Empezaré diciendo que soy aficionado a las motos, que siempre me gustó el automovilismo y que fui a Uyuni a ver el Dakar el 2014… y lo disfruté como loco.
Pero también me gusta la Democracia (así, con mayúscula), y me importa más que la famosa carrera, por razones obvias; pero eso no representaba ningún conflicto con mis aficiones motoqueras… hasta este flamante 2018, en que la defensa del NO del 21F parecía exigir decir también un NO al Dakar.
Y resulta que no, que uno puede disfrutar el famoso Dakar, y también disfrutar la Democracia; seguramente habrá personas que disfruten el pisotear los principios básicos de la democracia, como libertad, respeto al voto, libre expresión (¿alcanzaron a escuchar la voz que decía “corte, corte” mientras Martínez hablaba?, a eso me refiero), etc., y no se emocionen con el sonido de motores de la competencia, pues una cosa no tiene nada que ver con la otra.
Y fue necesario que un competidor, un participante del Dakar ponga las cosas en claro.
Se necesita valor para enfrentar una carrera montado en una moto o un quadra, y hoy por hoy en Bolivia, se necesita también valor para decir voté NO el 21F, y exigir respeto a ese voto. Y a Leonardo Martínez le sobró valor para ambas cosas, y en el mismo día. Bien por él. Por eso la gente empezó a brindarle su reconocimiento apenas el video empezó a hacerse viral. Porque tomó la voz de más de la mitad de los bolivianos, y lo hizo como debe hacerse, sin afrentas y con serenidad, la que da la dignidad y la convicción de que se hace lo correcto. Mirando de frente, y hasta con un tono pausado, como para que Morales y García entiendan lo básico, que si merecen respeto (que lo merecen, al haber sido elegidos democráticamente) también están obligados a respetar el voto, ese que en su momento les permitió ocupar la posición a la que ahora se aferran con tanta desesperación, con tan pocos argumentos y menos hidalguía. Hidalguía que le sobra al corredor que me imagino se convertirá desde hoy en el favorito de la gente, porque dijo aquello que costó la represión a un grupo de jóvenes en el templo de San Francisco. Sí, en el interior de la iglesia, por parte de efectivos de la institución que hace unos días también irrespetó las puertas cerradas de la UMSA (ni las dictaduras militares llegaron a esos extremos, dicen algunos memoriosos).
Si acaso el señor Martínez alcanza a leer estas líneas, mi agradecimiento por expresar lo que sentimos la mayoría de los bolivianos, y mi mayor reconocimiento por la forma en que lo hizo. Gracias.
Y si hablamos de Dakar, quienes gustamos de este deporte seguramente disfrutaremos de él los días que faltan hasta su finalización, pero no podemos dejar de hacernos algunas preguntas (yo me las vengo haciendo desde que fui a Uyuni):
¿Por qué, en Bolivia, el presupuesto para esta carrera utiliza los fondos del ministerio de culturas? ¿Será solo reflejo de las prioridades del gobierno? Lo lógico sería que el ministerio a cargo sea el de deportes. Me gusta mucho el Dakar, pero si el disfrute de estos pocos días significa merma permanente de recursos para la literatura, el teatro, el arte pictórico, en fin, para la cultura… paso, prefiero ver la carrera por televisión.
¿Cuál es el impacto real de la carrera en términos ambientales? Obviamente tiene un costo ambiental, aunque queda claro también que tiene un impacto positivo en el turismo (interno y externo). Por tanto, la pregunta a plantear es: ¿Justifica este impacto aquél costo? Si así no fuera… paso, y nuevamente por televisión (con las disculpas de mis compañeros motoqueros).
Por último, me imagino que no faltará quien acuse a Leonardo Martínez de “politizar” un evento deportivo. La verdad es que lo ideal sería que el deporte no se mezcle con la política, pero esta carrera fue politizada desde que llegó al país, y no por Martínez ni por ningún corredor. Quienes la politizaron fueron aquellos que hoy tuvieron que escuchar lo que no querían.
Y sí. Al final de cuentas, Dakar también se escribe con D de Democracia.