En el preludio de las fiestas patrias, a solo dos años de celebrar el bicentenario de la fundación de la República de Bolivia, no está mal detenerse a pensar para realizar un desapasionado análisis de la situación en que nos encontramos, contrastarla con lo que quisiéramos ser y reflexionar sobre lo que deberíamos hacer para alcanzarlo.
El momento que vivimos presenta varias complicaciones desde el punto de vista político, económico y social; es innegable que estamos mejor que muchos países, sin embargo, el adagio dice que mal de muchos, consuelo de tontos, de ahí que, si queremos compararnos con alguien, que no sea con los que están mal, sino, con quienes están haciendo mejor las cosas, progresando de una manera cierta y hasta vertiginosa.
El mundo vive una situación de incertidumbre, con una inflación generalizada y amenazas de recesión a nivel global, una dolorosa guerra entre Rusia y Ucrania cobra vidas y complica a la economía mundial en diferentes ámbitos, varios bancos han quebrado en diferentes partes del planeta y las potencias económicas no crecen como antes, lo cual impacta sobre el comercio exterior y las finanzas internacionales generando un entorno adverso con tasas de interés en alza y precios de las materias primas a la baja.
Como no podía ser de otra manera, Bolivia no está al margen de lo que pasa en el mundo, pero, además, tiene sus propias dificultades. Si bien la inflación es baja —del 0,8% al primer semestre, según el Instituto Nacional de Estadística (INE)— nada garantiza que si no se soluciona a cortísimo plazo la relativa escasez del dólar que se viene dando desde marzo, ello no vaya a causar un proceso inflacionario más adelante, lo que deberíamos evitar a toda costa para salvaguardar la estabilidad, considerada un patrimonio nacional.
De otra parte, está el crecimiento de la economía…
El pronóstico gubernamental es que este año el PIB subirá 4,86% mientras que organismos internacionales dicen que estará por debajo del 2% (FMI) o apenas por encima del 3% (Banco Mundial). Lo cierto es que, que crezcamos más o que crezcamos menos dependerá muchísimo de las políticas públicas que se lleven adelante y, fundamentalmente, de lo que se haga junto con el sector privado para superar las adversidades y activar las potencialidades, en función de lo cual debo destacar el reciente encuentro hecho público, entre el primer mandatario del Estado y la ministra de la Presidencia, con el presidente de la Federación de Empresarios Privados de Santa Cruz, en el Departamento bastión de la economía nacional.
De que la economía boliviana crece, es cierto, pero no menos cierto es que no crecemos como podríamos hacerlo, considerando las enormes posibilidades que tenemos y tampoco crecemos como deberíamos dado el alto nivel de pobreza que todavía detentamos, pese a lo avanzado en los últimos años. Ejemplo de ello es que con la subida del PIB en 2021 (6,1%) y en 2022 (3,5%) recién pudimos revertir la caída del 8,7% registrado durante el primer año de la pandemia y volver a tener, en términos reales, el tamaño del PIB de 2019, año en que se registró la menor tasa de crecimiento en casi dos décadas.
¿Cómo hacer que Bolivia crezca más, de forma sostenida, sostenible y sin sobresaltos? Como hacen los países exitosos, creando las condiciones objetivas para ello: Alguien dijo que no hay mejor política de incentivo para el sector privado, que la seguridad jurídica, y que no hay mejor política social para el ciudadano, que acceder a un empleo digno, de calidad y sostenible en el tiempo, generado en el sector privado.
Para ello, para que proliferen los procesos productivos, comerciales y de servicios, generadores de empleo, ingresos para las familias y tributos para el Estado, son imprescindibles tres garantías: seguridad jurídica, seguridad de mercados y la seguridad de que las políticas públicas serán las esperadas para facilitar el trabajo de los empresarios nacionales y extranjeros dispuestos a arriesgar su capital y aplicar su capacidad de inversión en Bolivia, a jugársela por este país y en beneficio del país. En lo estructural, sabiendo que el desarrollo demanda una visión de largo plazo, así como mucho tiempo y esfuerzo para generar la necesaria base humana que pueda sustentar lo anterior: mejorar el acceso a la salud, la educación y nuevas oportunidades de empleo.
Con cuatro políticas se podría obtener resultados a cortísimo plazo, preservar la estabilidad y un mayor crecimiento: promoción selectiva de exportaciones (en los sectores agropecuario/agroindustrial y forestal/maderero), sustitución competitiva de importaciones (por ejemplo, repitiendo la experiencia del bioetanol con el biodiésel, que el sector privado produzca también), combate público-privado al contrabando y promoción de la producción nacional para recuperar el mercado interno.
Es de esperar que el mensaje presidencial del 6 de agosto apunte a la unidad de los bolivianos y a una sinergia público-privada para que Bolivia crezca al 7% o más, sostenida y sosteniblemente…
El autor es economista, magíster en comercio internacional y gerente del IBCE