Márcia Batista Ramos
Después de todo, no es difícil, dejar que otra alma te toque. Basta tener oídos y dejarte llevar por las palabras. Basta dejar que un ángel sostenga tu cabeza, dulcemente, mientras escuchas palabras y más palabras…Además, puedes escuchar el eco que repiten las palabras sin memoria.
El eco, dicen que es un fenómeno acústico en que se produce la repetición de un sonido al chocar las ondas sonoras contra un obstáculo y reflejarse hasta llegar al lugar donde se ha emitido. Independientemente, de la oquedad de donde brotó cada palabra desamparada.
Tu sabes que hay palabras que ayudan a escarbar los días en la memoria. Aparecen una a una, armando el puzle que hacía olvidado. También, existen, las que sirven como catalizador y cuando aparecen en tu vida, sirven para acelerar alguna reacción necesaria. Pero, si no son sinceras y te percatas a tiempo, lograrás recuperar algo maravilloso que casi lo dabas por perdido.
Debes tener en cuenta que el tiempo puede traerte el regalo que siempre soñaste. No siempre, todo será oscuro. No siempre, será noche en el jardín donde escuchas aleteos y donde el silencio enmudece las palabras. Tal vez un día, de manera un tanto casual, la noche se vista de grises y podrás reconocer siluetas, al menos.
Cuando estabas nadando en una membrana opaca, escuchabas palabras y más palabras… ¿Recuerdas? No. Es lógico que no recuerdes. Nadie recuerda, dicen. (Mi caso es una excepción que no hablaremos ahora). Cuando el líquido tibio te envolvía, escuchabas las palabras y el palpitar del mundo, sin pensar. Apenas escuchabas.
De pronto el tedio, la inhabilidad. Mientras las palabras como retazos alados se mueven solas por la casa. Pronuncias una diatriba. Piensas un poema. Te miras en el espejo que refleja el silencio. Por un instante, no quieres pronunciar palabra que rompa el silencio. No quieres romperte…
El Bolero de Ravel toca tu alma, sin que te diga palabra. La oquedad de donde brotan las palabras, tal vez, no sea hueca porque, sencillamente, sea como una floresta poblada de fantasmas, dolores viejos, miedos insanos, deseos morbosos y esté regando palabras para ayudarse a pasar su propia vida. Mientras trata de, a través de su tiniebla, iluminar tus días tristes.
Puedes arroparte en tu edredón preferido y tratar de dormir. Buscar la paz del silencio. Pero, de ti saldrán palabras que saltarán como grillos ruidosos. Molestarán. Llenarán los espacios, con su forma pétrea. Arrinconarán al silencio. Tratarán de degollar a cualquier ángel tierno, que quiera acercarse para ofrecerte, dulcemente, su regazo.
No siempre las palabras son compasivas. Especialmente, si brotan de ti y logran, de manera imprevista, reflejarse hasta llegar a hacer eco. Es cuando te agitas, como si tuvieras alas subes, subes y después, te desplomas inexorablemente, de manera intempestiva, en el piso, agonizando como una mariposa. Te envuelves más en el edredón y duermes lo que queda de la noche.
Alcanzas despertar sintiendo cansancio, porque sin pensarlo, toda la noche arrastraste la carga pétrea de las palabras. No pudiste silenciarlas. Todas salieron de ti, para expiar tu alma. Y no lograron su cometido. ¿Tal vez, no eran sinceras?
…
El sol también se extingue y nunca envejece.
Existen labios que susurran oraciones.
Los paraguas cuentan las horas para poder lucirse
El viento también viene de lejos cruzando fronteras.
Los zapatos ya no salen a la calle.
Las horas también vuelan enhebrando suspiros.
El mundo se carcome en silencio y no quiero hablar de la pandemia…
…
La tetera silba en la cocina. Te llama. Los noticieros te informan. Los chistes te divierten. Puedes sentir la emoción de los abrazos virtuales. De los besos… Y escuchar las palabras. No hace falta pensar si vienen de una voz con alma. De un corazón puro. Si son sinceras. Son palabras que vienen con alas. Si dejas que un ángel sostenga tu cabeza, dulcemente, las palabras van a tocar tu alma.