Edmundo Camargo murió muy joven y su obra poética fue recogida en un libro editado y publicado por el escritor y poeta Jorge Suárez bajo el título de Del tiempo de la muerte. En el prólogo afirma: “este libro sin duda alguna está destinado a ser uno de los clásicos de la poesía latinoamericana. El tiempo, que decanta el juicio estético, corroborará a este acierto nacido ahora de una honda presunción interior”18 Por lo menos en Bolivia, ya es un clásico. Décadas después salió otra versión editada por Eduardo Mitre. Justamente es Mitre quien considera que su poesía es “Visionaria, iconográfica más que musical y rítmica; su poesía es ante todo un fresco de imágenes fulgurantes”17 Camargo está considerado el abanderado de los vanguardistas y de los surrealistas latinoamericanos junto a Octavio Paz, entre otros.
Obra literaria
Del tiempo de la muerte (1964) y Obras completas (2002).
Oficio
Yo sé que he de morir un día
en que no encuentre mi soledad junto a mi sombra
habrá un olor a casas barbadas por el musgo
y un aire lleno de rostros olvidados.
Ya la ciudad respira con pulmones metálicos
la piedra es cuenca vaciada del silencio
y el agua detenida es cielo muerto.
Conmigo va mi sangre como un lobo de lengua fatigada
y mis ahijadas lágrimas
que siempre llegan viejas en el vino
estoy ronco de viento color de calamina
entre tanta ventana que jadea
y tanto árbol de luto encarcelando pájaros.
Llevo un entierro en mí alma
y el recuerdo de un día que llegué sobre el mundo
a la muerte de un dios en orfandad
que sólo tuvo cielo,
El corazón me duele a telaraña de lluvia tejedora
y me suenan los clavos de mi crucifixión.
Si han venido a cobrar mi soledad
sólo ha de ser el frio rezando en el metal
el agua como una concertina de barro derramada
la piedra en tentativa de soñar
y estas últimas sílabas robadas a la muerte.
Es ya un asombro a tierra mi pisada
y un cementerio de humo mi cansancio.
Quizás sea yo mismo convocando al entierro
de mi alma
o un viejo enterrador de rostros mutilados.
Si han venido a cobrar mi soledad
sólo ha de ser el día sangrando entre los dientes
dé los perros. Sólo será mi sombra
y un miedo ronco respirando las casas.
(De El tiempo de la muerte)
Población subterránea
Quiero morar debajo de la tierra
en un diálogo eterno con las sales, raíces mis
cabellos
arcilla mis palabras,
donde nunca me hieran tus ojos sembradores
entre un pueblo de muertos tabicada mi boca.
Es un mundo de lluvia endurecida
y de canas más dulces que el recuerdo del hombre
será un espeso día que me toque la lengua
y una mano muy tierna que me junte los huesos.
Quiero sentir la tierra circular por mis venas
morderla fríamente, clavarla con mis tibias
sintiéndome en su inmensa placenta,
adormecido como un niño a la espera de un nuevo natalicio;
Que el agua me retoñe con pólvora continua
se me sellan los ojos como una carta vieja de leerla
entonces: una lápida de otoño sobre el árbol
y un gusano de tiempo arañando mi médula