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Deber Sagrado

Angélica Guzmán Reque

          Hablar de Patria es hablar de “lugar de padre” significado que se entiende como lugar donde vive o es el padre.

         Pocas personas sienten el valor de esta palabra, Simón Bolívar el Libertador de nuestro territorio decía “El hombre de honor no tiene más patria que aquella en que se protegen los derechos de los ciudadanos y se respeta el carácter sagrado de la humanidad.”

         Y, ese carácter sagrado que poseemos todos los ciudadanos, es la libertad, aquella que nos permite expresar la palabra que sentimos, la que hace que crezcan las alas de la imaginación, cada vez que alguien escribe un texto, sea literario o no, cuando llena páginas en blanco con sus ideales de vida, con la palabra que visibiliza la vida emotiva del amor por lo que es    y siente; la del que arenga a una protesta, cada vez que alguien quiera hollar el suelo donde nació y pretenda enajenarlo de aquella herencia de pedazo de suelo donde vive y siente.

        Aquel deber sagrado de la libertad del que horada el suelo y forma surcos desde donde emergerá la semilla que alimentará a los niños, saciará el hambre de los necesitados. Será la simiente que florecerá en amores de aromas y colores, dando el brillo de energía que mi tierra requiere.

        Aquel deber sagrado será el árbol que crezca para albergar los nidos de las aves que trinan cada mañana, dando gracias a Dios por poseer la sombra que cobija de las copas floridas de los árboles que protegen del calor de vida y es el emporio de nidos que vivifican y fructifican la vida.

       Aquel deber sagrado es la voz del anciano que ha abierto el sendero con pies alados de gloria y, hoy solo se arrastran, por calles desconocidas, pero se siente glorioso porque aquel surco que abriera, hoy se convierte en arado de una vida bullente, donde descansará en paz y proseguirá su camino de cimiente cansino, pero no derrotado.

       Aquel deber sagrado es abandonar el servilismo que el poderoso le impone y no permitir que acallen su voz de libertad. La voz de la mujer, aquella que se impone con la fuerza de un volcán, la inteligencia divina y la responsabilidad que proviene de su capacidad innata de mujer, madre y hermana.

        Aquel deber sagrado que se inscribe en el hogar del amor y respeto, en las aulas de ingenio, en mercados sagrados, en talleres de manos laboriosas, en las calles y plazas, en los templos de gloria de fe y sabiduría.

       No en vano Luis Ferre, nos legó una frase que debemos enarbolar en los corazones La Patria no es bandera, ni es himno, ni es ruido. La Patria es esfuerzo creador, es sentido de responsabilidad social, es respeto a la razón y es amor a la libertad y es lo que debemos entender, la Patria requiere del don, que poseemos y lo llevamos dentro y no debe ser depuesto,

         Ese deber sagrado no puede estar sepultado y estalla  junto al primer llanto, el primer paso inquieto, con las primeras letras. Debe seguir al viento y ser la voz que no calla, recorrer libremente, romper cadenas de hierro retorcido, Debe ser como el río y bañar con sus aguas la tierra adolorida y sembrar la honradez del brillo de la luna, la sonrisa de un niño, la calidad humana del amor compartido.  

        Junto al poeta guatemalteco, Otto René Castillo, repitamos sus versos que dicen: “Vámonos patria a caminar, yo te acompaño. Yo bajaré los abismos que me digas. Yo beberé tus cálices amargos. Yo me quedaré ciego para que tengas ojos. Yo me quedaré sin voz para que tú cantes. Yo he de morir para que tú no mueras, para que emerja tu rostro flameando al horizonte de cada flor que nazca de mis huesos

       Ésta es la Patria Amada.

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