Bolivia: La Revolución inconclusa de James M. Malloy es un clásico de la historia política boliviana. Una obra que explica la Revolución Nacional de 1952 a partir de sus causas económicas, políticas, sociales, pero además describe el complejo proceso postinsurreccional hasta el inicio de las dictaduras militares en 1964. Lo interesante de releer un texto como este, es que permite la revisión de sus hipótesis bajo la luz de los problemas actuales de nuestro país. Para Malloy la sociedad boliviana de principios del siglo XX fue vulnerable a los retrocesos económicos, luego de haber experimentado avances considerables en esa materia. Bolivia era un país no enteramente moderno, pero tampoco absolutamente atrasado, afectado por un creciente clima de inestabilidad que finalmente germinaría en un proceso revolucionario.
Las causas económicas fueron preponderantes para el desenlace revolucionario. El estancamiento en el desarrollo iniciado por la élite liberal de principios del siglo XX, no pudo sostenerse ni tampoco generalizarse a los segmentos más vulnerables de la sociedad, fue, en palabras de Malloy, como si esa etapa de transición se hubiera petrificado sin posibilidades de avance. La caída en el eslabón transición-inmovilismo produjo varias disfuncionalidades del sistema instaurado por el liberalismo. Las élites liberales no supieron remediar esa situación lo que no solamente ocasionó sucesivas acciones correctivas muchas veces frustradas o llevadas a medio camino para luego ser abortadas. También provocó que la sociedad boliviana se exponga a experiencias disociativas que minaron paulatinamente la credibilidad del orden social imperante, produjeron crisis coyunturales, aventuras con finales catastróficos como al Guerra del Chaco y finalmente, medidas violentas para fundar un nuevo orden que terminaría por ser incontrolables para los actores que las impulsaron. La Revolución Nacional del 52 se gestó treinta años antes de suceder y fue imprevisible en su decurso.
Pero de todos los antecedentes del proceso revolucionario, Malloy le da un lugar preponderante a la fragmentación de la élite dominante. El estancamiento del sistema económico también produjo el inmovilismo de las élites, lo que generó primero malestar interno y luego fragmentación ante la no circulación de privilegios, puestos en el gobierno, espacios de poder y la imposibilidad del mantenimiento de estilos de vida tradicionales. La fragmentación abrió a los segmentos más disconformes de la élite a alianzas intersectoriales para mejorar su situación particular y también para generar coherencia en la tambaleante estructura nacional. En ese marco descriptivo, Malloy ubica al MNR como partido político aglutinador de los fragmentos más disconformes de la élite y como una fuerza popular nacional accidental que comandó sin quererlo, una masa movilizada herida en sus expectativas de ascenso social, atravesada por una larga crisis económica, desbordada por el fervor colectivo multiplicado por la derrota en la Guerra del Chaco. Lo que desde 1920 fueron demandas de reivindicaciones sociales negadas por las élites gobernantes, para 1951 se habían transformado en un movimiento articulado para barrer con el antiguo régimen, pese a la resistencia reformista del MNR para contener primero al proletariado radicalizado y luego a las milicias campesinas desatadas luego de la Reforma Agraria de 1953, esas tensiones finalmente provocaron las disputas internas y finalmente la división del propio MNR.
Fragmentación de élites, estancamiento económico, expectativas frustradas de sectores de la población, conflictos coyunturales, polarización que decanta en enfrentamiento civil, parecería que Malloy está describiendo la historia reciente del país y no solamente el periodo de gestación de la Revolución Nacional. Con sus grandes diferencias, el partido liberal primero (incluyendo al partido republicano y alianzas como el PURS) y el MNR después, provocaron con sus disputas internas no solamente la división de sus fuerzas, sino las condiciones para la crisis del sistema político en el que se desenvolvieron. ¿No es sospechosamente parecida nuestra situación actual con la división del MAS? Desde hace años el Proceso de Cambio ha dado señales de agotamiento, las organizaciones sociales que lo establecieron están más ocupadas en mantener espacios de poder recién obtenidos o en recuperar lo perdido luego de la caída de Evo Morales. Han pasado de la “Revolución democrático-cultural” al tiempo de las cosas pequeñas, como diría Sergio Almaraz ¿El Proceso de Cambio se ha vuelto una nueva revolución inconclusa?