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El espanto que nos une. Antología de cuentos de terror latinoamericanos

“Autores contemporáneos y clásicos del terror están aquí. El terror es un tema o un subgénero. O sencillamente es una tradición latinoamericana. Cuentos de terror clásico de criaturas monstruosas acompañan en estas páginas historias de horror contemporáneo, donde los fantasmas ya no habitan las casas, sino la psicología de personas como uno”

Presentación

I

La idea de lo latinoamericano es tan elusiva como la idea de lo argentino, lo boliviano, lo brasileño, lo chileno… A pesar de que casi todos nuestros países llevan años y años con las mismas montañas, los mismos ríos, las mismas fronteras…, sus habitantes son hoy distintos de los que fueron hace cien, cincuenta o incluso treinta años.

Aun así, hay usos y costumbres (no siempre agradables) de los cuales ningún latinoamericano se puede sustraer. Desde celebraciones religiosas centenarias hasta el gusto por el mismo reguetonero, los lazos que hermanan a la región no han hecho más que extenderse y fortalecerse con el tiempo.

Uno de esos lazos es muy antiguo. El susto, el miedo, el horror. En cada país tenemos una historia sobre criaturas sobrenaturales que encantaban a los hombres solamente para llevarlos a la perdición poco tiempo después. O están los cuentos de seres que tenían entre sus víctimas favoritas a las mujeres, en especial las embarazadas.

La vida en el campo, e incluso en las ciudades, cuando el territorio latinoamericano era colonia o recién había alcanzado la independencia, tenía límites puntuales: todo lo bueno sucedía a plena luz del sol, mientras que la noche y su tiniebla eran el territorio de la maldad. Poco a poco el ser humano se fue adueñando también de las horas nocturnas, así que las ciudades dejaron de dormir. Pero siguieron teniendo pesadillas.

Ya no eran el río ni el campo el lugar de las apariciones. Eran las fincas, las casas y, poco a poco, la mente de los latinoamericanos.

Sin embargo, esta tradición de espanto pareciera no brillar en la literatura. Al hablar de cuentos y novelas de terror vienen a la mente obras escritas en inglés. En ese idioma brillan astros (Poe y Lovecraft, por mencionar sólo dos de los más resplandecientes) que parecen impedirnos ver que en América Latina se ha escrito y se escribe terror desde hace mucho tiempo. Esta reunión de cuentos es apenas una muestra, un vistazo para quien desee entrar en lo más oscuro de nuestra narrativa.

Como toda muestra, tiene sesgos y no es -el concepto mismo lo imposibilita- exhaustiva. Aun así, recorre décadas y traspasa fronteras, aunque no todas. A pesar de los esfuerzos, no ha sido posible reunir autores y autoras de cada país de la región, pues tarde o temprano hay que parar la investigación y convertirla en libro. Desde luego, esta primera antología publicada en Planeta-lector no tiene por qué ser la última. Autoras, autores y cuentos de horror y susto hay muchísimos. Queda miedo para rato.

II

Como todo libro de cuentos, la ruta ideal para leerlo está en el lector. Pensar que alguna de estas historias debe ir antes que otra sería confundir este libro con una novela. Por lo tanto, queda hecha la invitación a abrir el libro en una página al azar y comenzar por el cuento que haya elegido la suerte. Como en el juego aquel donde un libro predice el destino…

A pesar de todo, era necesario ordenar los relatos que aquí hemos reunido. Para eso elegimos la forma más sencilla: el orden alfabético por autor, tomando en cuenta el apellido. De esta manera, Gabriela Arciniegas, de Colombia, es la primera escritora que aparece en estas páginas. En «Alfonsina nos cuenta la macabra historia del vínculo entre una niña y el mundo de lo ominoso, de lo que parece ir bien, pero nos deja una sensación incómoda, la del horror que acecha en lo cotidiano.

Luis Jorge Boone, de México, propone una atmósfera angustiosa para enredarnos en su pesadillesca historia. En una mina, oscura y eterna como el infierno, los personajes se transforman, sacan lo peor de ellos, hasta que llega el desenlace, que no necesariamente es un alivio para los protagonistas.

El venezolano Julio Calcaño habla de un ser que se alimenta de sangre y cuyo cuerpo ya no tiene alma. En su cuento, publicado pocos años antes del vampiro más famoso de la literatura, se asoma un ingrediente singular: la venganza. A cambio del descanso eterno, ya inalcanzable, el ser sobrenatural es capaz de deshacerse con facilidad de sus enemigos. En el camino, perecerán también otras víctimas.

También vampírico es el cuento del boliviano Homero Carvalho, ambientado en la época contemporánea, pero con toques muy peculiares: mezcla referencias lovecraftianas con la tradición fantástica de Bolivia. Así, el vampiro de Carvalho no se alimenta de sangre, y cuando parece que su destino se ha sellado.

Uno de los pilares del modernismo, Rubén Darío, pinta un retrato de la vida acomodada en Londres hasta que aparece el mal. Un joven, deseoso de salir al mundo tras vivir en un inter-nado, recibe una lección tan macabra como edípica. Aunque el desenlace es revelador, no es precisamente la criatura sobrenatural el enemigo a vencer.

De vuelta a nuestro lado del Atlántico, Joaquín Díaz Garcés, narrador chileno, entrega una mezcla muy poco frecuente: terror y fábula. Lo que parece un intento de estafa se va tornando tan angustiante que en algún punto todos los personajes ponen en riesgo la vida. Al final se enfrentan a lo que parece el (espantoso) eterno retorno.

En México, Javier Elizondo Granillo escribe sobre horrores físicos y metafísicos, de este mundo y de aquel. Un padre (a medio camino entre el científico y el chamán) inventa una máquina para la lluvia; con el paso de los años, su hijo, que padece una deformidad física, se ve obligado a heredar la máquina del padre, y a lidiar con el peso de esta figura paterno-fantasmal.

Luciano Lamberti, de Argentina, lleva el horror a coordenadas en las que la muerte no interviene. O no interviene de la forma en que la conocemos. La historia que relata gira al rededor del doble, pero no del narrador, sino de su hermano.  Asistimos a la irrupción de un impostor desde la angustiante mirada del testigo para el que la situación sólo lo hace sentir atado de manos.

Uno de los más importantes autores de Brasil, Joaquim Maria Machado de Assis, presenta lo que parece un clásico relato de terror de su época: un hombre enamorado de una mujer casada logra que ella le corresponda, pero el marido celoso vuelca con violencia su furia sobre ella, dejándole huellas permanentes en el cuerpo, y marcando para siempre la memoria del intruso. Pero ésa es sólo una parte de la historia.

Casi a la mitad de esta compilación aparece un paréntesis, como si de un intermedio se tratara. El famoso poeta mexicano Amado Nervo entrega una narración de fantasmas, pero total mente distinta de las que se hallan en estas páginas. El escritor hace gala de ironía y se va a lo práctico: no tiene caso dudar de los seres del otro mundo, es mejor aprender los modales necesarios para tratar con ellos.

Una muestra de las famosas Tradiciones peruanas de Ricardo Palma es «Mujer y tigre», relato en el que la prosa irónica y a veces desternillante del autor contrasta con la historia que narra: una venganza ocurrida hace varios siglos, pero digna de las páginas más escandalosas de la nota roja actual. Además de la carnicería, el horror allí se palpa al ver la facilidad con la que el ser humano se convierte en monstruo.

El monstruo también es uno de los temas de «Ellos en verdad existen», cuento del costarricense Roberto Saravia, cuya historia revela una añeja verdad: las leyendas de épocas anti-guas, especialmente las macabras, no nos dan identidad porque se repitan de una generación a otra, sino porque los protagonistas de esas historias nos habitan en lo más profundo.

«Mariposa nocturna» evoca desde el título la desgracia. A mucha gente estos bichos (polillas, mariposas que revolotean focos y lámparas) les dan miedo porque, según la superstición, llegan como mensajeros de la muerte. En el cuento del boliviano Rodrigo Urquiola, este insecto es muy elocuente: anuncia la calamidad, como marca la superchería, y se queda pegada a la fuente de luz, como indicando que su anuncio – la desgracia-durará más de lo esperado.

Para el ecuatoriano Eduardo Varas, la historia del hombre lobo no sólo está viva sino es materia de estudio académico. A lo largo de su relato se muestran referencias que hacen pensar con cada vez más garantías de verdad que todos, en el aquí y el ahora, estamos más cerca de un licántropo de lo que quisiéramos admitir.

Javier Viveros vuelve a los fantasmas, pero no a aparecidos simples que encantan una casa o un cementerio, sino a espectros de peso histórico. Con «Rectas coplanarias» el autor plan. tea algo que pocos se preguntan: ¿qué pasa con los muertos en batalla? Al no morir en paz, e incluso al tardar en enterarse de su muerte, ¿están destinados a penar? ¿De qué manera? Y este cuento captura el espíritu del libro: el horror de la muerte, los fantasmas y el tiempo.

Los editores

Editorial: Planeta Lector
Temática: Juvenil | A partir de 14 años
Colección: Fuera de Órbita
Número de páginas: 224

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