Todos los sectores tienen su importancia en la economía, pero hay uno que, al no saberse mucho de su relevancia, ha provocado diversos mitos sobre su accionar: el financiero. Aclaro que no soy un experto en el tema, tampoco soy accionista, y mi trato con la banca se resume a mis años mozos cuando obtuve créditos para mis primeras compritas; lo cierto es que, ni como economista me sumergí en las aguas del sistema financiero para conocer su gran importancia, hasta hoy…
La crisis provocada por el Covid-19 y la cuarentena golpeó de tal manera a la economía boliviana, que llamó mi atención ver los números rojos del INE en cuanto a la caída del PIB a junio del 2020, primero; y luego, el Índice Global de Actividad Económica (IGAE) a octubre, dando cuenta que el sector de Establecimientos Financieros cayó en 3,92% y 3,55%, respectivamente.
Fue ahí que me empezó a interesar el tema y -mucho más- cuando ciertos sectores bloquearon al país exigiendo diferir el pago de sus créditos por seis meses más, pese a que el gobierno transitorio había dictaminado tal medida de abril a diciembre del 2020, lo que implicó para el sistema financiero la pesada carga de sobrellevar la crisis, sin recibir el pago de capital e intereses por los créditos otorgados, pero, eso sí, pagando los intereses comprometidos por el dinero recibido.
El sector de la banca es uno de los más sensibles de toda economía, al convertir el ahorro de los ciudadanos en inversión o gasto -a través de créditos- asumiendo el doble riesgo de preservar un delicado equilibrio entre sus activos (dinero que cede en créditos) y sus pasivos (obligaciones que asume frente a quienes depositan su dinero). En facilito: la banca recibe dinero de la gente a cambio de pagar cierto interés, el mismo que resulta de colocar ese dinero a una tasa un poco mayor, permitiendo a la economía funcionar con la transformación del ahorro ciudadano en inversión o gasto -en empresas y particulares- asumiendo la total responsabilidad de garantizar una utilidad y la devolución del dinero al ahorrista.
Cuán común es pensar que el capital de los bancos es de unos pocos afortunados (aunque no había sido así): en muchos casos son organismos internacionales, fondos de inversión y compañías de seguro quienes colocan sus capitales, a lo que se suma lo que para mí fue una gran novedad, una gran cantidad de accionistas minoritarios que en vez de optar por un Depósito a Plazo Fijo, compra una acción esperando un dividendo cada fin de año. El problema que se presenta hoy respecto a esto último es que, para subsanar en algo la falta de liquidez derivada del no pago de capital e intereses por nueve meses, el gobierno dispuso capitalizar el 100% de utilidades lo que podría significar para mucha gente quedar sin ese ingreso y forzarlos a retirar su capital de los bancos.
¡Que el sistema financiero no haya dejado de funcionar en la cuarentena -pagando intereses y afrontando retiros de capital sin el normal ingreso de intereses- es algo digno de reconocer!
Ahora que el MEFP, la ASFI y los transportistas acordaron otros seis meses de gracia sin pagar capital e intereses, ojalá que ello no derive en una afectación a la cultura de pago en los prestatarios; es de esperar también, para evitar un descalce financiero, que el gobierno se ocupe rápidamente, de dar un fuerte apoyo a la liquidez del sistema para que los bancos, como intermediarios financieros, den créditos para reactivar la economía y crear empleos con la urgencia que el caso amerita…