decir de los representantes supranacionales. Nueve en total, uno por departamento. Representan a Bolivia en el Parlamento Andino, el Parlamento Amazónico, el Parlamento Latinoamericano y otros espacios de integración regional. ¿Quién los elige? Tú, yo, todos. ¿Cómo? A través de la papeleta nacional, arrastrados por el voto presidencial. Es decir, votas por el presidente y con él viene el paquete completo, que incluye a tu senador y a tu representante supraestatal.

Pero el ciudadano común no lo sabe. Ni el Tribunal Supremo Electoral se toma la molestia de explicarlo, ni los partidos hacen el esfuerzo de informar. Los spots de campaña siguen centrados en el “síganme los buenos” o en “el otro es peor”, mientras los verdaderos mecanismos de representación se ocultan bajo un silencio funcional.

¿Sabías, por ejemplo, que, si ningún candidato a presidente logra más del 50 % de los votos o al menos el 40 % con una diferencia de 10 puntos sobre el segundo, se va a una segunda vuelta? ¿Y que eso redefine el tablero completo? ¿Y que muchas veces la gente vota sin saber si su diputado entra por lista, por territorio o por pueblo indígena?

Peor aún: los partidos políticos están obligados a presentar sus programas de gobierno al momento de inscribir candidaturas. Lo exige el Reglamento de Elecciones Generales. Pero la mayoría de estos documentos terminan siendo archivos PDF olvidados en un sitio web mal diseñado. Nadie los difunde. Nadie los explica.

Y esto no es un capricho técnico. Porque en un escenario de crisis de representación como el que vivimos, el voto informado puede marcar la diferencia entre una democracia que avanza y una democracia secuestrada por el show político y los algoritmos de redes sociales.

El voto informado también es el antídoto contra el clientelismo. ¿Cuántas veces te han pedido el voto a cambio de una bolsa de arroz o una promesa sin base? ¿Cuántas veces votaste por “el menos malo” sin haber leído un solo plan de gobierno?

Un ciudadano informado debería hacerse preguntas básicas: ¿Qué propone este candidato para mi región? ¿Qué entiende por Administración Gubernamental? ¿Quién es su candidato a senador o diputada uninominal? ¿Tiene experiencia? ¿Tiene capacidad de gestión? ¿Qué hará mi representante supranacional en el Parlamento Andino?

En otros países, hay campañas pedagógicas, simulacros de votación, plataformas digitales donde contrastar hojas de vida, debates obligatorios entre candidatos. En Bolivia, en cambio, ni siquiera sabemos que existen 7 diputados especiales. Ni siquiera sabemos qué papel juega un supranacional en decisiones energéticas, ambientales o comerciales regionales.

Marcelo me propuso hacer un podcast. Pero a falta de su llamada, aquí va el texto. Como una forma de levantar la voz. De recordarnos que el voto no es solo un derecho, es un acto de responsabilidad. Y que si no entendemos a quiénes elegimos y por qué, luego no nos quejemos de los resultados.

Por eso el llamado es simple: informémonos. Exijamos. Leamos. Preguntemos. Que el voto deje de ser un acto impulsivo, emocional o desinformado. Que sea una decisión basada en datos, convicciones y conciencia.

Porque la democracia no se sostiene con likes ni con frases bonitas. Se sostiene con ciudadanía crítica. Y esa empieza por el voto. El informado.

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