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El coronel  Buendía y el presidente Milei a la boliviana

Hernán Cabrera M.

Causó revuelo internacional los primeros ocho capítulos de la obra cumbre del escritor colombiano, Gabriel García Márquez, “Cien años de soledad”, convertida en una superproducción audiovisual para Neflix. Pero de ello no hablaremos, ya se dijo mucho y de todo en las redes sociales, en los programas de periodistas y de expertos, y en las charlas entre amigos y parientes. Opiniones encontradas, divididas, contradicciones, gustos y disgustos, apoyos y rechazos.

Macondo o el inicio de la humanidad, construido en base al esfuerzo y los sueños de un grupo de personas, que se lanzaron a la aventura en medio de la selva a tener su propio espacio vital, donde nadie moría en muchos años y donde se desplegó luego una sangrienta masacre entre liberales y conservadores, con mucha sangre y lágrimas.

García Márquez no solo retrató un pueblo a su libre imaginación, sino que concibió en cada lugar de Macondo pequeños restos de América Latina, retazos de cada país singular que somos a lo largo y ancho de Sudamérica: con sus vicios y virtudes; sus luces y sombras; sus hombres hermosos y mujeres espléndidas; sus vírgenes y sus putas; sus amoríos y casamientos; sus maldades y  bondades; sus asesinatos y su impunidades; sus personajes y sus protagonistas; sus presidentes y sus dictadores; sus injusticias y luchas sociales; sus recursos naturales y su explotación. En fin, Macondo es América Latina.

Bolivia o ciertos lugares de este país se reflejan en ese hermoso y misterioso pueblo, donde llegan los gitanos para vender ilusiones y demostrar sus artes de la magia, dejando boca abierta a los habitantes de Macondo, donde después van llegando el Estado y sus autoridades, pero que al principio son resistidos e incluso generó una revolución roja. Pero el Estado es el Estado e impuso su presencia y orden en ese lejano, sabroso y profundo pueblo, gestando en cada acción y palabra un pedazo de Patria.

En la Bolivia de Macondo se vienen las elecciones nacionales, en cuyo proceso empezarán a aparecer los saca suertes, los profetas del apocalipsis, los gitanos que venderán no solo ilusiones sino falsas realidades, que a la par con los candidatos completarán la fiesta de los disfraces políticos, tratando de convencer a los macondianos-bolivianos de sus virtudes y de que son los enviados desde las profundidades de la tierra y que son los elegidos para la sagrada misión de liberarnos de las garras de la pobreza, de la ignorancia y de la soledad. Así como lideró el coronel Aureliano Buendía, que observando un par de situaciones violentas e injustas se lanzó a comandar al grupo de revolucionarios, convirtiéndose en una leyenda para su pueblo y para Colombia.

Con el lema de la victimización eterna de los pobres indios excluidos, de la raza explotada, de los pobres más pobres, de las víctimas del odio racial, serán las banderas para la campaña electoral de los simpatizantes del coronel Buendía, que en el caso boliviano, no cargará un sombrero, ni su fusil, ni andará a caballo.

Solo que al coronel Buendía se le cruzó en el camino mucho antes, uno que cada día tiene ideas rimbombantes y que ha bautizado a su forma de hacer política, comparándola con el uso de la motosierra, ese aparato que corta rápido la madera o cualquier árbol. Este es el presidente argentino, Javier Milei, cuya forma de hacer política y discursear viene calando hondo en este país, que incluso algunos candidatos buscan ser como él en lo físico y en sus discursos, con el objeto de patear el tablero político y ser referencia para las elecciones generales de agosto de 2025.

Al extremo que un poderoso empresario boliviano con proyección transnacional ha encargado una encuesta si Bolivia necesita un Milei o no, es decir, alguien similar al argentino, que propugne ideas liberales y extremistas, basados en su grito de guerra: Viva la libertad carajo.

Al parecer el proceso electoral se irá definiendo entre estas dos tendencias políticas y personajes: El coronel Buendia y el presidente Milei. En Bolivia las posiciones intermedias o la tercera vía quizás no tengan mayor asidero, o estás a la izquierda o a la derecha, estás conmigo, si no eres un traidor y vende patria.

Por ello, algunos candidatos que arrastran las ideas libertarias de Milei buscan aparecer como los recalcitrantes opositores y que están listos para asumir el mando de la Nación. Mientras al otro lado, enfrascado en una dura pugna vienen cultivando, alimentando, construyendo al candidato luchador, rebelde y que unirá a los movimientos populares y fuerzas revolucionarias del pueblo.

En todo caso para ambos bandos, les recordamos esta reflexión de Hannah Arendt, filósofa alemana: “El poder solo es realidad donde palabra y acto no se han separado, donde las palabras no están vacías y los hechos no son brutales, donde las palabras no se emplean para velar intenciones sino para descubrir realidades, y los actos no se usan para violar y destruir sino para establecer relaciones y crear nuevas realidades” (La condición humana).

Porque lo que hemos vivido hasta ahora en el ejercicio de la política de los gobernantes y opositores ha sido la ley del más fuerte y del más astuto, en una clara y abierta lucha de sus intereses y caprichos.

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