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El ejercicio del poder

Es sumamente significativo reconocer que el libro Leviatán o la materia, forma y poder de un Estado eclesiástico y civil, publicado por Tomás Hobbes en 1651, es una de las mejores explicaciones sobre el funcionamiento del poder y su ejercicio. Cuando se analiza el Leviatán, por lo general existen reacciones que atribuyen a Hobbes una serie de concepciones absolutistas sobre el Estado y los alcances del poder político. Otros identifican paralelismos con el pensador italiano Nicolás Maquiavelo porque Hobbes representaría una especie de autor inmoral, debido a sus consideraciones sobre el ser humano y el llamado “estado de naturaleza” de donde emergerían varias miradas irracionales en torno a la política.

La noción de estado de naturaleza no tiene un referente histórico real, sino que es una situación hipotética donde la inexistencia del Estado acarrearía consecuencias negativas para la existencia de cualquier comunidad humana. Al mismo tiempo, se asume que si el Estado llegara a destruirse, los hombres se comportarían con todo el potencial de su maldad sin límites, provocando una serie de amenazas al no existir las leyes o restricciones para controlar el ejercicio del poder cuya finalidad es humillar, someter y dominar. El estado de naturaleza es la ausencia de orden social y político, pero también significa la inexistencia de formas superiores como la plena libertad e individualidad humanas.

El Estado en Hobbes es una representación de ingeniería política, es un artefacto inventado por medio de un convenio entre todos los seres humanos, el cual tiene las atribuciones de “definir arbitrariamente” los contenidos y significados de todo lo que es bueno y malo. El “poder absoluto”, en este caso, constituye la característica de cualquier tipo de régimen político, así como la soberanía representaría aquello que sostiene al Leviatán porque los seres humanos desean que aquél se instaure. Los hombres son conscientes de su soberanía, pero acuerdan voluntariamente entregar dicha soberanía para fundar el Leviatán: un monstruo que impone orden, respeto y frente al cual nadie se opone.

La multitud (como escenario de ambiciones, miedos y orgullos humanos) tiene una connotación negativa para Hobbes y el Leviatán porque no puede reconocer intereses comunes, sino sólo intereses individuales los cuales, a su vez, esconden múltiples intimidaciones y chantajes. Las multitudes son el escenario de la contradicción, la desconfianza, la traición y la envidia que es capaz de destrozar la comunidad. Dicha multitud debe ser superada para convertirse en el concepto de pueblo, que para Hobbes es una construcción donde finalmente los individuos deciden fundar el Estado. El pueblo instituye al monarca y éste termina representando al pueblo para regirlo por completo, a través del ejercicio del poder que tiene su origen innoble y real en el Leviatán.

Si bien el pueblo es productor de la soberanía legítima e inicial que da origen al Estado, inmediatamente transfiere su poder en beneficio de un monarca o del líder representante que captura el poder. Asimismo, el pueblo termina encogiéndose (o siendo desplazado) porque deja de cumplir un papel central. Hobbes imagina una especie de teatro donde aparecen un conjunto de actores-personajes se transforman en varios representantes de los individuos, quienes renuncian a sus libertades para instaurar, por voluntad colectiva, al Leviatán. El poder, desde entonces, se convierte en la esencia de cualquier relación desigual social y política. El poder, al mismo tiempo, es la única razón de ser de la política y de cualquier comunidad humana.

Cuando se habla de poder surge el problema de la cantidad, de la graduación del mismo. Tener poder quiere decir utilizar el máximo poder posible. Hobbes explicó hace 400 años que en el poder hay una tendencia conducente a su constante aumento. En la guerra hipotética del estado de naturaleza, los hombres tienden a buscar la certeza de ganar e imponerse sobre los demás. El resultado sería lo que se denomina como “libido dominandi”: energía, fuerza y pulsión psíquica para dominar. 

Un deseo de dominación que, posteriormente, se expresa en el poder del soberano como voluntad colectiva para establecer un pacto y la entrega del poder hacia un teatro de representantes o al monarca.

Las relaciones de poder son, por lo tanto, algo muy despótico pero, según Hobbes, son necesarias. La sociedad existe porque el poder lo permite y éste aparece porque la sociedad se funda como un pacto necesario para el nacimiento del Estado.

Franco Gamboa Rocabado es sociólogo.

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