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El Novecento del “realismo social»

Maurizio Bagatin

“La historia no es una ciencia exacta, divaga, hay que dejársela a los soñadores, que la recomponen por instinto” – Patrick Rambaud

Bernardo Bertolucci escribió con las imágenes su “novela de la tierra”, Novecento es una profunda mirada hacia un siglo y su gente, sus contradicciones y su violencia. Y así parece narrarnos el realismo brutal que nos había acompañado el neorrealismo y mucha literatura tan bien escrita. Tengo como piedras millares algunas novelas y algunos ensayos, entre ellos seguramente Fontamara y Cristo se detuvo en Éboli, como también Cañas al viento y mucho Verismo siciliano. Pero no puedo olvidarme la influencia de Emile Zola y el llamado Naturalismo y también El Gatopardo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Estados de ánimo que conciliaban con el determinismo, el darwinismo, el positivismo y el materialismo histórico de Marx y Engels. Algunas de estas obras sufrieron estas ideas y solo el tiempo ha logrado quitarle de encima, y de adentro, esta etiqueta que parecía perenne. La memoria, escribió Paco Ignacio Taibo II, no es otra cosa que una sabia mezcla del eco del olvido involuntario y el recuerdo que persiste en regresar, y cuando logra modificar al pasado, lo hace sin que nadie le agradezca.

Voy vagabundeando sobre este tema y otros que se van relacionando, enamorados por esta misión de ver el mundo como real. El llamado “Realismo indigenista”, por ejemplo. Autores que de esto han hecho su misión de vida, algunos han sobrevivido a los estigmas, otros siguen sufriéndolos. El arzobispo Diego de Landa, autor del auto de fe de Maní, nos hizo perder testimonios indígenas invalorables. Se puede suponer que los libros del Chilam Balam eran muchos y contenían mucha de la sabiduría del pueblo Maya: “Toda luna, todo año, todo día, todo viento camina y pasa también. También toda sangre llega al lugar de su quietud, como llega a su poder y a su trono” es del Chila-Balam de Chumayel, un fragmento que hipnotizó a Rossana Rossanda, la muchacha del siglo pasado. Los Maya, pueblo que a través de El eclipse Augusto Monterroso nos guía a su ciencia.

Seguimos huérfanos de una reconstrucción histórica de la Malinche. Conservamos en nuestro imaginario sus muchos nombres y las leyendas, los testimonios de los tlaxcaltecas y la irreducible fuerza que tuvo con la palabra. Malinche sigue siendo una incógnita para todos nosotros, Malitzin, Mallena, Marina, María, amante e intérprete de Fernando Cortéz, tampoco su nombre es cierto; se la conectó con la Llorona y fue utilizada por la iglesia, fue concubina y diplomática bilingüe. Sigue siendo la figura fundamental – poliédrica e misteriosa – de la historia del ombligo de la luna, México. Autora de una mediación cultural tout court, la cual en realidad fue mucho más allá, generando un mestizaje de palabra y de hijos, ambos marcados por la violencia, pero, para ella, inevitables. En el subconsciente mexicano florece de una semilla, tan fértil como el teocintle, el Balún Canán de Rosario Castellanos, donde lo importante el tema político y la pérdida del lenguaje: “Y entonces, coléricos, nos desposeyeron, nos arrebataron lo que habíamos atesorados: la palabra, que es el arca de la memoria”, tal vez el íncipit más cruel de toda esta literatura. Una memoria subterránea de un pueblo, pero en el recuerdo está propio ella, la Malinche. Rosario Castellanos fue, creo junto a José María Arguedas, la escritora más ejemplar en demostrar la complejidad del mundo indígena, Arguedas por su utopía arcaica, ella por ser mujer.

Clorinda Matto de Turner nos presenta, en su cruda realidad, la explotación que el poder jurídico, el poder político y el poder eclesiástico hacen del indígena. Ella es sin duda la que en la novela logra introducir cuanto vio Fray Bartolomé de las Casas. Su preocupación fue, casi como en Alcides Arguedas, la preocupación del aristócrata, del letrado, pero llegó a tocar niveles de denuncia contundentes. Y alcanzó ver más allá, aunque solamente soñando, que sean los indios en liberarse. Tal vez inspirando lo que sostuvo luego Mariátegui: “La solución del problema del indio tiene que ser una solución social. Sus realizadores deben ser los propios indios”. El Proemio de su obra cumbre, Aves sin nido, sigue gozando, a pesar del paso del tiempo, de belleza y de poesía. Ciro Alegría, José María Arguedas y Manuel Scorza continuaron su obra con gran madurez. Páginas de “realismo brutal”, como en las páginas de Jorge Icaza y de Jesús Lara.

En su venustidad el indio y su mundo son aún por describir plenamente, quizás porque “el mundo mágico de los indígenas es incompatible con el mundo racionalista de los blancos y, por mucho que en los mestizos puedan encontrarse transferencias de ese mundo mítico, solo la mentalidad indígena es susceptible de una visión compleja en la que lo sobrenatural puede considerarse natural”. Según Rulfo “No, no hay indios, solo una vez, cuando bajan de Apango; esos sí son indios, los demás son mestizos todos […]”. Son Raza de bronce con el terrateniente Alcides Arguedas,

Deberíamos ver y analizar este problema con el problema del estado, y en eso nos fue de maestro Pierre Clastres, en La sociedad contra el estado critica los conceptos que a los evolucionistas les gustaría que el Estado organizara bajo la finalidad de toda sociedad y que Rousseau expresaba con «la inocencia natural del hombre». De este modo, paradójicamente, expulsa el Estado del lugar central que ocupa, contrasta las grandes civilizaciones andinas con las pequeñas unidades políticas formadas por los caciques del Amazonas, cuyo cuerpo social está continuamente en movimiento para evitar que el líder transforme su prestigio en poder. David Graeber en su obra El amanecer de todo. Una nueva historia de la humanidad, reabre el debate. The Mission, la película de Roland Joffé se revela como un buen testigo de cuanto los guaraníes fueron, una estructura horizontal y cooperativista, muchas secuencias lo demuestra y hoy, a distancia de siglos sigue viva la voluntad cooperativista entre los pueblos guaraníes.

Violencia y ternura en Oswaldo Guayasamin, violencia y horror en Miguel Angel Asturias, realismo social en imágenes y en palabras que sigo intentando descifrar, tal vez porque “Hay tantas cosas que suceden y uno no se explica…quizás es porque no tiene, simplemente, explicación”.

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