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El tigre que fue humano y tierno

Hugo H. Padilla Monrroy

Al Este de la “planicie alta” que, se confina entre los dos brazos secos y fríos de la Cordillera de los Andes, a diferencia se extienden las llamadas “Tierras bajas”, privilegiadas con ubérrimas selvas, vírgenes en bastas latitudes, son esas tierras pintadas de matices verdes, con follajes de diversa naturaleza, en ellas habitan seres de un Reino Animal inmenso, desde los diminutos “japutamos”(¹), hasta el Rey de esa Selva hospitalaria, el Tigre Amazónico, incluso al ser humano, quien desde épocas escondidas en la plenitud de los siglos pasados albergó, al HOMBRE, como súbdito de esa naturaleza, comparada con el “Paraíso Terrenal”.

Hoy, que esa inmensidad de vida es depredada por el hombre extraño, destruyendo a la realidad de la naturaleza bautizada como las Tierras Ricas, El País de la Canela, el Reino del Dorado o los Dominios del Gran Paititi, hoy denominado El Beni(²), donde existen 852 especies de fauna, como 80 especies de mamíferos, 412 especies de aves y 55 especies de reptiles, se estiman conocidas 509 especies de peces. Muchas de ellas amenazadas en desaparición como el Pejichi, Marimono, Manechi, Ciervos, Águila Arpía, Pato Negro, Peta, Piyu, Lagarto, Caimán Negro y en especial, el Rey de estas Selvas, el Tigre, Pantera Onca, el Jaguar llamado también  Otorongo, ese cuadrúpedo de pelaje amarillento – anaranjado con rosetas negras peculiar de América, considerado también Deidad en las culturas mojeñas, llamado en las lenguas nativas: Inchiquien en T’simane, Yagua o Yaguareté en Guaraní, Caatai en Ayoreo, Imichursh o Nuityimish en Chiquitano, Ichini en Mojeño Ignaciano.

En estas selvas, montes (ᴲ), pintadas por serpenteantes ríos, pinceladas por lagos, lagunas y decorada por bastos curichis(4), donde viven en armonía esos seres animados por sangres, aires y calores de la vida de una región como parte de la cuenca amazónica, en un espacio cualquiera, donde la selva, el rio es sustento en alimentos varios, es protección, allí vive a orillas de cualquier rio, Don Sabaraín Languidey y su familia, su esposa Doña Alodia Abaroma, con tres hijos Eloy de 17 años, Inés de 13 años y Oscarito de 9 años, cuya educación está en el poblaú más cercano. La familia dedicada a la producción de Chivé(5), recolección y elaboración de chocolate en pasta, recolección de variedad de frutas como, Papayas, Cayú, Chirimoya, Paltas, Achachairú y Asaí, productos que de acuerdo a la época son comercializados en el pueblo más cercano, luego de seis horas de navegación en tiempo de “aguas” y/o a guía de carretón en tiempo “seco”. Variados los productos del sustento familiar, muchas veces hay que recurrir a la caza para la variedad de esa alimentación.

Fue así que, un día, de los dedicados a la caza en los montes de esa jurisdicción, de madrugada, cuando el padre Sol, pintaba con sus colores, los árboles, pajonales, ríos, cañadas, lagunas y toda la extensión de los Llanos de Mojos, salieron del pahuichi(6), cargados de sus sapicuá(7) portando la pasoca(8), su alimento de jornada en casería, Sabaraín cargaba su rifle llamado en el entorno popular como “salón”, de calibre 22 y Eloy una escopeta de perdigones N° 16, se internaron en la selva, con alguna suerte, al toparse con una hurina de buen porte en carnes, presa fácil para el certero disparo del patrón, descuartizada la víctima y cuando se prestaban a cargar amarrada a un palo, para transportarla al hombro, se percataron de la presencia y mirada de un Tigre, que reclamó su propiedad natural de sustento.

Tanto Sabaraín como Eloy, pusieron carga rápida a sus armas y dispararon al bulto amarillo escondido en la tupida vegetación, se escuchó el crujir de las hojas secas al peso del cuerpo victimado, con los cuidados y precauciones se acercaron al lugar verificando que, se trataba de un Tigre-hembra pues a su lado miraba con susto un cachorrito de unos 40 cms., por cierto, una cria muy tierna, con pena los hombres dispusieron su cuidado, reclamando el pequeño con gruñidos el crimen cometido con su madre, despellejaron a la fiera muerta, para llevarse el cuero con cabeza, retornando a la vivienda en dos viajes funebreros, más el huérfano, este, fue amarrado alimentado y regalado con agua, toda la noche, lamentó su orfandad, pese al cuidado y carisias de los más chicos de la familia, quienes obsequiaron con el nombre de “Michilín”.

Esa noche en la charla de sobre mesa, Don Sabaraín, comentó que el ejemplar de la Tigra, es muy desarrollada, dijo:

Mide más de 1.20 m de largo, la cola puede medir de 55 cms., creo que puede pesar unos 100 kgs., es un animal adulto, el cuero lo curtiré y conservaré, por lo hermoso que es, la cabeza, la tengo encargada desde hace mucho por mi compadre Isaco Cuellar.

Prosiguió:

En cuanto a Michilín, veremos con el tiempo, seguramente al ser mayor, se marchará a su hogar que está en el monte, ese es su reino, mientras tanto, deberemos cuidarlo en reparación del daño que, le hicimos sin saber de su existencia. Para conocerlo, mañana lo marcaré en la orejita con un corte en sesgo.

El tiempo fue pasando la vida hogareña seguía su desarrollo normal, los negocios seguían su rutina de siempre, Eloy salió bachiller y pidió marchar para cumplir la obligación del Servicio Militar, así fue con el permiso del patriarca marchó al cuartel, los otros menores seguían sus estudios y su crecimiento natural, en cuanto a Doña Alodia, siempre cooperando con los deberes hogareños, fiel colaboradora de su marido, dedicada a la crianza de sus gallinas, patos, chanchitos y Michilín a quien le tenía algún recelo, pues de vez en cuando, se le comía una gallina, su gallo cantor de alborada, algún chanchito maltón, juguetón y torpe con los perros estancieros, Jonás y Opa, de la raza “cunumi”(9).

El cuero de la madre de Michilín, permanecía colgado como un altar de recuerdo para él,  muchas tarde se recostaba frente a la nostálgica añoranza, había crecido y ya era adulto, por ello se tomó la decisión familiar de dejarlo libre, enviarlo a su hábitat natural, como era el monte, puesto que él no desconocía de sus secretos, en ocasiones desaparecía por días para luego retornar al hogar de cobijo, algunas veces en los juegos, se portaba torpe, aunque no agresivo, antes de marchar el joven a su obligación militar una tarde, Sabaraín y Eloy, embarcaron al “gatito” en la canoa, triste fue la despedida, desde la orilla del rio, en el barranco del pahuichi, entre lágrimas de Doña Alodia, Inesita, mientras que Oscarito solo fijaba una mirada triste a su compañero de juegos infantiles, zarparon para navegar unos dos tornos del rio de la vecindad del hogar, encostaron en la orilla opuesta, bajaron a Michilín, que posiblemente adivinó las intenciones de los parientes humanos, le quitaron el collar que adornaba su garganta regalo de Inesita, el felino saltó a tierra y se internó en los chiviritales(10). no sin antes volcar su cabeza y rugir suave como diciendo “un hasta luego”, se perdió en la espesura, los dos hombres esperaron algunos minutos y escucharon un fuerte rugido como grito de libertad, botaron punta de canoa y retornaron al hogar, para seguir una vida cotidiana, muy frecuentemente escuchaban el rugir algo lejano de un Tigre solitario en esas selvas del olvido.

Al retorno de Eloy al hogar luego de un año de ausencia por la obligación militar, pidió a sus padres quedarse en su compañía por un tiempo, pues deseaba ahorrar unos dineritos para continuar con una profesión de servicio a su comunidad, como la de ser maestro, petición concedida, mientras tanto continuaría con la ayuda hogareña, se había enamorado de una peladinga pueblerina con la que pretendería formar hogar a la usanza y costumbre camba.

Una tarde se internó solo en el monte, con la misión de caza, pues la carne de monte se había agotado, ya entrada la noche y al no retornar al pahuichi, la preocupación de la familia fue grande, el dios Sol había escondido sus pinceles y había permitido que la Madre Luna, cubra con su manto claro la noche que, permitiría el descanso en ese tibio follaje. Se escuchó en la lejanía el rugir de un Tigre con el ladrido del perro Jonás, compañero de esa faena, por ello más preocupación, antes de que apunte el alba, Don Sabaraín y Oscarito se dirigieron en el rumbo que tomó Eloy, escucharon un disparo de “salón” en la distancia y se dirigieron al lugar a la luz de sus linternas, tan pronto aclaró el alba, dispararon un escopetazo al aire que fue respondido muy cerca, lograron llegar hasta el lugar donde Eloy estaba sentado al apoyo de un árbol de Cupesí, el abrazo de padre e hijo fue de mucha alegría, Eloy contó a su padre, que:

Padre, por esa senda me encontré frente a frente con un tigre, solo atiné a volcar y correr con mucho susto, el animal me siguió muy de cerca, permitiéndome subir al árbol, la fiera quedó sentada al pie del Cupesí, había chilcheado(11) hora antes, por lo húmedo de las ramas en un falso paso caí al suelo y creo que me quebré la canilla, al verme cerca al tigre, reconocí que era nuestro querido Michilín, se acostó a mi lado y permaneció toda la noche a mi costado, permitiendo que incluso le sobe la cabeza, al otro lado y en custodia estaba acostado Jonás, mi compañero de caza, que de vez en cuando ladraba, como llamándolos, también se animaba a rugir Michilín en ese pedido de auxilio.

Cuando escuchamos la llegada de ustedes, mi compañero nocturno se levantó, meneó la cola y se marchó por la senda, no sin antes rugirme suavito y lamer la canilla lastimada.

Don Sabaraín y Oscarito, se internaron en la senda unos metros, llamando al hijo pródigo, “Michilínnn…. Michilínnn…”, en respuesta muy lejos se escuchó un rugido largo, con acento de tristeza y quizá agradecimiento, por la vida que le conservaron la familia humana, por el regalo de libertad, por el cariño que le dieron pese a lo trágico de su existencia infantil, ese ser poderoso, el Rey de la Selva, el temido, por todos, supo retribuir en su hermano de la vida, la protección y el cariño cosechado en el hogar campechano de Sabaraín y Alodia.

En la etapa de recuperación Eloy consiguió un roncador, que es un instrumento hecho en una tutuma, un cáñamo enserado y que imita el rugido del tigre amazónico, fue así que, de una banda del rio de los Chapacura, a la otra, cada cierto tiempo, al llamado de Eloy, respondía seguramente Michilín…

Una noche de luna llena, el llamado de Eloy, no tuvo respuesta del rugido sonoro, vibrante y ronco clásico del Rey de las selvas de los Chapacuras, hubo dolor y sentimientos de esperanza, hasta el día que Eloy marchó del pahuichi a enfrentar su vocación, tampoco se escuchó más los saludos desde la banda del rio.

Una noche despertó sobre saltado por un mal sueño Don Sabaraín, vio tendido en un  pajonal a Michilín, lo reconoció por la marca en la oreja derecha, al mismo lado donde escurría una larga y fina línea de sangre, lo observó despellejado, ese cuero amarillento con matices negros y brillantes ya no estaba, vio su boca abierta y no distinguió sus colmillos, el pobre había sido sacrificado por malos hombres, se había cumplido una vez más el destino del Rey de las Selvas del Yacundá, del monte San Pablo, del monte en la rinconada del Matos, de los montes de los Chapacuras, de los Cavineños, de los Chacobos, de los T’simanes. El espíritu de Michilín, viajó desde las entrañas del infinito, desde el Paraíso de los animales, para denunciar con su padre de adopción, su trágica muerte y sacrificio, fue una despedida en la visión espiritual del sueño, también denunciar la alegría de juntarse con su madre, la Tigre Reina, la del martirio, ese no justificado hecho de Don Sabaraín, como decreto de recuerdo para exculpar su error.

Eloy volvió con la profesión de su vocación, profesor de la escuelita rural del poblaú, fue defensor extremo del Medio Ambiente de su comarca, se comentaba que, en las noches de luna llena, Eloy se revestía con el pelaje de la Madre Tigra, se internaba en la selva para tertuliar con su hermano Michilín, convertido en el Tigre-Humano en espíritu, poseedor de sentimientos y virtudes.

El Maestro Eloy, como humano, Michilín el felino, como dueño de las selvas, juntos en las entrañas fecundas del bosque Mojeño, en comunión, simbiosis de sentimiento y majestuosidad de espíritus, acompañando el canto de Guajojó, celebraban su mística hermandad.

“También los animales tienen sentimientos de agradecimiento, de cariño y de dolor del alma ante las injusticias.”

En un claro de las ubérrimas selvas de Mojos, en octubre de 2023.

REFERENCIAS

(¹) “japutamos”, Insecto diminuto de color rojizo, que se aloja en las hojas del pasto.

(²) Beni, en Lengua Tacana = Viento.

(ᴲ) Monte, nominación nativa de selva.

(4) curichis, bajío, similar a pantano, agual.

(5) Chivé, Es una harina gruesa elaborada de la yuca.

(6) pahuichi, vivienda rustica, denominada en la lengua popular camba.

(7) sapicuá, Bolsa preferente de tela gruesa para portar alimento, vestimenta etc.

(8) pasoca, Comida que resulta de la mezcla de charque picado con chivé.

(9) “cunumi”, que no tiene una raza definida.

(10) chiviritales, Vegetación baja, arbustos pequeños con pastos.

(11) chilcheado, lluvia ligera y menuda.

Gráficos: Obtenidos de Internet.

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