En los últimos años, hemos visto un cambio significativo en el panorama político alemán. La crisis económica, junto con la inquietud social y la desconfianza hacia las instituciones tradicionales, ha alimentado el auge de fuerzas extremistas. Aunque históricamente Alemania ha sido un bastión de estabilidad y progreso, los tiempos están cambiando rápidamente y con ello, también la política.
En las pasadas elecciones ganó la Democracia Cristiana. Fue uno de los pilares de la reconstrucción de la Alemania post bélica, con líderes de talla como Konrad Adenauer, Helmut Kohl y Angela Merkel. Trabajaron en la reconstrucción junto a los Socialdemócratas de Willy Brandt. Hoy ambos partidos están más al centro. Muchas veces han formado gobiernos de coalición, y parece que esta vez volverán a gobernar juntos.
Es una manera de evitar una alianza con Alternativa para Alemania (AfD) extrema-derecha, segunda fuerza electoral por encima de socialdemócratas, verdes y liberales.
Todos se preguntan por qué resurge la extrema derecha, que tiene algunos matices neofascistas a pesar de la traumática historia de un país que parecía un ejemplo histórico de reinvención democrática. Parece que el peso de ese pasado se está alivianando.
Intentaremos analizar las razones del surgimiento de esa extrema derecha, arropada por Trump, Vance, Musk y otros de menor talla que han comenzado a levantar cabeza en Europa.
El servicio de inteligencia de Alemania ha calificado a AfD de anticonstitucional. Y sus opositores lo señalan como “radical”, “racista” y “antidemocrático.
Una de las razones es la economía, el llamado milagro económico alemán que parece haber tocado fondo. Hay un libro del economista Wolfgang Münchau con un título muy sugestivo: Kaput: el fin del milagro alemán, que va señalando las causas. Dice: “Alemania se volvió muy dependiente de la industria automotriz, de la ingeniería mecánica de maquinaria industrial y de los productos químicos. Se produjo una lentísima digitalización. Alemania no supo adaptarse al nuevo tiempo”.
Un amigo que vive en Berlín decía “probablemente solo en Alemania sigue vigente el fax”. Tambnién se señala que la “electrificación del automovilismo no ha comenzado”
Hay dos aspectos más que tienen que ver con la energía. Cuando cerró las usinas nucleares, Merkel dijo: «Es cierto, por supuesto, que ahora nos enfrentamos a la ambiciosa y desafiante tarea de completar la transición energética, eliminando progresivamente el carbón y la energía nuclear». Lo que no previó fue la invasión rusa a Ucrania y la “dependencia” del gas ruso.
La caída del PIB y la inflación fueron la consecuencia inmediata.
La dependencia del gas ruso, la guerra en Ucrania y la falta de una rápida adaptación a la digitalización atrasó el desarrollo económico. Su recuperación no será inmediata.
El otro factor importante es “el fantasma que recorre el mundo”, la ultraderecha levantó cabeza y se enquistó sobre todo en la masa juvenil. Hay estadísticas suecas y europeas que lo atestiguan, pero en el caso alemán ya el 2024 el Pew Reserarch Center revelaba que el 26% de los hombres tenían opiniones favorables a AfD, mientras que las mujeres no pasan del 11%. Hoy, después de las elecciones, los hombres han aumento casi un 3%.
Otro partido que sumó votos es el Die Linke, de izquierda democrática pero marcadamente anticapitalista, lo que lo separa de la socialdemocracia. Nace de una fusión del partido de la izquierda (antes Partido del Socialismo Democrático heredero del partido socialista de la RDA con el WASG un desprendimiento de la socialdemocracia por discrepancias entre Oskar Fontaine y Gerhard Schröder, el primero acusaba al segundo de ser neoliberal.
Ambas tendencias ultras de derecha e izquierda recibieron el voto de Alemania del Este es decir de la ex RDA. Algunos analistas señalan como castigo a Alemania occidental que se despreocupó de los viejos alemanes embretados con Moscú. Lo cierto es que el neoliberalismo no arriesga en zonas pobres, porque sabe que no obtendrá ganancias; lo mismo pasa en las barriadas pobres de otros países como Suecia o Francia. Por otro lado, el avance de las ideas del llamado “progresismo” aterran a la ex RDA porque tiene el sello conservador que no admite los exabruptos de la guerra cultural.
El profesor de Oxford Tarik Abou-Chadi sostiene que la llamada “ideología de género” es un factor que alimenta el apoyo a la extrema derecha.
Una observación empírica nos lleva a admitir que las derechas en Europa, y en este caso en Alemania tienen más presencia en las redes sociales, juventud que no lee diarios ni revistas y no le interesa el discurso de las televisiones tradicionales “porque tienen muchas referencias al pasado”. Un ejemplo simple: la cuenta de Alice Weidel, líder de AfD, tiene casi un millón de seguidores.
El Instituto para el diálogo estratégico (ISD) constata que hay cuentas no oficiales que cuestionan las narrativas sobre el pasado del país, el nazismo y la segunda guerra y son los multiplicadores digitales del discurso de la AfD. Entre esos discursos está el odio al Otro, que se traduce en una lucha antiinmigración.
La inmigración se sobrepone como concepto al del refugio. La invasión rusa a Ucrania abrió las puertas a 1.2 millones de refugiados ucranianos. Antes en 2015-16 Alemania, Holanda y Suecia fueron los únicos que recibieron a más un millón de refugiados sirios. La tercera fuente es la de Afganistán, en cantidades menores que Siria y Ucrania.
Es cierto que hay un superávit de inmigración/refugio porque el fin del siglo de las ideologías (XX) y la victoria de la democracia, de la democradura convertida en autocracia no resolvió el problema de las desigualdades y, “es mejor ser pobre en sitio rico que en mi país (Burundi) que es pobre”, me dijo hace años un migrante.
El otro problema en este rubro es que Alemania y gran parte de Europa necesita inmigrantes, las tasas de nacimiento son muy bajas. Según la Agencia Federal de Trabajo de Alemania, el país habría sufrido una pérdida neta de 209.000 puestos de trabajo entre septiembre de 2023 y septiembre de 2024. En el estado de Baviera la fuerza laboral alcanzó un récord de 6,03 millones en 2024, en gran parte debido a la mano de obra extranjera (inmigrante), según Reuters.