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El funeral de Sócrates

Juan Norberto Lerma

Al funeral de Sócrates asistieron decenas de curiosos, lloraron y departieron solemnemente alrededor de la tumba con vinos de color subido y manjares que se desbarataban en los labios.

A la caída del sol llegaron varios personajes notables en la vida de Atenas. Unos dijeron: “Sócrates no está muerto y es un delito grave que no lo esté, puesto que ha incumplido una sentencia expresa de nuestros tribunales. Sus amigos lo han colocado en una nave y viaja al extranjero. Si Sócrates estuviera muerto, luego entonces, estaría dando la cara desde su tumba abierta para que todos lo veamos. Y, aun así, es probable que sólo estuviera inmóvil. Así pues, Sócrates es culpable de cometer un crimen para evitar un crimen”. Eran sofistas que habían asistido al funeral con la única finalidad de arrojarle su desprecio a quien los había derrotado en todas las arenas, incluyendo la de la muerte.

En un grupo más allá de unos árboles amarillos se escuchó: “En efecto, Sócrates escapó y ahora es más libre que nosotros. El cuerpo que enterramos era suyo, sin embargo, lo que era Sócrates se reparte entre nosotros a partes iguales”. Estos eran escépticos, que simpatizaban con algunas ideas socráticas y que habían aprovechado la muerte de Sócrates para apaciguar su sed de conocimiento bebiendo vinos de buena calidad.

En otro grupo situado alrededor de una hoguera de boñigas se dijo: “Sócrates era estúpido, pudo tener cuanto quería, pero prefirió su estúpida sabiduría”. Estos comieron abundantemente y bebieron hasta perder la cordura. Luego se reunieron en una taberna atestada de mujeres y lloraron amargamente sobre la desnudez de sus caderas.

En un último grupo reducido, en el que nadie lloraba, se dijo: “Sócrates en verdad era sabio, prefirió la muerte a vivir envilecido. ¿Acaso su congruencia no lo vuelve a nuestros ojos un ser puro?”.

Estos se apoderaron de la biografía de Sócrates y la desentrañaron según sus propias luces, coligieron lo que aun al mismo Sócrates no le fue revelado de sí mismo por su intelecto. De la paciencia de Sócrates derivaron tomos inabarcables, lo convirtieron en un santón y fundaron una religión nueva, cuyo templo se sostiene en una tumba y se extiende hasta las orillas de los mares.

Juan Norberto Lerma México, Distrito Federal. 
Es escritor y periodista. Ha colaborado en diversos medios de comunicación y en varias revistas culturales. En un año indeterminado ganó el premio de cuento José Emilio Pacheco, al que convocó la Universidad Nacional Autónoma de México. 
Ha publicado varios libros de cuentos y poemas en Amazon, entre los que se encuentran La Bestia entre los días (cuento); Perro Amor (cuento); Las Mariposas Cantan de Noche (cuento); El Imperio del Polvo (poesía); y Signum (poesía).
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