La única vez que al Presidente se le vio tener algo de sensibilidad, fue cuando fue investido como mandatario y entonces, lloró. Lloró como un Guajojó, lloró desde dentro y ante las cámaras del mundo, lloró de felicidad y de satisfacción, lloró por haber alcanzado su meta primigenia, su más cara ilusión, su más profunda ansiedad. Lloró porque era, al fin, su propio sueño. Después no lo hizo nunca más. Todo lo contrario, el Presidente fue el rey de la comedia y del mal humor, soberano de la indolencia y la ira, príncipe de la soberbia y la indiferencia.
En 14 años, el Presidente mandó a reprimir con saña a los indígenas que defendieron su territorio en el Tipnis y lo hizo sin que le tiemble la mano. Con bronca, mandó a violentar y agredir a los discapacitados. No se quebró ante la completa indiferencia que tuvo con los enfermos que colapsaban hospitales. No bajó la guardia ni siquiera cuando la policía que él controla mató a un estudiante y mientras cada día mueren más víctimas del feminicidio, él sigue riendo y contando chistes indolentes, así como le hizo gracia las manifestaciones de protesta contra los incendios de la Chiquitanía y se río de todos nosotros disfrazándose de jardinero mientras morían por millones hectáreas de toda forma de vida. El Presidente, no volvió a llorar.
Pero ahora el Presidente, de pronto, eleva a los cielos de la bondad su imgen gastada para anunciar su Ley del Cáncer. Otra broma amarga, Ley oportunista y hecha a la medida de las Elecciones, Ley que anuncia la falacia de un tratamiento gratuito «progresivo» como si no supiéramos todos que eso es puro eufemismo, puro paliativo que desconoce el drama humano de quienes sufren esa peste. El Presidente no sólo presentó una Ley inocua sino que, antes de hacerlo, increpó, retó y fustigó en la cara de los enfermos sus demandas de apoyo electoral. Los conminó a protestar contra los médicos y contra la oposición, les dejó en claro que no le interesa su salud, sino su voto.
La situación de los enfermos de cáncer en Bolivia es patética. La enfermedad les carcome el cuerpo, la economía, la familia y las esperanzas y el Estado es completamente indiferente a ellos. Ciertamente esta Ley es resultado de la desesperación del Presidente por permanecer en el poder. El Presidente quiere votos que legitimen sus ansias de apoderarse de todo y seguir manteniendo su sonrisa porque, el Presidente, ya lloró una vez y fue de alegría. ¿Quién es el verdadero cáncer?