Yessika María Rengifo Castillo
En la avenida Comuneros empieza mi ruta
y los besos de las madres que despiden en el portal
porque el amor es eterno.
Cerca al parque Nacional
están los amantes que suelen prometer
que volverán al día siguiente
impregnando mis sillas de su bonito amor.
El dulcero que cuenta al cielo
y a la chica de los ojos amarillos
su historia de lucha sin fin
sube en la calle setenta y dos.
Los viejos que recuerdan
a la Bogotá de los años sesenta
me acompañan hasta la estatua
de Américo Vespucio.
En el puente de la cien culmina mi recorrido
que inicia con otras historias
en las estaciones del tiempo
que suele ser la vida de hombres y de mujeres
que me llaman
el conductor del SITP
o quizás el chofer del Sistema de Transporte Urbano
de la fría Bogotá.