Las acciones que consumen la atención de los personeros políticos, tanto del nuevo gobierno como de los derrotados en las elecciones, está trazando, o sería mejor decir, cavando un rumbo ajeno a las necesidades de la sociedad.
Dirigentes de todos los pelajes y colores reconocieron que atender con máxima diligencia y eficacia los problemas derivados del primer ataque de la pandemia de coronavirus, el agravamiento de la desaceleración y el deterioro económico, con la consecuencia del retorno a la pobreza de cientos de miles de familias, son las prioridades que necesitamos atender sin demora alguna.
Sin embargo, la instalación del nuevo gobierno no aporta hasta ahora ninguna señal trascendente de que se está prestando atención y acumulando esfuerzos para atender tales necesidades. Todas las novedades que recibimos se refieren a las nóminas de funcionarios que llegan, a rabiosas disputas por modificar esas listas y a las consabidas e inútiles ceremonias y promesas de asunción de cargos.
Más allá del anuncio del pago de un nuevo bono, ya aprobado por los legisladores cesantes, no conocemos el mínimo bosquejo de medidas para recuperar empleos y fuentes de ingresos perdidos por la combinación de los graves errores económicos cometidos en largos años y su empeoramiento por los confinamientos sanitarios. En cambio, estamos al tanto de enredadas y febriles estrategias para ganar gobernaciones y municipios, “para blindar” el recién recuperado poder.
Las otras noticias de la esfera política son órdenes de liberación de los procesados de ayer y de captura para quienes hasta hace una semana las redactaban, mientras el nuevo ministro de “Justicia” que juró no referirse a casos “concretos e individuales” que comprometiesen su criterio e imparcialidad, ya ha empezado a abogar por casos concretos e individuales y a plantearnos medidas que suponen el largo y complejo recurso de reformas constitucionales, en medio de una situación que desafía la sobrevivencia de millones de personas.
La oportunidad de la oposición para demostrar que tiene un nuevo enfoque para encarar nuestros problemas, ya que desperdició completamente la que tuvo en la campaña, vuelve a evaporarse, porque frente al hambre y la incertidumbre prefiere darnos noticias – igual que sus rivales – sobre candidatos y alianzas electorales.
Las elecciones para renovar autoridades autonómicas son importantes, en tanto que se trata del personal que entra en contacto más directo y accesible con la ciudadanía, pero reiterarán y ahondarán las fallas ya conocidas si están desvinculadas de planes y propuestas de lo que tendría que ser el más importante proceso de transformación ambiental, productiva y energética del país.
Si por ejemplo, el plan nacional consiste en derrochar recursos en la desesperada búsqueda de hidrocarburos, que no se encontraron en largos años previos, y los regionales o locales, en planificar obras con regalías gasíferas que continuarán declinando sólo aceleraremos las más temibles aristas de todas las crisis.
Los efectos más duros de la combinación de crisis están aún pendientes. Atenderlos con la mayor anticipación y diligencia es lo más distante que puede haber a la nueva embriaguez electoral que se ha apoderado de las organizaciones políticas.
Las medidas a asumir son, en principio, relativamente simples porque atender el incremento de capacidad productiva y energética es una manera segura de crear fuentes de trabajo. La conclusión de las medianas hidrogeneradoras (Ivirizu, Miguillas) permite, para mencionar un caso, disponer de mayores cantidades de gas para exportar, en vez de desperdiciar enormes cantidades de presupuesto para una exploración tardía y cara.
O ratificar por ley que las áreas boscosas incendiadas no podrán ser utilizadas para fines ganaderos o agrícolas no cuesta un centavo y prevé que se sigan liquidando los recursos de los cuales depende nuestro futuro.
Evidentemente, el pensamiento de los políticos profesionales está completamente alejado de estas preocupaciones, con lo que el desencuentro entre representantes y representados seguirá ensanchándose y cargando el peso de todas las grandes responsabilidades sobre la espalda de la sociedad, porque los políticos sólo asumen como su único papel ser un factor de gasto y desperdicio.
Roger Cortez es director del Instituto Alternativo.