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El servicio subordinado a la ambición de poder


Voy al punto. Evo Morales no es un caso cuya actitud en la política tenga alguna relación con una vocación de servicio al país. Lo que al déspota anima en su intratable obsesión de postularse a la Presidencia tiene que ver más con una patología mental y de sentimientos enraizados en la ambición por el poder y de venganza que siente por todo aquel que no piensa como él.

En mi criterio jurídico, la CPE no prohíbe que él pueda ser candidato en las elecciones que se avecinan. En cualquier caso, la incertidumbre sobre la permisión o impedimento de una eventual postulación descansa en la pésima redacción que ese instrumento tiene, sin hablar del fondo de su contenido, que es una verdadera aberración política y jurídica, degradando la categoría de una carta magna a un simple manual de funciones cuyas normas, en un estado serio, deben recaer en instrumentos de menor jerarquía y con criterios ceñidos al derecho, a la doctrina y a una adaptabilidad según los cambios sociales.

Pero lo que sí impidió a Evo Morales inscribir su candidatura ante el Tribunal Supremo Electoral es la inexistencia de un partido político que en nuestro derecho positivo es lo primero que un candidato debe tener, sin hablar de las sentencias constitucionales que lo inhabilitan de por vida para optar por la Presidencia.

Entonces, al caudillo no le asiste ningún fundamento para reclamar una inscripción que no guarda el cumplimiento de ninguna solemnidad. En su caso, mucho menos derecho le asiste si su gobierno fue promotor de las más vergonzosas argucias para evitar otras candidaturas, como la de Ernesto Suárez a la gobernación del Beni. El resultado del referéndum que le negó su deseo de postularse ilegalmente, habiendo de todas maneras violado la Constitución, refrenda la inviabilidad de una candidatura ilegal por donde se vea el asunto. Así, las amenazas de convulsionar el país son una muestra más de cómo han implantado la cultura de la violencia invirtiendo la característica social del animal político de sumisión a la ley, por la fuerza propia de los animales.

Y Álvaro García Linera no es candidato porque su desempeño como vicepresidente de Evo Morales hizo que incluso sus excorreligionarios vean en él un siniestro personaje para el país. El falso profesional, mentiroso, odiador y exterrorista no ha tenido un protagonismo en los últimos dos años, pero, astuto como es, ha estado moviéndose para apadrinar la candidatura de Andrónico Rodríguez, abrigando la
esperanza de que gane las elecciones y, así pueda manejar los hilos del aparato estatal, como lo hiciera durante 14 años, por encima del presidente. De hecho, la acompañante de fórmula de Andrónico es una ficha del tristemente célebre subgobernante.

El propio presidente Luis Arce forma parte de la franja de seguridad en la lista a miembros de la Cámara Alta por el Movimiento Al Socialismo. No es muy estimable dar un salto tan abismal en la función pública, pero… hay que cuidar las espaldas de los muy probables procesos que por diferentes tipos penales le aguardan al todavía mandatario. Hay que conservar el poder…

Pero volviendo al ex gobierno masista… Evo Morales, García Linera, Juan Ramón Quintana y muchos más de ese obscuro periodo de la historia, como Raúl García Linera y otros, deben admitir que su contribución a la ruina en que dejaron el país ha terminado; aunque se da casi por descontado que muchos de los que se denominan evistas todavía gozarán de las mieles del poder, ya sea en la Asamblea Legislativa o en el gobierno, en caso de que ganen las elecciones (aunque lo hagan por interpósita fórmula, como la de Andrónico Rodríguez, que en resumidas cuentas es más de lo mismo).

Finalmente, aun cuando convengamos en que el poder político no es únicamente el poder del Estado, sí es posible afirmar que el poder político supremo es justamente el poder del Estado, y una de las formas de su ejercicio es el ejercicio despótico que implantaron Evo Morales, Álvaro García Linera y Juan Ramón Quintana, entre sus más tenebrosas figuras.

En resumen, no se les debe nada a ellos. La historia está siendo muy complaciente con quienes han desangrado las arcas del país y pisoteado los derechos humanos. Estos y muchos más de los gobiernos masistas no pueden volver a ocupar un lugar en ningún órgano del Estado, porque los bolivianos nada les debemos que no sea el hundimiento que hoy soportamos.

Augusto Vera Riveros es jurista y escritor

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