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El engaño biotecnológico

Maurizio Bagatin

«El que no cree, duda de Dios; el que cree, duda de sí mismo.» –Paolo Ricca

Escucho a Neil Young, The Monsanto Years, que es oír a la poesía que denuncia la aberración. ¿Cómo podríamos describir a una empresa que nos vende la esterilidad, sí la esterilidad de sus semillas que, después de haber sido sembradas una primera vez, pierden vitalidad y reproductibilidad?

Retorno a un texto que escribí algunos años atrás y que me parece más actual que nunca. Lo he resumido cuanto he podido porque durante todo este tiempo he aprendido que “menos es mejor”.

Vida versus transgénicos

Mi Gran amigo Juan Manuel me lo repite siempre: “Contra la estupidez hasta los dioses luchan en vano”, es una frase de Friedrich Schiller, el gran poeta alemán. Así podría resumir la actitud de todos los que aún creen en las fabulas distopicas que les han hecho creer los fabuladores de la biotecnología aplicada a la agricultura. ¡La estupidez insiste siempre, nos advirtió Albert Camus!

Venderle a una familia campesina unas semillas que las esclavizará a un ciclo productivo en manos de unos cuantos es una brutal aberración, y si vienen acompañadas de un paquete llamado biotecnológico que incluye el uso ya no del glifosato sino del glufosinato de amonio, es una combinación mortal para la familia campesina, para su soberanía y seguridad alimentaria y un atentado para la salud del suelo y de todos los que inhalarán este producto y a los frutos que ofrecerán estas semillas. Un atentado a la humanidad, a la vida de todos los seres vivos. Peor aun cuando todo este paquete vendrá introducido sin consultar al mundo campesino, lo de la agricultura familiar campesina, que sigue siendo lo que ofrece alimentos, en un porcentaje que bordea el 70%, a la humanidad.

El principio de precaución no es tan apreciado por la Bayer-Monsanto y todas las muy poco nobles firmas que forman parte de la Big Pharma. Se trata de un principio que, por ética profesional, la ciencia debería aplicar en todo los llamados “eventos” de biotecnología y por el ciclo completo de sus estudios. Les aconsejo a todos estos científicos que vean, aunque sea una sola vez, el documental Hambre de Soja, realizado por Marcelo Viñas, les aconsejo a que lean, el Protocolo de Cartagena, los estudios sobre los efectos de la Atrazina del biólogo Tyrone Haynes, los del biólogo molecular Gilles-Eric Seralini sobre la toxicidad del Roundup y el maíz tolerante al Roundup, y en YouTube (y gratis) pueden ver un bellísimo documental de Marie-Monique Robin, titulado Las cosechas del futuro.

Todos ellos no ganaron ningún premio Nobel, pero como yo y como otros millones de no galardonados de todo el mundo, no quieren ver la Chiquitanía arder, la Amazonia deforestarse y tampoco comer veneno, como tampoco ver que estas famosas semillas sirvan para obtener vegetales destinados en alimentar vehículos que servirán para sembrar muerte. La salud económica de Bolivia y la del mundo viene del buen sentido de las cosas, viene del preguntarnos ¿de dónde viene la confianza en la ciencia? ¿Cómo se nutre y se refuerza? Nuestra salud seguramente no viene de la economía salvaje que ayer y hoy sigue devastando el verde que tanto nos gusta y nos da vida, la diversidad que tanto nos acompaña y alegra, simplemente mirando una gallinita libre y feliz ofrecernos voluntariamente su sabroso huevo, simplemente cosechando de nuestra huerta un tomate producido orgánicamente por nosotros mismos.

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