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El sentido del tiempo pascual

Una de las grandes debilidades de la Iglesia católica está en las limitaciones de la evangelización, las cuales están incluso en sus esferas más altas. Hablo de la incapacidad de transmitir a sus feligreses, en primer término, la Palabra de Dios, o el ejercicio correcto de la liturgia, que, teniendo como fuentes a la Biblia y al Magisterio de la propia Iglesia, no es más que el servicio que el hombre presta a Dios, porque este se lo merece. Pero cuando hablamos de la doctrina social, el desconocimiento entre los seguidores de la Iglesia apostólica y romana es generalizado.

Muchos fieles católicos ven en la Navidad el acontecimiento mesiánico de mayor trascendencia. Por supuesto que nacer de una mujer que nunca supo de acceso carnal no es cosa que suceda todos los días; de hecho, sucedió una sola vez. Pero finalmente, y aunque de modo muy diferente, todos nacemos. No obstante, esa cristofanía hubo de tener otra manifestación divina, seguramente la teofanía más asombrosa de que la historia de la humanidad diera testimonio: la Resurrección de Cristo. En el mundo cristiano se recordó ese antes y después de la relación de los hombres con Dios el domingo 9 de este mes. Ese es el día más importante en el calendario litúrgico de la Iglesia universal.

Y a esa fecha conmemorativa del acontecimiento más prodigioso de la historia, le sucede el tiempo pascual, que media entre la Cuaresma y Pentecostés. ¿Pero cuál es el sentido de ese tiempo en la fe católica? Es decir, que durante el lapso que se computa desde el triunfo de Cristo sobre la Muerte y la venida del Espíritu Santo sobre María, los apóstoles y todos los que aceptaron a Jesús en sus vidas, se celebra la alegría de la Resurrección con fiestas litúrgicas en todos los domingos —que en total son siete—, como la Ascensión de Jesús al Cielo por sus propios medios y no por virtud ajena, como el día del Juicio sucederá con los escogidos. Claro que, durante este tiempo, no solo celebramos la prodigiosa victoria de Jesucristo sobre la muerte, sino que la Iglesia va más allá: celebramos que Jesús vive para siempre en la gloria del Padre y, gracias a su Espíritu que en lenguas de fuego descendió desde el Cielo, también entre nosotros. Por eso, la otra fiesta de mayor simbología es Pentecostés, que fue la primera reunión producida en comunidad eclesial; porque sólo a partir de ese momento los discípulos se juntaron en nombre de quien ese mismo día iba a cumplir otra de sus grandes promesas: dejarlos con la protección del Espíritu Santo.

No hay que tener dudas respecto a que la Pascua no es simplemente una fiesta entre otras: es la fiesta de fiestas, como la eucaristía es el sacramento de sacramentos; y más aún: San Atanasio la denomina “el gran domingo”. Entonces, el tiempo pascual es definitivamente el más fuerte de todo el año, porque, en primer lugar, es un tiempo de alegría por un Cristo resucitado, pero también es un tiempo de amor, que es el mandamiento más importante que Jesús dejó durante su ministerio.

El tiempo pascual es un tiempo de encuentro con Jesucristo; seguro que no será como el que tuvo Pablo con el Resucitado, no tan dramático como el que sucedió camino a Damasco, pero puede ser tan emotivo como definitivo en el cristiano que quiere enderezar su vida, enmendar sus faltas, confesar sus pecados, reconciliarse con el Hombre-Dios. Por eso este es el tiempo más importante de todos los tiempos litúrgicos, pues no es poco saber que aplastar a la Muerte sólo puede ser posible sobre el cimiento de quien para siempre vive en los corazones de sus seguidores, porque toda la fe fluye de la Resurrección. “Y si cristo no resucitó, nuestra predicación no tiene contenido, como tampoco la fe de ustedes” (Cor., 15:14).

Así, la proclamación en la Pascua no termina con el Domingo de Resurrección. Ese día es sólo el inicio, porque los siguientes cincuenta marcan el don del Espíritu Santo y el nacimiento de la Iglesia que, en la teología tradicional, la Iglesia ha querido destacar como la cincuentena pascual en que los domingos son diferentes de los otros domingos, especialmente de los del tiempo ordinario, ya que en que la eucaristía se tiene el Evangelio de Juan por ser este esencialmente espiritual y la selección de algunas lecturas del libro de los Hechos de los Apóstoles.

Por esas y otras razones, este tiempo, que ya lo estamos viviendo, es el más apto para la celebración de los sacramentos pascuales, como el Bautismo, la Confirmación y la Unción de los enfermos.

Augusto Vera Riveros es jurista y escritor

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