Márcia Batista Ramos
“He atravesado el mar.” J.L. Borges
Si cerca hubiese un mar, tal vez, nadie que vive aquí, lo relacionaría con la substancia que asfixia, con el elemento que ahoga y también sabrían que, a cierta profundidad, es oscuro como la noche y no por eso se acaba la vida. También existe vida donde falta la luz. Lógicamente, que la vida fluye en los más recónditos lugares, mismo en aquellos que son húmedos y en dónde no nacen flores. Pero no es igual la vida que retoñece bajo la luz o aquella que está condenada a subsistir en la oscuridad.
Me contaron sobre alguien que se parece al océano, por ser imponente y temible, no por su tamaño o por su faz humilde que trata de mostrar a cada paso, si no que, por su carácter oscilante, por su orgullo indomable que se revela con dureza cuando el loco deja su otro yo salir a flote, actuando en contra de las exigencias o necesidades sociales y legales de la sociedad en la que vive. Esto da miedo, es como el mar que causa miedo al hombre de la montaña cuando lo vislumbra por primera vez, cuando escucha su bramar y se percata de que es más grande que los campos por él conocidos.
Contaron sobre su palidez contrastante con sus ojeras, con sus ojos hondos y oscuros, cada vez más sombríos y opacos que no pueden ocultar el amargor de sentirse viejo, achacoso, enfermo y tener que convivir con un huésped en su cabeza y resistir a tanta emoción. Los médicos dicen que delira. Ya no mira de frente. Sus familiares dijeron que no es por arrastrar una vida miserable que se quedó así, creyó poder vivir tranquilo, sin percatarse que los hombres locos que lo persiguen habitan en su mente; los mismos parientes dicen que empeoró este año, después de haber ido al mar en dos ocasiones. Debe ser cierto, porque el mar produce muchos locos, de todo tipo: aquellos que quieren hacer un guiso con su abuela, los que son megalomaniacos y mitómanos a la vez, los que son tristes y tóxicos merecedores de la soledad del desterrado y tantos otros…. Sé que su única importancia es la que le damos.
En fin, el mar da a cada cual lo que mejor le conviene: sirenas o naufragios.