Santos Domínguez Ramos
Tocar el violín no era más que uno de los tipos de descanso activo a los que se dedicaba Einstein. Navegar también era para él un estímulo del pensamiento creativo, aunque sus habilidades marineras fuesen tan calamitosas como su barco. Por lo visto, según las anécdotas que circulan, tenía cierta tendencia a caerse al agua y ser rescatado.
Ahora bien, su descanso activo más conocido era el ciclismo. Mientras lo practicaba, imaginó por primera vez cómo sería circular en bici junto a un rayo de luz. Eso lo llevó a reflexionar sobre la influencia del movimiento en nuestra percepción del espacio y el tiempo. Poco después, comenzó a hacer asombrosos descubrimientos. Por ejemplo, si yo paso a tu lado en bicicleta mientras vas andando, poner en relación mi movimiento con el tuyo tiene una peculiar consecuencia: percibirás que el tiempo se ralentiza y el espacio se contrae donde yo estoy. Las ecuaciones de la relatividad de Einstein describían las complejas relaciones que existen entre el tiempo, el espacio, el movimiento, la masa y nuestras observaciones.
Si ha empezado a darte vueltas la cabeza, no te preocupes. El meollo de este asunto es que el ciclismo ponía a dar vueltas la cabeza de Einstein en un torbellino de creatividad. Incluso a una edad avanzada, habiéndose instalado en Princeton después de escapar de los nazis, la bicicleta continuó siendo para Einstein una fuente importante de descanso activo. Se le veía a menudo recorriendo en ella el campus universitario, pues el ritmo del pedaleo le proporcionaba el mismo impulso creativo que tocar el violín.