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De biocidios, ecocidios y mitocidios

Homero Carvalho

Sobre la tragedia en la Chiquitanía el escritor Homero Carvalho nos ofrece su particular mirada, desde la muerte no solo de su naturaleza sino de los mitos necesarios para la vida de sus pueblos.

Hace unos días, en el Facebook, el biólogo Huáscar Bustillos Cayoja explicó en diez puntos la magnitud del desastre que está viviendo la chiquitanía cruceña. En el decimos punto aclara: “Este megaincendio, se puede considerar como el mayor desastre ecológico y ambiental (ecocidio y biocidio) del departamento de Santa Cruz”, al leerlo yo comenté que también se trataba de un “mitocidio”, no sé si la palabra existe, pero quiero decir que este tipo de catástrofes tienden a dar fin con los pocos mitos que quedan acerca de la naturaleza y los seres sobrenaturales la habitan.

Los temas de ecocidio y biocidio ya han sido lo suficientemente explicados por los expertos, así que me referiré a lo que yo sé. Hace varios años recopilé más de cien seres mágicos de toda Bolivia, especialmente de las culturas indígenas, titulé al libro Seres fantásticos de Bolivia que ya por su tercera edición. La cosmovisión de los pueblos chiquitanos es muy rica en este tema. Ahora bien, sabemos que los mitos y las leyendas son productos de una compleja y sistemática construcción colectiva, son una especie de memoria soñada que tiene que ver con lo que imaginamos y creemos y son elementos constitutivos y vitales de nuestra conciencia individual. 

Mitos y leyendas son territorios en los que se confunde la realidad con la ficción, lo sagrado y lo profano, la verdad y la fantasía. La leyenda pertenece al folclore y por ello corresponde a la más enraizada sabiduría popular de una cultura. Es un relato hablado que conserva la tradición de un pueblo y se va enriqueciendo con el tiempo, transfigurándose, porque expresa la relación de los seres humanos con la historia, la naturaleza y el cosmos, pero también con su interior, con su subconsciente. Ambos, mitos y leyendas, por su carácter simbólico y, su relación con el inconsciente, están más cerca de la poesía que de la investigación científica; sin embargo al igual que la ciencia intentan explicar el mundo, el origen de los dioses, la aparición del ser humano, el origen de los seres, las cosas, el bien y el mal, así como del apocalipsis. Si creemos que lo que imaginamos es posible, entonces la magia es posible porque está en nuestros pensamiento y en nuestro lenguaje.

Los mitos han creado seres zoomorfos o antropomorfos de carácter benévolo o malévolo de acuerdo a las necesidades espirituales, sociales, políticas y cosmográficas de los grupos humanos, conectando a través de la magia la razón y la fantasía. El chamán, el hechicero, conserva esa capacidad de convertirse en animal, por eso es sagrado, la naturaleza es sagrada. En muchos pueblos americanos los seres humanos nacemos con un animal interior que determina nuestra personalidad. 

En las Tierras bajas de Bolivia muchas de las etnias comparten la misma rama lingüística y sus usos, costumbres, mitologías, mitografías y cosmovisiones son semejantes. La religión para ellos, así como para los habitantes de Tierras altas, no era abstracta ni conceptual sino basada en una profunda comunión con la naturaleza, en la que los ritos mágicos formaban parte de la cotidianidad y si la naturaleza se destruye desaparece el hogar de los seres sobrenaturales. Por ejemplo para los chiquitanos el Ishi-tuursh o jichi es la deidad del agua que tiene el encargo divino de cuidar que las lagunas no se sequen y proteger a los peces, sin lagunas y peces no habrá jichi ni otras deidades de los montes, de los cerros, de las plantas y de loa animales; con estos desastres causado por la mano del hombre, es decir autorizados por un Estado que sigue viviendo en el pasado, con métodos de chaqueos y deforestación de hace varios siglos no solamente se destruye la naturaleza también su sistema mitográfico.

Los pueblos no pueden vivir sin sus mitos y sin sus leyendas, porque son una prolongación de sus relaciones sociales, por eso es que nunca tenemos que olvidar a nuestros seres sobrenaturales y mágicos, benignos o malignos, que heredamos como un legado para el futuro, porque cuando el último de ellos desaparezca nuestra sensibilidad espiritual, nuestra humanidad, se habrá ido con ellos.

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