A la venezolana Corina Machado la conozco, como una gran mayoría de las personas, a través de los medios de comunicación que nos informan de su lucha por recuperar la democracia en su patria.
La dictadura fascistoide de Maduro se encontró, al fin, con un hueso duro de roer, una líder persistente que enarbola una causa con la que convoca a los ciudadanos a unirse para derrotar a un sistema de gobierno dictatorial.
Su lugar en la historia se lo ganó en la calle, en las urnas, en los debates, en los mítines, en la clandestinidad, en diversos foros internacionales y en todo lugar donde pudo asistir llevando un mensaje rebelde y de resistencia.
Las bandas delincuenciales del gobierno venezolano no pudieron amilanarla, su fortaleza asentada en su convicción democrática es más potente que cualquier amenaza o afrenta.
Su palabra nítida, alejada de alardes y acompañada de un comportamiento renuente a mesianismos impropios frente a la magnitud del desafío engrano con una estrategia envolvente y progresiva que pacientemente amalgamo a la oposición y a esta con el pueblo.
Ella y otros dirigentes políticos acertaron articulando la Plataforma Unitaria Democrática en la que cada uno de los actores encontró su espacio, seguramente en medio de muchas tensiones que supieron superarlas porque sabían lo que querían, las legítimas aspiraciones personales de todos ellos cedieron al objetivo común.
Sus actos más que sus palabras lograron recuperar la confianza y la esperanza de futuro de los venezolanos a partir de la exigencia de expulsar del poder a la dictadura e instalar un régimen democrático.
Pese a la persecución criminal que provocó el encarcelamiento de miles de opositores, el asesinato de varios de ellos, un exilio histórico de millones de personas que deambulan por todos los países de latinoamérica en condiciones dolorosas, de hambre, miseria e indiferencia de gobiernos; la utilización arbitraria de la riqueza petrolera para la represión y la vinculación con actividades delincuenciales de Maduro, no impidió que su lucha siga su curso.
Corina Machado corrió todos los riesgos incluido el de su propia existencia, para ello no recurrió a su condición de mujer, a nadie le importa si es de izquierda o de derecha, si es liberal o socialista o abraza algún ismo, o si es candidata o no, nada de eso, simplemente es una combatiente todoterreno, no tiene poses de heroína, es valiente pero no ingenua, su vitalidad en la recuperación de la democracia es ejemplar.
No se queja, combate por lo que cree con ahínco y decisión, se quedó en su patria pese al acecho de las fuerzas militares y paramilitares. Me imagino que estuvo a salto de mata con la sola confianza de contar con la complicidad del pueblo que la protegía de los violentos, .
Enzo Traverso recuerda a Max Weber que define al político verdadero como la persona que “…no se deja llevar por sus inclinaciones personales y sabe siempre someter sus valores a un sentido superior de la responsabilidad” eso es Machado.
Queda aún por recorrer un camino escabroso para expulsar del poder a Maduro y a su proyecto criminal, ganar las elecciones pasadas resulto ser insuficiente, pedirle al dictador que respete las reglas de la democracia es impertinente, por ello no queda otro camino que la insurrección popular que sea la que reponga la democracia y entregue el mando al ganador de las elecciones pasadas el señor Edmundo González. Venezuela está enrumbada, la movilización popular no debe cesar por ningún motivo, ha llegado la hora del pueblo.
Lo dicho y hecho por la comunidad internacional es importante pero lo que vaya a suceder en Venezuela será producto de la lucha de los venezolanos.
Tienen una poderosa causa, una conducción respetable, eligieron presidente con el voto ciudadano pese a la dictadura, el pueblo está en las calles, cuentan con el liderazgo de Corina, solo les falta tomar el Palacio de Miraflores y ser los ciudadanos los que posesionen al presidente electo.
A no desmayar es cuestión de tiempo.
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